¿Qué les voy a decir tan lejos como me encuentro? Estoy en París, Francia. Después de un viaje en un avión de 400 pasajeros. Algo semejante a una platea de teatro. Fue un viaje no en Air France sino en KLM. ¿Por qué razón? Temimos las interrupciones en el verano europeo de los potentes sindicatos de pilotos de Air France. Ahora bien, excelente servicio pero 12 horas directas a Ámsterdam, una paliza. Pero me quedé fascinado de algo. Ámsterdam como ciudad. Algo más que Venecia, 100 canales, 1.200 puentes, un tramado de cisternas que hace fluir miles de miles de metros cúbicos de agua. Volveré.
Dije lejos del Perú. Sí y no. Porque con Internet uno se entera de lo que dicen los diarios peruanos. De lo que pasa en Twitter. Y puedo ver el desfile militar en Lima. Además, una de mis ex alumnas ha tenido la gentileza de enviarme el discurso completo del presidente Vizcarra de 28 de julio. Pero también puedo contarles cómo he encontrado París, y luego, mi modesta opinión sobre el anuncio del referéndum.
En cuanto a París por unos días, como se comprenderá, siempre me es placentero. Tuve aquí una vida, estudios, me hice de amigos. Pero en otras épocas, no me quedaba en el verano. En estos días, ha hecho 37° de temperatura. ¡Qué calor! ¡Y va a seguir! Fue tan alta que produjo un efecto singular, una granizada, bolas durísimas de hielo. Y por unas horas, la interrupción del metro en estaciones inundadas.
Fuera de este fenómeno, París, gente venida de todos los puntos del planeta. Y sobre todo, de la Europa comunitaria, alemanes, nórdicos, croatas, españoles. Además, he visto muchísimos asiáticos. Está claro que la nueva clase media ha emergido en China como en India. Y por lo visto, viajan. Y van a Occidente. Por curiosidad, por placer. El otro cambio en materia de culturas y origen étnico, la población de color en París. No son turistas ni recién llegados. Son africanos nacidos en Francia, y tienen sus derechos, y son muy numerosos. En donde estamos, en torno a la Plaza de la República, casi solo hay negros. Altos, fornidos, bien vestidos, dedicados al comercio. Y muy educados.
En general, el ánimo que uno encuentra en el París de vacaciones es de satisfacción. Todo el mundo se mira, pero la regla secreta y no dicha es que cada quien hace lo que le parece; en particular, sobre cómo vestirse. Quizá esto sean las verdaderas vacaciones. No llevar casi nada consigo. Un documento de identidad, algo de dinero, y lo que llamaron los franceses desde el siglo XIX (Baudelaire), ir a la libre, flaner (‘pasear’).
En fin, fui a mis librerías preferidas, con gran suerte, cerraban en agosto. Y pude hallar aquellos libros que me son necesarios. Lo confieso, soy de esos que viajan para ver familia, amigos, exposiciones de arte, novedades en ciencia y tecnología. Pero también para encontrar los libros que necesito. Por correo es posible, pero inmensamente caro, e incierto, por la inseguridad de las aduanas. Los libros virtuales, en dominios que me interesan, no circulan.
En cuanto al referéndum, es decir, consultar al pueblo, me parece la decisión más adecuada, oportuna y republicana. Dejé Lima bajo una neblina política y de repente, ¿el presidente Vizcarra decide un gesto que toma en cuenta a los millones de peruanos? ¿Y no solo a los medios y la clase política? Pues ¡qué bien! Sin embargo, tengo muchos otros comentarios sobre esta estupenda decisión. Seguiré en mi próxima crónica.