(Foto: Andina)
(Foto: Andina)
Fernando Rospigliosi

El presidente se libró de ser vacado por el Congreso posiblemente gracias a una negociación con Kenji y Alberto Fujimori. Los diez votos que logró congregar el benjamín de la familia fueron los que decidieron la permanencia de PPK en el Gobierno.

Esta vez PPK volvió a construir y liderar la coalición política más importante del país, el antifujimorismo, vencedor de las elecciones del 2011 y 2016, que ha logrado un nuevo triunfo.

Paradójicamente, el antifujimorismo ha conseguido lo que nadie había podido obtener hasta ahora, el indulto a Alberto Fujimori, que probablemente se producirá en el curso de los próximos días. Porque ahora ya es muy difícil que PPK siga titubeando, dudando y vacilando en concederle esa gracia al ex presidente dado que su situación sigue siendo precaria y esta vez los albertistas ya no le concederán más tiempo para hacerlo.

Algunos creen que PPK ha cambiado y ahora tendrá un comportamiento diferente. En realidad, lo más probable es que siga como antes. El tono enérgico y el discurso antifujimorista duro de los últimos días solo lo ha manifestado en mensajes leídos y ensayados.

Al borde del abismo, ha dejado que algunos asesores lo guíen, pero solo para salvarse de la vacancia. Después volverá a ser el mismo. Así ha ocurrido en varias oportunidades en el último año y medio, durante las sucesivas crisis: censura de Jaime Saavedra, caída de Martín Vizcarra y Alfredo Thorne, hundimiento del Gabinete de Fernando Zavala.

En todas esas ocasiones, y después de vicisitudes como las del Niño costero, se han forjado ilusiones de grandes cambios y han surgido multitud de espontáneos consejeros proporcionando recomendaciones y sugerencias para que el presidente tome un nuevo rumbo que lo salve del desastre. Y siempre PPK, sobreviviente de la crisis del momento, ha vuelto a lo mismo. No hay nada que indique que ahora será diferente.

Su defensa ante el Congreso repitió los débiles e increíbles argumentos que había manifestado antes: que no se enteró de nada, que había una muralla china entre él y su socio y amigo Gerardo Sepúlveda, que a pesar de sus 57 años de experiencia es desprolijo, etc.

En ninguno de sus varios discursos de los últimos días hizo referencia al contexto de las acusaciones, que se dan en el marco del más grande caso de corrupción de los últimos tiempos. Por supuesto, no mencionó que la empresa con la que él y su socio hacían negocios millonarios usaba sistemáticamente los sobornos a funcionarios públicos –utilizando diversos mecanismos– para obtener contratos con el Estado. Y, obviamente, no pudo hacer referencia a cuál ha sido su aporte en la lucha anticorrupción en este proceso, porque no tiene nada que exhibir.

Naturalmente, nada de esto interesa a los partícipes de la coalición antifujimorista, que ya respaldaron a un acusado de violar los derechos humanos –imputación de la cual siguen apareciendo ahora más evidencias– y que no dudan en respaldar a un involucrado en el Caso Lava Jato que ocupa la más alta magistratura de la República.
La torpeza política de los fujimoristas liderados por Keiko contribuyó decisivamente a que se volviera a constituir la coalición que la ha derrotado varias veces. Su pretensión de destituir al fiscal de la Nación y varios miembros del Tribunal Constitucional fue uno de esos desatinos.

Pero quizá el elemento decisivo fue la ausencia de movilizaciones populares antigubernamentales. Como señalé citando a Aníbal Pérez Liñán, ese es el elemento esencial para vacar a un presidente: “Mientras que los escándalos y la política legislativa son claves para explicar el proceso de juicio político, la movilización masiva constituye el factor fundamental que lleva a la remoción de los presidentes de sus cargos”. Cuando eso ocurre, “los políticos oportunistas reconocen rápidamente la necesidad de abandonar el barco del presidente y unirse al campo de la oposición” (“Juicio político al presidente”, 18/11/17).

En esta ocasión, pocos son los que abandonaron el barco, pero de seguro, con masas en las calles, muchos habrían seguido ese camino.
Finalmente, la coalición antifujimorista es eso, anti, y se disolverá muy rápido sobre todo cuando PPK deje de leer discursos y vuelva a ser el mismo.

El fujimorismo ha quedado seriamente fracturado y con Alberto en libertad el liderazgo de Keiko está comprometido. Eso le dará un respiro al Gobierno, pero solo por un tiempo.