"En medio de esa tormenta, las únicas cifras que deben orientar los futuros pasos del Gobierno son las puras y duras que la expansión del COVID-19 registra día a día en el país". (Foto: Peruvian Presidency / AFP)
"En medio de esa tormenta, las únicas cifras que deben orientar los futuros pasos del Gobierno son las puras y duras que la expansión del COVID-19 registra día a día en el país". (Foto: Peruvian Presidency / AFP)
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Editorial El Comercio

“Nosotros no gobernamos mirando las encuestas”, suelen repetir como un mantra los jefes de Estado y mandatarios de todas las épocas y latitudes. Y casi invariablemente, por supuesto, faltan a la verdad. Si fue el respaldo ciudadano el que, a través del voto, los llevó originalmente a la posición que ocupan, la tentación de revisar el incremento o deterioro de ese indicador es para ellos irresistible. Y de ahí a determinar las acciones de su administración en función de lo que esos números revelan hay solo un paso.

No se trata, sin embargo, de una consecuencia inexorable de la lectura de esas cifras. El buen juicio y los datos puros y duros de una determinada situación –económica, climática, de salud, etc.– tendrían que pesar más en los gobernantes que las opiniones de los encuestados, por mayoritarias que sean. Tales opiniones, además, suelen ser cambiantes.

Esta reflexión viene a cuento en este momento por las decisiones que el Ejecutivo tiene que tomar en breve a propósito de la cuarentena y la emergencia en general (y que suponen, inevitablemente, una evaluación de lo hecho hasta ahora), y lo que los últimos sondeos indican al respecto.

Veamos algunos ejemplos. Según la última encuesta de Ipsos publicada por este Diario, la aprobación a la gestión del presidente Vizcarra es del 83% y la del desempeño del Gobierno frente al COVID-19, del 79%. La decisión de haber extendido el aislamiento social obligatorio hasta el 26 de abril, por otra parte, recibe un respaldo del 91%. Y la posibilidad de hacerlo nuevamente luego de esa fecha si el número de personas afectadas continúa creciendo llega al 74%.

Finalmente, el desempeño de la población frente al virus es desaprobado por la propia población en un 79%. Una severa censura, aparentemente, a los que no respetan la orden de inmovilidad social.

La fotografía sugiere, pues, que lo dispuesto por Palacio ha sido un acierto y que si alguien ha fallado en el esquema planteado hemos sido nosotros, los ciudadanos.

No son esas, no obstante, las únicas cifras por considerar. Están también aquellas que nos dicen que las personas que dieron positivo en los exámenes de detección del mal son ya 19.250 (aunque 7.027 de ellas ya fueron dadas de alta), que las hospitalizadas suman 2.434 y que 396 de ellas reciben ventilación mecánica en las unidades de cuidados intensivos (UCI), un recurso escaso en el país, pues de acuerdo con los reportes más recientes solo disponemos de 525 “camas” de esas características en el ámbito nacional.

El número de víctimas mortales, por último, asciende ya a 530.

Hay, pues, cifras y cifras; y es en ese marco que el Ejecutivo tiene que resolver sus próximos movimientos. Las encuestas podrían hacer sentir al presidente que está en un falso cielo, donde todo lo que dispone es aclamado por una mayoría de peruanos angustiados por la situación actual y cualquier cosa que no funcione es cargada a la cuenta de los que lo desobedecen. Pero esa realidad no solo puede, sino que va a cambiar. Si la situación sigue tornándose sombría, tanto en lo que a la curva de la epidemia como en lo que a la economía se refiere, la ciudadanía tenderá a desplazar su percepción de las responsabilidades hacia quien conduce la batalla. Máxime si la información oficial sobre el particular es, como ocurre entre nosotros, morosa y confusa.

En medio de esa tormenta, las únicas cifras que deben orientar los futuros pasos del Gobierno son las puras y duras que la expansión del COVID-19 registra día a día en el país. Así, aunque los porcentajes en las encuestas insinúen lo contrario, quedará la conciencia de que se hizo en cada momento lo mejor posible de acuerdo con la información con la que se contaba en ese instante.

No es otra la actitud que demandamos de quien ostenta el poder en esta hora dramática.

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