El Ministro del Interior declaró la semana pasada que la policía necesita 160 mil agentes. Como tenemos 111 mil, habría que incrementarlos en casi 50%. ¿Es necesario? Parece que no.
El reciente informe regional de la CAF (Banco de Desarrollo de América Latina) muestra que tenemos una de las más altas tasas de policías per cápita. Ocupamos el cuarto lugar entre dieciocho países del continente, con casi el doble de policías per cápita que Estados Unidos, Canadá y Chile. Pasaríamos al tercer lugar si sumamos los 23 mil serenos. El número de agentes no es, pues, el problema.
Tampoco parece serlo el presupuesto. Entre 10 países presentados en el informe de la CAF, el Perú es el segundo con mayor porcentaje de gasto policial en relación con el PBI y el presupuesto nacional. Casi triplicamos a Chile y Canadá, y superamos holgadamente a Argentina, Colombia y Costa Rica. En gasto policial como parte del presupuesto de la justicia penal estamos primeros.
¿Cuál es, entonces, el problema? El problema es que la mayoría de nuestros policías hace mucho dejaron de brindar un servicio público y se dedican, la mayor parte de su tiempo, a servir a particulares como porteros o guachimanes. El sistema 24x24 les permite trabajar un día para la institución y otro para particulares, con lo cual el policía descansa o trabaja a medias el día de su servicio público y, en el peor de los casos, trabaja permanentemente para particulares, pues la corrupción se lo permite.
Hay quienes se preguntarán por qué esto es un problema, si en realidad ayuda a que los policías ganen mejor.
Es un problema porque el sistema es discriminatorio, pues solo permite acceder a la protección de un policía a quien puede pagar por él, dejando desguarnecido al resto, la gran mayoría de peruanos. Pero lo es principalmente porque es un pésimo negocio para todos, pues pagamos impuestos por un servicio de prevención y persecución del delito que no recibimos. Ni siquiera lo reciben quienes compran el servicio de un policía, porque solo acceden a un guachimán, pero no a un servicio integral de seguridad.
Mientras este sistema no cambie, seguiremos sintiendo que faltan policías, a pesar de que tenemos suficientes. Lo que necesitamos es pagarles, organizarlos, capacitarlos y equiparlos bien para que la PNP nos brinde un servicio eficaz las 24 horas del día. Solo así revertiremos el actual deterioro de la seguridad, que amenaza con destruir nuestro crecimiento económico y social y nuestra gobernabilidad democrática.
¿Por qué es tan difícil resolver este problema? Por un equivocado cálculo del costo presupuestal que entrañaría y, quizá más importante, porque supone apostar a reconstruir una institución pública en un contexto de extendida desconfianza en lo público. Bien vale la pena superar ambos obstáculos, porque no hay un solo país civilizado y menos de primer mundo que no cuente con un eficiente servicio público policial.