¿Es posible que Donald Trump le haga más daño a la democracia estadounidense? Quiero creer que lo sucedido el miércoles lo ha hecho reflexionar. La violencia ocurrida en el Capitolio ha dejado en ridículo a la potencia mundial, una razón más para creer en el declive del liderazgo de los EE.UU. Por ello, no es casualidad que el discurso de Trump haya cambiado completamente luego de las imágenes que vio todo el mundo.
En horas de la mañana en la Casa Blanca, en un mitin irresponsable en todo sentido de la palabra, Trump fue virulento y habló de marchar, pelear y mostrar fortaleza contra el fraude. Claramente instigó a las masas a actuar como se comportaron. Luego de lo acaecido llamó a la calma y la paz, para más tarde asegurar una transición ordenada.
Pero el problema de fondo no ha cambiado, sigue ahí. El desconocimiento por parte de Trump del resultado electoral y de la institucionalidad democrática de los EE.UU., lo ha llevado a ejercer presión hasta el último momento sobre actores políticos a nivel estatal e incluso sobre vicepresidente Mike Pence, para que infrinjan la ley, evidenciando su poco respeto al Estado de derecho. Él continúa hablándole, igual que en todo su gobierno, a esos más de 74 millones de estadounidenses que votaron por el Partido Republicano en la reciente elección, haciendo énfasis en la existencia de un establishment político y mediático corrupto que busca sacarlo del poder. Mientras tanto, no solo debilita las ya frágiles bases de la democracia estadounidense, sino también divide más al país.
Un levantamiento dirigido contra el accionar de un poder del Estado (que en América Latina llamaríamos “golpe de Estado”), tratando de impedir la ratificación de los resultados de un proceso electoral aceptado por las autoridades, los partidos y la mayor parte de la sociedad, carece de legitimidad. Lamentablemente, el Partido Republicano se presta para este peligroso juego. Si bien antes de la ratificación solo unos cuantos senadores republicanos fueron los que encabezaron la crítica a los comicios, en la votación en la Cámara de Representantes la mayor parte aceptaba objetar los resultados en algunos estados. La necesidad de ganar la simpatía del electorado trumpista se hace evidente. Y es que el trumpismo no acaba con Trump, la cuestión ahora radica en conocer quién va a liderar su “legado”.
Tal es la gravedad de los hechos y de lo que pueda suceder que varios congresistas están pidiendo la destitución de Trump. En este contexto, se abre la posibilidad de llevar a cabo un impeachment o aplicar la 25ta Enmienda. Tengo cientos de razones para creer que Trump debió dejar el poder hace mucho tiempo (es más, creo que debería optar por una salida digna y renunciar), pero sacarlo en este momento creo que sería un error que solo hundiría más la democracia de dicho país. A falta de menos de dos semanas para la toma de Joe Biden, solo podría realizarse un impeachment express, y esto no sería muy democrático. En caso se opte por la 25ta Enmienda, cabe señalar que esta permite que el vicepresidente y parte del gabinete declare la incapacidad del presidente. Desde su creación ha sido utilizada en situaciones que implicaron la existencia de alguna incapacidad física o mental del mandatario, que no pareciera ser este el caso. Irónicamente, Trump no se encuentra más “alejado de la realidad” de lo que estaba hace cuatro años cuando fue electo. Además, necesitaría que Pence asuma un papel de liderazgo, contra los deseos de un sector grande la población que aún apoya a Trump, lo cual no parece real.
En todo caso, no deben generarse falsas expectativas y esperar que todo se solucione con la salida de Trump. Las caóticas reglas de juego que favorecen a un bipartidismo excluyente, son parte de la crítica. En poco tiempo veremos si Biden es capaz de salvar la tan venida a menos democracia estadounidense.
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