Hace unas semanas, comentaba cómo el Perú llamaba la atención hasta hace algunos años por sus paradojas, y ahora, más bien, preocupa por la posibilidad de su coherencia. Me refiero a la paradoja de cómo el país podía ser uno de los líderes en crecimiento económico y reducción de la pobreza en la región, al mismo tiempo que mostraba instituciones políticas frágiles, partidos y un sistema de partidos prácticamente inexistentes como tales, que se expresaban en unos muy bajos niveles de legitimidad del sistema político.
Hoy, más bien, preocupa un escenario dominado por partidos improvisados y volátiles, sin perfiles ideológicos, identitarios o programáticos distinguibles, organizados alrededor de liderazgos personalistas y rodeados de entornos oportunistas, que siguen lógicas marcadas por el cortoplacismo, sometidos a las presiones de los intereses particulares como a las mareas de la opinión pública. Este tipo de actores, como resulta esperable, toman decisiones que pueden terminar afectando negativamente el crecimiento económico y la reducción de la pobreza, y ahondar los problemas de legitimidad del sistema político. El Congreso actual parece dominado por partidos indisciplinados, sin orientaciones claras, donde se toman decisiones apresuradas buscando un aplauso fácil, pero comprometiendo políticas esenciales. Recientemente, por ejemplo, la reposición de más de 14.000 docentes de la escuela pública que no aprobaron o no se presentaron a la evaluación de ingreso a la carrera pública magisterial en el 2014; una decisión que atenta gravemente contra el principio meritocrático de la reforma educativa.
Ciertamente, no estamos condenados a caer en una espiral de demagogia y destrucción institucional, aunque el riesgo existe. Todo depende de qué ocurra en las elecciones generales del próximo año, y los ciudadanos debemos no solo evaluar muy cuidadosamente a quién le damos nuestro voto, sino también vigilar las conductas de todos los partidos en competencia. Por ejemplo, en los próximos días se establecerán las reglas para las elecciones internas de cada partido, de las que saldrá la lista de candidatos a la presidencia, vicepresidencias y Congreso. Este proceso, que se realizará por primera vez de manera transparente organizado por la ONPE, ayudará a desnudar la verdadera naturaleza de los 24 partidos que, en principio, participarán en las elecciones. ¿Cuáles realizarán elecciones internas verdaderamente democráticas y cuáles harán remedos de ella? ¿Qué partidos cumplirán con el principio de paridad y alternancia buscando dar más participación y poder a las mujeres, y qué otros cumplirán con la literalidad pero no con el espíritu de la norma?
Otro elemento estabilizador, además de la vigilancia de los ciudadanos y de la opinión pública, podría estar en el cambio en las preferencias electorales ocurridas en las últimas décadas. En estas, hemos visto una tendencia creciente a favorecer opciones moderadas, bastante extendida en todo el país. Son ellas las que permitieron el triunfo de Alejandro Toledo frente a Alan García en el 2001, el de García frente a Ollanta Humala en el 2006, el del propio Humala frente a Keiko Fujimori en el 2011, y el de Pedro Pablo Kuczynski frente a Verónika Mendoza, en la primera vuelta, y frente a Fujimori, en la segunda vuelta, en las elecciones del 2016. ¿Se mantendrá esta lógica?
Finalmente, está por verse la capacidad de resistencia e iniciativa política de los islotes de eficiencia y capacidades técnicas en áreas clave del Estado. Pero, para ello, urge que ese mundo “tecnocrático” sea capaz de hacer política, de explicar, persuadir y, sobre todo, proponer salidas a los problemas reales que los políticos tienen un gran instinto para detectar. Así, una gran iniciativa del MEF ha permitido trabajar junto al Congreso una salida a la propuesta de “devolución de aportes” a los contribuyentes al sistema nacional de pensiones. Algo equivalente corresponde hacer con la Ley de la carrera pública magisterial; alguna salida deben tener los docentes sin capacidad de aprobar evaluaciones. Poner el énfasis en la capacitación y formación docente, o crear oportunidades de empleo y reconversión sería clave