Guy Debord en su libro “La sociedad del espectáculo” (1967) afirma que vivimos en un mundo de las apariencias, en un mundo realmente invertido, en el que lo verdadero es un momento de lo falso. Interesante lo dicho por el escritor francés si queremos analizar, desde este punto de vista, algunos episodios del actuar de la Policía Nacional en Lima en su afán de luchar contra la delincuencia.
Los operativos policiales para ir detrás de las bandas de delincuentes encajan muy bien en la definición de Debord: “El espectáculo es la afirmación de la apariencia y la afirmación de toda vida humana, es decir social” como simple apariencia. Es una representación que se vuelve falsa la mayoría de las veces.
Hace unos días, la policía anunció que el líder del partido Perú Libre, Vladimir Cerrón, se iba a asilar en la Embajada de Bolivia en Lima o iba en camino a la casa del embajador boliviano. Lejos de las críticas que llovieron después del anuncio a través de las redes sociales y los medios de comunicación por lo contraproducente de estas acciones, si analizamos el hecho desde la teoría de la comunicación, lo que se buscaba en realidad con toda esta apariencia de verdad era demostrar a los ciudadanos que algo efectivo estaba haciendo la PNP para capturar a Cerrón, que ya lleva dos meses y medio prófugo.
Para ello se articula toda la historia de la búsqueda del prófugo con el mensaje “aquí te estamos esperando y te vamos a detener”. Incluso para darle más elementos de verosimilitud a lo comunicado, varios altos oficiales de la PNP se instalaron en las afueras de la puerta principal de la sede diplomática en San Isidro y se difundieron las fotos; sin embargo, por las características de los hechos en que se construía el mensaje, este resultó poco creíble. Usted no avisa al enemigo a menos que lo quiera alertar para ayudarlo, difundo que sé el siguiente paso que vas a tomar para que estés en alerta, o lo planteo como una estrategia de distracción. Pero también hay un ingrediente de espectacularidad, que resulta ser la razón más cándida, la que, para algunos especialistas en temas de gobierno interior, resultó ser un mal consejo del asesor de comunicación de la PNP.
Otro hecho. Una semana antes, el ministro del Interior, Víctor Torres Falcón, acompañado por algunos altos mandos de la PNP, se presentó en la casa de la niña Valeria Vásquez en Comas para integrarse a la historia del rescate y formar parte del reencuentro familiar. El crédito de la liberación, luego de cinco días de zozobra, lo tuvo la Policía Nacional: “La hallamos nosotros y para ello desplegamos a más de 250 efectivos por todo el cono norte”, la encontraron deambulando en un descampado, decía el director de la Dirincri, general PNP Luis Flores. Pero los padres de la niña de 12 años también se atribuían parte del mérito.
Debord señala que el espectáculo se presenta como una enorme positividad indiscutible e inaccesible. No dice más que “lo que aparece es bueno, lo que es bueno aparece”. El medio es a la vez el fin. En “La civilización del espectáculo”, Mario Vargas Llosa precisa que la cultura del espectáculo se ha convertido en un mecanismo de ayuda para distraer al público y los medios de comunicación son los principales promotores. Todo resulta cruel frente a un país que se envuelve en el pesimismo y no cree que la situación se revierta a pesar de los “esfuerzos” de la policía por aparentar lo contrario. Según la última encuesta de Datum para El Comercio, solo un 11% cree que se reducirán los robos y asaltos en las calles. El desenlace final de toda esta representación es el desamparo y el abandono.