Editorial: Demasiados cocineros...
Editorial: Demasiados cocineros...
Redacción EC

Hace algunos días, el ministro de Transportes y Comunicaciones, , aseguró que existe en el gobierno la intención de crear una autoridad única de transportes de Lima y el Callao. De concretarse esta propuesta, tendríamos una entidad similar a las que actualmente existe en ciudades como Bogotá, Santiago o Londres, que en nuestro caso podría coordinar temas para los que hoy son competentes de forma desarticulada el , el Ministerio de Vivienda, el Ministerio del Interior, la Policía Nacional del Perú, el , la , la (MML), la (MPC) y las municipalidades distritales.

Para empezar, un organismo de este tipo resultaría útil para aliviar uno de los problemas que se ha hecho más evidente a raíz de la seguidilla de accidentes de tránsito de las últimas semanas: la poca fiscalización existente a las sanciones impuestas por infracciones vehiculares. En efecto, en estos días no solo nos enteramos de que en Lima circulan choferes con más de cien papeletas y empresas con millonarias multas sin pagar, sino también que ninguna autoridad parece querer hacerse responsable de este problema. Cuando, hace algunas semanas, este Diario le preguntó al MTC por qué no se toman mejores acciones para que las empresas que usan choferes irresponsables salgan del mercado, este respondió que la MML era, de la mano de la policía, la encargada de expulsar a estas empresas. Según la MML, sin embargo, la historia es otra y la responsabilidad sería más bien del MTC y de la policía. Esta descoordinación, en parte, explicaría cómo a pesar de que desde el 2009 el ha suspendido más de 26 mil licencias por exceder el límite de infracciones, la mayoría de estos irresponsables choferes siguen en las calles.

Esta repartición inorgánica de competencias sobre el transporte también ha afectado la reforma del servicio de taxis en la capital. Recordemos que esta última incluyó un proceso de empadronamiento a los vehículos que cumplieran una serie de requisitos exigidos por la MML. Vencido el plazo, sin embargo, la MPC anunció que quienes no lo hubieran hecho podrían empadronarse en su municipio para seguir operando en Lima, lo que significó un serio retroceso para la reforma. La historia, por lo demás, se repitió hace algunos meses, cuando venció el plazo para que los taxis empadronados regularizaran su modalidad de servicio.

Esta misma desarticulación, por lo demás, explica que los proyectos del Metropolitano II y de la Línea 2 del Metro de Lima se hayan superpuesto (por descoordinación esta vez entre el gobierno central y la MML) en un 95% en su diseño original. Y también es la razón de que este año el anuncio de la MML de que la avenida Arequipa sería usada solamente por vehículos de transporte público haya venido acompañado de quejas de varios de los municipios distritales afectados. Miraflores, por ejemplo, aseguró que se enteró de esto solamente por la prensa, mientras que San Isidro señaló que la medida haría que colapsasen 15 calles internas debido al desvío de los vehículos privados. Esto, aparentemente, motivó que se aborte la iniciativa.

Es cierto que, en general, las autoridades parecen estar tomándose más en serio el problema del transporte en la ciudad. Prueba de ello es que, hace pocos días, el gobierno dispuso una serie de medidas que buscan frenar la ola de accidentes, por ejemplo, que los conductores sean sancionados más severamente por las infracciones de tránsito y que los choferes de servicio público no tengan beneficios por pago anticipado. También se ha establecido que las empresas de transporte público estén obligadas a verificar que los conductores que trabajen para ellas o estén afiliados no tengan más de un determinado número de puntos producto de infracciones de tránsito, pudiendo ser sancionados incluso con la cancelación de una ruta. 

Sin duda, parece que el gobierno está tomando los pasos correctos. Sin embargo, para lograr realmente solucionar el problema de la descoordinación, es imperante crear una autoridad única de transportes. No en vano, como dice el dicho, demasiados cocineros malogran el caldo.