Perú ganó su primera definición por penales en la historia. (Foto: AFP)
Perú ganó su primera definición por penales en la historia. (Foto: AFP)
Editorial El Comercio

Decía el argentino Jorge Valdano –quien además de campeón del mundo en 1986 fue, según su compatriota Hernán Casciari, un ávido lector de novelas de aventuras y escritor de cuentos cortos– que el fútbol era “la cosa más importante de entre las cosas menos importantes”. La frase, a primera vista, podría sonar pretenciosa, si no tuviera el pequeño problema de haber sido confirmada por la realidad. Y varias veces.

Piénsese si no, por citar dos ejemplos límite, en los cientos de sirios que salieron de sus casas para festejar la clasificación de su seleccionado al repechaje para el , en medio de edificios derruidos por una sangrienta guerra civil que viene durando ya ocho años y que ha acabado con la vida de 370.000 personas. O, sin ir tan lejos, en la efusividad con la que los venezolanos celebraron el pase de su selección Sub 20 a la final del mundo en el 2017, mientras sus ciudadanos protestaban contra la dictadura chavista, y que el técnico de la categoría, Rafael Dudamel, sentenció con una frase descarnada: “Hoy la alegría nos la ha dado un chico de 17 años, y ayer murió uno de 17. Por favor, paren ya las armas”.

Y es que el fútbol pareciera estar impregnado de esa cualidad mística que hace que millones sonrían, se abracen y festejen aun en los trances más aciagos.

Nuestro país, por supuesto, no ha sido ajeno a este fenómeno. Difícil creer que, en una coyuntura donde los indicadores económicos no acompañan, donde las noticias políticas se agotan en las rencillas entre dos poderes del Estado, donde las denuncias de corrupción salpican a muchísimas autoridades y donde las reformas parecieran morir antes siquiera de empezarse, todavía le queden a uno razones para celebrar. Y, sin embargo, aquí estamos, jubilosos y agradecidos ante un grupo que, después de habernos dado ya una clasificación a una Copa del Mundo, nos ha regalado ahora otra final de luego de 44 años.

¿Qué explica el éxito de este equipo? En realidad, no hay que ser un rabdomante para notarlo.

Está, en primer lugar, la continuidad de un proyecto que se inició en el 2015 y en el que se siguió confiando aun cuando los malos momentos arreciaron –por ejemplo, tras el poco auspicioso inicio de las Eliminatorias para Rusia o con los resultados poco halagüeños previos al torneo continental–. No en vano, se ha convertido ya en el entrenador más duradero de toda la historia de nuestra selección de fútbol.

Una continuidad que, a su vez, se nutrió de un grupo de jugadores solidarios y resilientes, que respondieron a las voces críticas con actuaciones sobre el césped, que confiaron en sus capacidades y en que era posible lograr lo extraordinario, y que entendieron que en el fútbol, como afirmó el ex goleador del Real Madrid, Alfredo Di Stéfano, ningún jugador es tan bueno como todos juntos.

Una selección que, nunca está de más decirlo, no se dejó afectar por los problemas extradeportivos, como de la federación o el tinglado que surgió en torno a la sanción contra , ni se contagió de muchos de los males de los que adolece nuestro balompié a nivel interno.

Una selección, en fin, que nos ha dado a los millones de peruanos, en estos tiempos en los que nos cuesta muchísimo ponernos de acuerdo hasta en las cosas más mínimas, el orgullo de volver a desencajonar la bandera, de volver a enfundarnos la camiseta blanquirroja y de sentirnos parte de una multitud en la que todos tiramos juntos hacia el mismo lado.

Esa unión nacional y esa confianza en nuestros compatriotas es la lección más grande que nos ha dado esta selección. Fruto, claro está, de la causalidad y no de esa palabra homófona a la que tantas veces adjudicábamos nuestros éxitos esporádicos. Eso, desde ya, es lo que hace a este grupo un innegable ganador. Y depende de nosotros que no nos lo quiten nunca más.