Escojo el título en inglés siguiendo la costumbre de la mayoría de las tiendas de Larcomar: el idioma universal del consumo, de la tecnología y quizá del análisis de las pasiones humanas: el papel de las mujeres en el espacio político, por ejemplo, que a muchas deja descolocadas, pues propicia la fácil crítica masculina. Las preguntas de fondo, en este tema, son dos: ¿las mujeres que intervienen en política deben fomentar un discurso elaborado desde el punto de vista femenino o, al menos, colocar en la agenda pública temas que les sean propios y cercanos?, ¿la mujer debe participar en política independientemente o está obligada a ser todavía la compañera del hombre, el adorno o la simple moda de lo “políticamente correcto”?
Las críticas a las mujeres son más exigentes porque se parte de la idea de que ellas encarnan y respaldan valores más trascendentales que los hombres, y cuando, en principio, los traicionan, por razones mundanas como el poder o el reconocimiento social, la indignación es mayor. Es el caso de Susana Villarán. ¿Qué hace al lado de Daniel Urresti, un militar comprometido, además, en el crimen del periodista Hugo Bustíos? ¿O qué hace Anel Townsend con Acuña, el empresario universitario iletrado? En ambos casos, el desconcierto se explica porque las dos habrían traicionado sus ideales, sus valores, sobre todo Susana Villarán que como mujer, como alcaldesa, como izquierdista, soportó un tremendo cargamontón de la mayoría de los medios.
¿Pero cuántos hombres llegaron al Congreso en alianzas con diversas tiendas políticas? Carlos Bruce, por ejemplo. Henry Pease, por ejemplo. ¿Vladimiro Huaroc no se fue a la plancha fujimorista? Otra vez me formulo la pregunta: si las mujeres necesitan ir de la mano de un hombre a la fiesta política, ¿eso ayuda a brindar una imagen renovada de la mujer o consolida las posturas más tradicionales colocándola como simple compañía, como si fuesen un jarrón? ¿Solas, en el Perú de hoy, carecen de posibilidades? Las críticas a PPK son de distinto calibre. Aparentemente, Mercedes Aráoz no suma a la plancha, pues tiene el mismo perfil tecnocrático que el candidato. En su caso, ni siquiera va en su condición de mujer. Lourdes Flores y Alan García son la pareja política más dispareja, pues los une el apetito y el interés.
Los extremos, una vez más, se encuentran en sus tajantes diferencias, a pesar de que se influyen. Keiko Fujimori trata de zafarse del eje que representa su padre y ser la eterna primera dama. Verónika Mendoza, desde la izquierda, intenta un renacer y hacerse de un sitio presidiendo la plancha electoral, pero acompañada de colaboradores rivales, sobre todo Arana. No resulta fácil ser hombre, pero es mucho más difícil ser mujer.