(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Alfredo Torres

La información de que la pobreza monetaria en el Perú se incrementó de 20,7% a 21,7% el año pasado desató una lluvia de acusaciones mutuas entre políticos de todas las tendencias. Conforme pasaron los días fueron apareciendo análisis más serios que demuestran que existe una serie de mitos sobre la pobreza que es necesario aclarar si en verdad queremos que esta se reduzca en nuestro país. Veamos los cinco mitos más comunes:

1) “Aumentó la pobreza”: no necesariamente. El cálculo del INEI proviene de una encuesta. La muestra es robusta, pero tiene un margen de error. Como decía Hugo Ñopo, las cifras aportadas por el INEI muestran un empate estadístico entre el 2016 y el 2017. El problema de fondo es que la pobreza monetaria traza una línea engañosa. Una madre soltera con dos niños que gana 40 soles diarios como vendedora ambulante deja de ser pobre según este indicador, pero sin duda tiene una serie de carencias –es probable que no tenga agua en su vivienda– que la ponen en una condición muy vulnerable. Cualquier cálculo multidimensional de la pobreza lleva a tasas más elevadas que el 21,7%.

2) “La pobreza es consecuencia del modelo económico”: falso. La pobreza monetaria se redujo continuamente de 49% en el 2005 a 24% en el 2013, cuando el PBI creció 6% en promedio gracias a un gran dinamismo de la inversión privada. A partir del 2014, el crecimiento promedio del PBI bajó a 3% debido a la continua contracción de la inversión privada. Esta pasó de 23% del PBI en el 2013 a 17% en el 2017.

3) “Para reducir la pobreza hay que aumentar los programas sociales”: falso. Como demostró una investigación de “La República”, los programas sociales (Juntos, Pensión 65, SIS, Qali Warma, etc.) pasaron de S/5.400 millones en el 2016 a S/6.400 millones en el 2017. La cuestión es que la mayoría de estos programas están diseñados para aliviar la pobreza, su objetivo no es reducirla.

4) “Para reducir la pobreza, hay que proteger a los trabajadores”: no necesariamente. Si por protección se entiende leyes que encarezcan la contratación y dificulten el despido, lo que se consigue es reducir la creación de empleos formales. La protección que requieren los trabajadores es capacitación laboral, para facilitar su empleabilidad en diferentes actividades, así como seguridad en el trabajo y seguridad social.

5) “La agricultura es la clave para salir de la pobreza”: falso. Como destacó un informe de “El Comercio”, Cajamarca –la región que rechazó el proyecto Conga en el 2012– es la región más pobre del país. A pesar de tener gran parte de su población dedicada a su hermosa campiña, ha sufrido ya 4 años de recesión y el 47% de su población está bajo la línea de pobreza. Lo contrario de lo ocurrido en Moquegua, una región que explota su riqueza minera y cuya tasa de pobreza bordea el 10%. Otra sería la historia de Cajamarca si se llevasen a cabo Conga, la Granja, Galeno y Michiquillay, que representan una inversión potencial de US$15 mil millones.

En cambio, la afirmación “Salvo el crecimiento, todo es ilusión” no es un mito, sino una realidad. Como sostiene Waldo Mendoza, el crecimiento del PBI permite elevar el ingreso y el empleo de los trabajadores y aumentar la recaudación fiscal para incrementar el gasto social. Lo que también es cierto es que la calidad del gasto y la inversión pública pueden hacer una diferencia. Por ejemplo, invertir en educación pública de calidad o en carreteras que acerquen a los pueblos alejados impacta en la reducción de la pobreza.

Por eso, ha sido muy importante que el primer ministro haya anunciado en su mensaje al Congreso que una de las principales metas del Gobierno es reducir drásticamente la anemia en niños menores de 3 años y mujeres gestantes del 43% actual a 19% en el 2021. La anemia –el problema de salud más importante del mundo, según la OMS– afecta el desarrollo psicomotor y cognitivo de los niños y aumenta el riesgo de enfermedades, así que es indispensable reducirla eficazmente. Lamentablemente, entre el 2011 y el 2014 –durante el gobierno de Humala– la anemia se incrementó de 41,6% a 46,8% y recién en los últimos años se ha logrado revertir parcialmente, hasta el 43% que señala Villanueva.

A estas alturas, ya ninguna persona seria discute que la inversión privada y el crecimiento económico son indispensables para generar empleo y mayores ingresos para los trabajadores, y así sacar a más gente de la pobreza. Lo que es menos evidente es la responsabilidad de los políticos en esta tarea. El populismo parlamentario y la agitación social –contra la minería, por ejemplo– son frenos a la inversión privada y, por consiguiente, a la reducción de la pobreza. Solo con una economía en crecimiento y un Estado que atienda eficazmente las necesidades sociales –reduciendo la anemia, por ejemplo– el Perú avanzará de manera sostenida hacia el desarrollo.