Editorial: Lucha de clases
Editorial: Lucha de clases

La confrontación entre los sectores nucleados alrededor de Marco Arana y Verónika Mendoza en el interior del Frente Amplio (FA) ha alcanzado en estos días nuevos decibeles. A raíz de la controversia desatada por la forma en que el congresista Jorge Castro fue designado como representante de la bancada izquierdista en la Comisión Lava Jato y su apoyo a la elección del parlamentario fujimorista Víctor Albrecht como presidente de la misma, la hostilidad entre esas dos facciones –que pueden ser identificadas como Tierra y Libertad y Nuevo Perú, respectivamente– ha llegado al punto en que las cartas notariales se cruzan con descalificaciones poco argumentadas, que revelan en última instancia una dimensión hasta ahora no advertida de esta lucha interna.

El sábado pasado, efectivamente, la congresista Marisa Glave (identificada con el grupo de Mendoza) dirigió a Castro (integrante del ala ‘aranista’) una carta notarial en la que le solicitó rectificar las “afirmaciones falsas” que había vertido contra ella a propósito de varios asuntos relacionados con la conformación de la referida comisión, y a la que este ha respondido declarando a los medios no solo que no se rectificará, sino definiendo el conflicto que los enfrenta como un problema de “visiones en choque”. 

“Nosotros somos descentralistas y eso marca una diferencia entre la capital y el Perú en su conjunto. Hay personas que creen que Lima debe estar por encima de todo”, afirmó en entrevista a este Diario publicada hace dos días. Pero más tarde, en una entrevista radial, aderezó esta delimitación del campo de batalla con calificativos o fórmulas como “caviaritos” o “hijos de papacito”, en clara alusión a la remitente de la carta y a los integrantes de Nuevo Perú en general.

En una entrevista a Canal N de la semana pasada, además, Castro había postulado ya esta división entre provincianos y limeños en el interior del FA. Y en ella, sumó a la propia Verónika Mendoza –que es cusqueña– a la lista de los capitalinos ‘caviares’. “El hecho es que muchos provincianos llegan a Lima y se sienten más limeños [que aquellos que en efecto lo son]”, contestó a una pregunta directa sobre la aparente contradicción que entrañaba su segmentación.

Y al hacerlo, dejó entrever que, en realidad, el corte tenía raíces más sociales que geográficas. ‘Limeño’ o ‘caviar’ funcionan evidentemente en su discurso como expresiones que aluden a los círculos culturales o socioeconómicos en los que se mueven los individuos, antes que a su lugar de nacimiento. Lo que, al parecer, condena de origen sus posiciones en cualquier debate. 

Castro, por lo demás, no está solo en este particular ejercicio disyuntivo. En noviembre pasado, el mismo Marco Arana se refirió también a la renuncia de personas como Pedro Francke o Marisa Glave a Tierra y Libertad (con la finalidad de formar Nuevo Perú) como una circunstancia en la que habían ‘jugado’ factores como “los espacios más de relaciones sociales, universidades [y] centros laborales compartidos”. E interrogado sobre si acaso quería decir que esos ex correligionarios pertenecían a “una izquierda más pituca”, comentó: “Bueno, algunos compañeros lo perciben así”. Y agregó: “Las mismas distancias que separan a Lima de provincias en un país altamente centralista se reproducen dentro de nosotros”.

Vista así, la fractura en el interior del FA revela, como decíamos al principio, una nueva dimensión. Una, en concreto, en la que la concepción ‘clasista’ que solía dominar la ideología de los partidos marxistas encuentra una expresión algo más tosca, pero igualmente determinista.

Será interesante escuchar cómo responden desde Nuevo Perú a este cargo que equivale a un ‘pecado de origen’; y también observar cómo se las arreglan para mantenerse dentro de una misma bancada con Tierra y Libertad en medio de esta rediviva lucha de clases.

Pero, sobre todo, será importante tener presente la vigencia que conservan estas ideas en el FA la próxima vez que se presenten a unas elecciones.