Asesinos S.A., por Mariella Balbi
Asesinos S.A., por Mariella Balbi
Mariella Balbi

Poco hizo este gobierno por la seguridad ciudadana. A esa lamentable inacción se ha sumado una descomposición de la sociedad. La vida ciudadana se ve invadida por cacos especializados en su ‘nicho’ de mercado y un abultado número de ministros del Interior que pedalean en el cargo, muchos sujetos a presiones de ese oscuro círculo que rodea al presidente Humala.

Recordar es vivir. La influencia del supuestamente ex asesor Adrián Villafuerte y la presencia de Iván Vega, hoy en el Ministerio de Defensa, indicaban que eran ellos, en representación de Palacio de Gobierno, los ministros en la sombra. El Caso López Meneses, aún no aclarado en el ámbito judicial, terminó con ese reinado.

La sensación de inseguridad se incrementa y deja de ser una percepción porque todos los días vemos que matan a quemarropa a esforzados peruanos por un celular o una alicaída billetera que no fue entregada inmediatamente al ladrón. Asesinan a tres seres humanos por cinco mil soles y el encargo de matar parece ser un oficio con demanda en el mercado del crimen.

El programa televisivo “Panorama” mostró la preocupante y surrealista situación –aunque es la pura realidad– del penal Castro Castro, más conocido como Lurigancho por ubicarse en el distrito de San Juan de Lurigancho (SJL). La autoconstrucción de ‘celdas’, la existencia de carpas, la práctica polea que sube lo necesario a los techos ocupados es algo alucinante. El mercadillo persa, antesala al ingreso donde se comercia de todo pero principalmente celulares (incluye ingreso) es indignante.

Esta caricatura de prisión parece haberse instalado en este régimen. Resulta comprensible entonces que en el distrito de San Juan de Lurigancho la extorsión haga su agosto todo el año y vaya en aumento. Ni en los lugares sojuzgados por el criminal Estado Islámico ocurre que se arrojen granadas tipo piña a un colegio. Inédito en los anales de la pedagogía mundial.

El ataque, cierto, es a colegios privados, lo que no exime al Ministerio de Educación en asumir una responsabilidad ante la formación de los jóvenes, bajo su burocracia o no. No hay contenidos anticrimen, menos una campaña de valores en los colegios. De ahí salen los sicarios. Abandonan la escuela porque poco les ofrece y el hampa es más acogedora.

La política educativa, que cuenta con recursos, no fomenta institutos tecnológicos estatales, y los privados, que no son suficientes, pueden ser onerosos. Tampoco tenemos un programa que encauce a las pandillas y que permita a sus integrantes salir del crimen. Estamos creando psicópatas en cantidades industriales ante la indiferencia del gobierno. 

Escuchar al hampón ‘Loco Darwin’ –capo de la mafiosa banda Los Malditos de Huáscar (SJL)– extorsionar a una persona telefónicamente produce escalofríos. Le dice: “Oye, huevón, no tienes miedo que te meta un plomo en tu vivienda, perro”. Y se despide espetándoles: “No quieres colaborar por las buenas, me despido. Que en paz descanses”.

La delincuencia ya no tiene límites. Hay que reconocer que es hábil y tecnificada. Hasta la policía, por lo menos la de San Juan de Lurigancho, pasaba datos de las investigaciones a los capos del crimen distrital. Por eso el actual ministro del Interior optó por la rotación. El desborde criminal está en todo el país. Los ataques electorales apuntan a cuánto más o menos son los candidatos. A la ciudadanía la inseguridad la agobia y no quiere medidas ‘militaroides’, sí reales.