Martín Vizcarra asumió la presidencia del Perú el 23 de marzo. Diez días después, como indicó, presenta a su Gabinete Ministerial. (Foto referencial: EFE)
Martín Vizcarra asumió la presidencia del Perú el 23 de marzo. Diez días después, como indicó, presenta a su Gabinete Ministerial. (Foto referencial: EFE)
Fernando Cáceres Freyre

Para un presidente sin partido ni arrastre popular, su mayor legitimidad provendrá del “hacer, hacer, hacer”. El camino es cuesta arriba, pero el 71,4% de aprobación con el que Martín Vizcarra empieza su gobierno (según CPI) le da un buen balón de oxígeno. El FODA del presidente permite graficar cómo abrir la trocha para poder ‘hacer’.  

En un contexto de descrédito total de la clase política por vínculos ilegales con Odebrecht, y ante la amenaza de que Barata o Kenji lancen nuevas revelaciones, el hecho de que el presidente Vizcarra esté –aparentemente– limpio de Lava Jato es como haber encontrado una aguja en un pajar. Esa es su principal fortaleza.  

Asimismo, aunque el Ejecutivo se ha quedado prácticamente sin herramientas legales para defender a sus ministros de eventuales censuras y disolver el Congreso, tras el inconstitucional cambio hecho al reglamento del Congreso (véase mi columna “Carta a Martín Vizcarra” del 14 de marzo de este año), el principal contrapeso al Legislativo será tener su carta de renuncia bajo el brazo. Esa es otra gran fortaleza de Vizcarra. Para Keiko Fujimori, la vicepresidenta Mercedes Araoz estaría simplemente vetada para asumir la presidencia –las frases contra su familia le serían imperdonables– y, como he comentado antes, asumir el Poder Ejecutivo –temporalmente– perjudicaría al fujimorismo de cara a las elecciones de este año y a las del 2021.  

En cuanto a las oportunidades, destaca el espacio político para pactar con otras fuerzas, a fin de darle una hoja de ruta al nuevo gobierno. Discrepo con este Diario cuando pide al presidente no olvidar el plan de gobierno que, también a él, lo llevó a la presidencia. Legalmente, el editorial de El Comercio tiene razón, pero en términos políticos, necesitamos algo más cercano a los “150 compromisos para mejorar España”, a través del cual el Partido Popular y Ciudadanos llegaron a un “pacto de investidura” que permitió a Mariano Rajoy erigirse como jefe de Gobierno en el 2016.  

Si Fuerza Popular está convencida de que “una crisis afecta a todos” y de que el Congreso no tiene “más margen de error”, como ha afirmado Luis Galarreta, esa es la principal oportunidad del Gobierno. ¡Pero pongan el acuerdo por escrito para que se tenga una ruta para poder ‘hacer’!  

Otra oportunidad viene dada por las elecciones regionales y municipales de este año. Considerando que Vizcarra no tiene sucesor ni partido que vaya a ser protagonista en estos comicios, el Ejecutivo podrá tomar una prudente distancia de la discusión política menuda para avanzar con la reconstrucción del norte e intentar algunas reformas alineadas con el Congreso.  

Dentro de las debilidades, resalta empezar a gobernar sin partido propio, con apoyo regional y aliados congresales dudosos, como lo revela el hecho de que el “oficialista” Juan Sheput emplace tan pronto al primer ministro César Villanueva por su posición en la segunda moción de vacancia de Pedro Pablo Kuczynski.  

Otra gran debilidad que se hará notoria dentro de poco es la disparidad de posiciones políticas en el Gabinete. Por ejemplo, cómo empezar una reforma laboral con un ministro de Trabajo que tiene una conocida trayectoria de defensa de los sindicatos (y no de la mayoría de los trabajadores informales).  

En el caso de las amenazas, la necesidad de ejecutar la inversión pública –y de cumplir un pacto político– puede terminar convirtiéndose “en aras de la gobernabilidad” en un ‘by-pass’ para regulaciones absurdas que solo benefician a grupos de interés (¿alguien dijo ganaderos?), y hasta para actos soterrados de corrupción. Por ejemplo, es sabido que muchos congresistas presionan al Ejecutivo para que priorice obras nuevas, aun cuando esto pueda afectar la continuidad de obras en marcha. ¿Será porque la coima está al inicio de las obras y pocas veces después?  

Esperemos que el presidente use sus fortalezas, aproveche las oportunidades, administre sus debilidades y aleje las amenazas para abrir la trocha y poder ‘hacer’.