La difusión de la ya clásica Encuesta del Poder de “Semana Económica” e Ipsos suscita siempre reflexiones sobre la naturaleza del poder en el Perú. Lo cierto es que más allá de los ocupantes transitorios de los primeros lugares del ránking, lo que existe en la sociedad es un conjunto de fuerzas en permanente interacción, un tejido de “poderes pululantes” como los llamó Fernando de Trazegnies hace veinte años en un ensayo inspirado en esta encuesta que entonces producíamos desde Apoyo.
Como en el Perú los partidos políticos son extremadamente débiles, el poder se atribuye a sus líderes antes que a sus organizaciones, pero la verdad es que el espacio que deberían llenar los partidos en las pugnas por el poder es ocupado en el país por otras fuerzas, algunas destructivas, como el narcotráfico y la minería ilegal; y otras constructivas, como la empresa privada, la tecnocracia y la prensa.
El poder y el prestigio de la prensa peruana son mayores que el que se observa en otras sociedades porque en las últimas décadas del siglo XX afrontó con entereza circunstancias muy adversas. En los setenta soportó clausuras, deportaciones y estatizaciones resistiendo a una dictadura. En los ochenta y noventa sufrió muertes y maltratos enfrentando al terrorismo, las violaciones de derechos humanos y la corrupción. De esas duras experiencias, la prensa peruana salió fortalecida ante la opinión pública.
Aunque algunos periodistas son mezquinos para reconocer los méritos de sus colegas, lo cierto es que la mayoría comparte una serie de convicciones que hacen que la prensa peruana sea muy poderosa cuando se enfrenta unida a las autoridades, especialmente cuando va de la mano de la opinión pública. La primera de estas convicciones es la defensa de la democracia. En eso, hay un consenso muy amplio. Un ejemplo fue cuando logró detener “la repartija” que pretendió hacer el año pasado el Congreso de la República. La segunda convicción es la defensa de la economía de mercado. En este campo hay muchos matices, pero, como lo demostró su reacción ante el intento de compra de la refinería de Repsol en La Pampilla, la gran mayoría se inclina por la promoción de la inversión privada. La tercera es la lucha contra la corrupción. Y este es un área en la cual los periodistas peruanos han hecho y siguen haciendo un aporte invalorable.
Hace 14 años, una valiente denuncia periodística contra Vladimiro Montesinos sobre el tráfico de armas que este hacía para las FARC empujó su caída. Poco después, el video Kouri-Montesinos terminaría de derribar al poderoso asesor presidencial y antes de concluir el turbulento año 2000, Alberto Fujimori huiría del país para refugiarse en Japón, utilizando su nacionalidad nipona, otro hecho denunciado antes por una acuciosa investigación periodística. Los periodistas que se forjaron en la lucha contra Montesinos dejaron huella y hoy su ejemplo es fuente de inspiración para una nueva generación de periodistas que sigue hurgando en los vericuetos del poder y enfrentándose a los émulos de Montesinos que ahora corroen también diversos gobiernos regionales. Los casos López Meneses, César Álvarez y Rodolfo Orellana son algunas de las batallas más recientes en este campo.
La lucha de la prensa contra la corrupción no es fácil porque el crimen organizado también aspira a controlar los medios de comunicación. Montesinos compraba dueños de canales de televisión y diarios chicha. Sus seguidores fundan revistas que simulan defender la justicia o controlan radios en el interior del país que se dedican a la extorsión. La prensa decente y la ciudadanía a través de las redes sociales deben estar alertas para denunciar a estos sujetos que recuerdan al locutor El Sinchi de “Pantaleón y las visitadoras”, novela de Vargas Llosa.
La prensa tiene muchas oportunidades de mejora. En varios medios se cae en el sensacionalismo y el cortoplacismo. La comprensión del funcionamiento de la economía de muchos reporteros suele ser limitado, lo cual lleva a desinformar a la población. A veces se incurre en denuncias ligeras, sin percatarse de los intereses que representan. Y en épocas electorales a muchos les cuesta informar con objetividad. Pero más allá de sus limitaciones, no cabe duda de que la prensa peruana ha hecho muchísimo por el desarrollo del país en las últimas décadas y constituye hoy un baluarte de la democracia y la lucha contra la corrupción.