Luego de meses de preparación y expectativa, hoy al fin se celebrarán las elecciones subnacionales que determinarán los destinos de las regiones, provincias y distritos de todo el país por los siguientes cuatro años.
Quizá, sin embargo, la frase es excesiva. En cuanto a la preparación que han demostrado las organizaciones políticas para este evento, esta ha sido sumamente deficiente y, en consecuencia, buena parte de los aspirantes a cargos de elección popular sustituyen en denuncias y escándalos lo que les falta en ideas y experiencia. Solo en la ciudad de Lima, 41 de los 42 distritos tienen más de un candidato con denuncias policiales.
Y si la preparación para la campaña no fue ejemplar, las expectativas tampoco sobraron. Muchos ciudadanos definieron su voto en los últimos días, y muchos otros lo definirán seguramente hoy. Para más de uno, ni siquiera se trataba de la doctrina nacional del voto por el ‘mal menor’; es que no se había prestado suficiente atención entre qué males se podía escoger.
Pero cometen un serio error quienes toman con indiferencia, cinismo o resignación la votación de hoy. Aunque las elecciones nacionales –en las que se escoge a la plancha presidencial y al Congreso– llaman mucho más la atención que las subnacionales, son estas segundas las que determinan la relación más estrecha del Estado con los ciudadanos. El transporte urbano, la limpieza pública, los permisos para diversas actividades cotidianas, la construcción y mantenimiento de vías, la provisión de agua y varios asuntos que están íntimamente ligados al día a día de la población dependen de los alcaldes y gobernadores. Por supuesto, esto no es ninguna casualidad: uno de los objetivos centrales del proceso de descentralización fue precisamente acercar al aparato estatal a las necesidades de la gente, y sobre ese punto se vota hoy.
No obstante, a pesar de las enormes responsabilidades asumidas, el país no se ha tomado demasiado en serio este proceso. Los alcaldes y gobernadores deben ejecutar dos de cada tres soles destinados a la inversión pública, lo que ilustra la gravedad de elegir mal. Aun así, todos los gobernadores regionales actuales tienen investigaciones fiscales activas, mientras que seis de los elegidos en las elecciones del 2018 han sido suspendidos.
Si los partidos políticos no han podido o no han querido aplicar filtros básicos que aseguren una oferta electoral aceptable, los ciudadanos tendremos que tener mucho más cuidado para no elegir entre incompetentes e inmorales. Si se avanza en un campo minado, en otras palabras, se debe prestar mucha más atención a cada paso que cuando las opciones por elegir han sido previamente espulgadas. Y eso solo se logra a través de un voto informado.
A pesar de todos los sinsabores descritos, no debe perderse de vista que la jornada de hoy es una de celebración democrática. Como tal, recae también responsabilidad en los propios candidatos para saber ganar o saber perder según las reglas establecidas, sin adelantarse a los resultados oficiales ni cuestionarlos sin prueba. Poco puede hacer más daño a la institucionalidad que intentar deslegitimar un proceso electoral.
Mañana el país amanecerá con nuevas autoridades electas (salvo en las regiones en las que haga falta celebrar una segunda vuelta) que estarán en el cargo por los próximos cuatro años. No queda ya más tiempo para la preparación y la expectativa, pero sí un último llamado para votar con la conciencia de que está en manos de nosotros ciudadanos, y de nadie más, lo que suceda o deje de suceder en nuestras propias comunidades.