En Permiso para sentir, Alfredo Bryce escribe: “Aquel caballero era una dama, y terminamos abrazados y cediéndonos el paso…” (Lima 2005, p. 379). Esta aparente contradicción entre caballero y dama no llama la atención en la lengua culta del Perú y otros países de la América hispana, porque la locución verbal ser una dama tiene el sentido figurado de “ser un hombre de modales refinados” (Diccionario de americanismos, ASALE, 2010).