¿Ha sido positivo el proceso de descentralización en el país?
¿Ha sido positivo el proceso de descentralización en el país?
Redacción EC

A FAVOR

  1. Yehude Simon Munaro / Congresista de la República
  2. Retos de la descentralización

Hasta fines del siglo XX, la visita de un presidente a cualquier departamento del país era un acontecimiento. Esta actitud se entiende porque el poder (y las consecuencias de su ejercicio, sobre todo en la disposición de recursos públicos) se ejercía desde la capital. Es decir, el poder estaba centralizado. 

A partir del 2003, mediante el proceso de –reforma con sustento constitucional– esto cambió. Hoy, el presidente, los ministros, los congresistas y otros funcionarios visitan frecuentemente diversas zonas del país. Los pobladores, por su parte, evalúan esta actitud como natural y adecuada al acercamiento que estos funcionarios deben realizar para solucionar sus problemas. 

A 11 años de iniciado este proceso, podemos decir que, aunque nos falta un largo camino, son varios los aspectos en los que se ha avanzado. Hoy existe un marco legal, se han creado gobiernos regionales para las circunscripciones departamentales, se han transferido competencias y 19 de los gobiernos regionales ya han conseguido la aprobación de su plan de zonificación ecológico-económica.

No obstante, ha habido problemas. Cabe referir la convocatoria al primer referéndum para formar cinco macrorregiones, la cual, sin embargo, a pesar de no haber tenido éxito, fue un buen intento que posibilitó una reflexión sobre la ausencia de medios para sensibilizar a la población acerca de los beneficios que podría traer la creación de verdaderas regiones. Muchas son las razones de este fallido intento. Por ejemplo, nuestra geografía es muy compleja y sin un estudio cartográfico básico (departamentos, ríos) y temático (estructura de una determinada distribución geográfica) no podremos acceder a información precisa y adecuada para desarrollar una verdadera macrorregionalización.

Además, hubo problemas en la conducción de los procesos técnicos y administrativos –en especial de gastos en inversión, caracterizados por sistemáticos y evidentes actos de corrupción como los revelados en las gestiones de los gobiernos regionales de y , entre otros–, pero ello debe contrastarse con gestiones exitosas en otras regiones que, contando con canon, pueden ser administradas eficientemente, obteniendo los primeros lugares a escala nacional, en especial por la transparencia en la gestión pública de sus actores políticos.

El proceso de descentralización en marcha es el resultado de una decisión política y su avance demanda la construcción de consensos básicos entre los actores políticos. Esta promesa, en consecuencia, marca la agenda política.

Por lo manifestado, sostengo –como lo he hecho desde que fui primer ministro– que el proceso de descentralización debe ser impulsado en varios campos: político, administrativo, fiscal, etc.

Así, considero fundamental incluir en el debate sobre la descentralización los temas relacionados con la distribución del canon; una adecuada distribución del Impuesto a la Renta; los alcances y el sentido de la autonomía política de los gobiernos regionales y locales; el logro de un marco común y general para la regionalización; el plan nacional de ordenamiento territorial, etc. 

Todas estas acciones deben ser emprendidas para reimpulsar con sostenimiento el proceso de descentralización sin el cual el Perú no verá con optimismo el futuro.

EN CONTRA

  1. Eduardo Ferreyros Küppers / Gerente general de la Sociedad de Comercio Exterior del Perú (ComexPeru)
  2. ¿Funciona la regionalización?

Lo que empieza mal difícilmente terminará bien. Después de casi 12 años de regionalización, hoy vemos los resultados de la improvisación que tuvo este proceso y sus consecuencias para la gobernabilidad en un país unitario.

Breve historia. En julio del 2002 la Ley de Bases de la Descentralización desarrolló lo que la Constitución prevé, regulando la estructura y organización del Estado en sus diferentes niveles de gobierno (nacional, regional y local). Cuatro meses después, el 16 de noviembre se promulgó la ; y, al día siguiente, fueron las elecciones de presidentes regionales. A un día de haberse publicado la ley, ¿conocían los candidatos las funciones y responsabilidades del cargo que tentaban? Definitivamente, no y pareció no importarles. Desde el inicio hubo motivaciones distintas a administrar bien su región, y la ley no les puso límites, probablemente porque ya existían pactos con caudillos regionales. A los electores no nos quedó otra posibilidad que votar por alguien sin saber qué funciones cumpliría. Así nació.

El proceso apuntaba también a descentralizar el país constituyendo macrorregiones para asignar competencias y transferir recursos más eficientemente. Así, en octubre del 2005, se realizó un referéndum para que la población se pronunciara sobre ellas. La gran mayoría de peruanos dijo “no” a la constitución de macrorregiones. Fracasó.

Ese resultado fue atribuido a la poca información sobre la propuesta; y a la campaña por el “no” de distintos presidentes regionales, que no querían perder el feudo que habían obtenido. Otro factor determinante fue el debilitamiento de los partidos políticos, que dio paso a cientos de movimientos regionales hechos a la medida de personajes locales “conocidos” e impulsados por ansias de poder y distintas agendas personales. 

A propósito de las denuncias contra dos presidentes regionales de considerable alcance mediático, llegó el momento de analizar rigurosamente la autonomía presupuestal y administrativa que se les dio a los gobiernos regionales, y reformar los mecanismos de control de la gestión para permitir, si es necesario, vacar a la autoridad regional y no llegar al límite en que sea la policía la que deba arrestarla. A los presidentes regionales podría vacarlos su consejo, pero muchas veces sus “amigotes” eligen protegerlos y enquistarse en el cargo con la reelección indefinida. Manejan con autonomía su presupuesto y nada mejor que contar con dinero ajeno para invertirlo en una reelección.

Los casos de y Áncash son de mucha preocupación. La primera está sumergida en la pobreza, por el rechazo a la inversión que hicieron su actual presidente y sus socios, a base de motivos políticos y no a un sustento técnico; mientras que la segunda es hoy un foco del crimen organizado.

Aunque hay regiones administradas de manera totalmente diferente a Cajamarca y Áncash, y cuyo trabajo permite más bienestar para su población, no cabe duda de que algo malo está pasando en las demás. Esto se lo debemos a un proceso de regionalización improvisado y desordenado, que no generó las capacidades técnicas mínimas en los funcionarios, y en el que de un día al otro se les dijo a los departamentos: “Ahora son regiones y este es su presupuesto”, con lo que se retrasó la descentralización, el objetivo real de esta regionalización.

A FAVOR

  1. Yehude Simon Munaro / Congresista de la República
  2. Retos de la descentralización

EN CONTRA

  1. Eduardo Ferreyros Küppers / Gerente general de la Sociedad de Comercio Exterior del Perú (ComexPeru)
  2. ¿Funciona la regionalización?