(Ilustración: Mónica González).
(Ilustración: Mónica González).
Mario Ghibellini

El fin de semana pasado, varias organizaciones de izquierda se dieron cita en Huancayo con el propósito de “sentar las bases de un proyecto democrático, popular y ciudadano que le ofrezca al país una alternativa política y una salida democrática y constituyente a la crisis actual”. Es decir, forjar una alianza para las elecciones del 2021.

Entre ellas, estuvo , movimiento liderado por que, como se sabe, no tiene inscripción en el JNE.

Ofició de anfitrión del evento , flamante gobernador regional de Junín y líder del partido Perú Libertario que, por esos contrastes de la vida, sí cuenta con la ansiada inscripción.

Pues bien, la reunión, que tuvo lugar ante un nutrido auditorio, estuvo plena de discursos vibrantes sobre la necesidad de refundar la nación y no desdeñó ese clásico momento, entre teatral y deportivo, en el que los representantes de distintas organizaciones que buscan llegar a un acuerdo se levantan unos a otros los brazos en señal de reconocimiento de la grandeza ajena. Y, por esas coincidencias de la vida, a la señora Mendoza le tocó alzar el brazo de Cerrón.

La imagen, de cualquier forma, graficó bastante bien lo que ya estaba sobreentendido con la sola concurrencia de Nuevo Perú al cónclave. Esto es, que tanto ese movimiento como quien lo encabeza consideran al gobernador regional de Junín y a su partido dignos aspirantes a ser aliados suyos en los próximos comicios.

Y ahí es donde empiezan los problemas, porque Cerrón ha lanzado últimamente unos brulotes discriminadores que no se condicen para nada con la vocación inclusiva y paritaria de la que machaconamente hacen alarde Verónika y sus prosélitos.

—‘Pogrom’ de gobierno—

Como preludio a la auténtica perla racista del líder de Perú Libertario, cabe recordar que, en las recientes elecciones municipales, su partido llevó como candidato a la alcaldía de Lima a Ricardo Belmont, quien desplegó durante la campaña un discurso que osciló entre la xenofobia contra los migrantes venezolanos y el machismo de caricatura.

En consonancia, pues, con el espíritu de esa postulación, Cerrón, que es médico de profesión, escribió semanas atrás en su cuenta de Twitter: “Si la izquierda articula bien su unidad, enfrentará a los poderes judío-peruanos en las próximas elecciones generales con éxito”... Una frase que hace pensar que habría estado leyendo últimamente algunos apuntes de su colega, el doctor Mengele.

Tras la tormenta que su comentario desató, el gobernador regional de Junín hizo desde luego la parodia de un ofrecimiento de excusas y, en una carta dirigida al representante del Comité de Relaciones Humanas de la Asociación Judía del Perú, dijo haberse referido “posiblemente de manera inapropiada” a esa comunidad, y agregó que, si la referencia había sido tomada “con preocupación”, expresaba disculpas. Si no, cabe deducir, no expresaba nada. La verdad es que mejor se hubiera quedado callado…

¿Cómo hará a partir de ahora Cerrón para convencer a la ciudadanía de que, en lugar de un programa de gobierno, no está preparando para el 2021 un ‘pogrom’ de gobierno? Difícil tarea, pero lo más complicado de todo es cómo van a hacer los de Nuevo Perú –y singularmente Verónika Mendoza, que levantó el brazo con él– para persuadir a los electores de que, a pesar de que lo juzgan un aliado potable, su antisemitismo no los contagia.

La fórmula ensayada por la congresista Indira Huilca esta semana –“las agrupaciones no tienen por qué asumir ese tipo de comentarios [de sus líderes] como si fueran sus principios”– no parece ciertamente la más iluminada, pues con esa presunción podrían haberse aliado, haciendo un salto en la historia, hasta con el partido nazi: no fuera a ser que Hitler estuviese expresando sus ideas a título personal.

El asunto, además, resulta particularmente enojoso para Nuevo Perú habida cuenta de la beatería con que practica su presunto credo antidiscriminador en otros terrenos. Como, por ejemplo, en el reciente debate parlamentario sobre el criterio que debía consignarse en la Ley Orgánica de la Junta Nacional de Justicia para elegir a sus integrantes. En ese trance, la bancada de los seguidores de Mendoza se la jugó hasta el final por imponer la paridad de género sobre la meritocracia, pero en este otro, no dice nada.

¿Qué debemos entender? ¿Que para ellos la marginación de las mujeres y los pueblos originarios es aborrecible pero la de la comunidad hebrea pasa piola? Sería, a decir verdad, toda una nueva acepción de la expresión ‘discriminación positiva’.

—Salvo la inscripción…—

Obtusos como son para entender que sus melindres con el chavismo los arruinan políticamente, no creemos sin embargo que lo aparatoso de esta contradicción se les escape. La explicación de la disposición a asumir ‘el activo y el pasivo’ de Cerrón y Perú Libertario en una eventual alianza tiene que estar, entonces, en otro lado.

Y en realidad, no hace falta discurrir muy sutilmente para descubrirlo. La solución del acertijo está, en opinión de esta pequeña columna, en la ya mencionada inscripción electoral, que la organización del gobernador regional de Junín tiene, mientras que Verónika y sus forofos, no.

Las opciones de la señora Mendoza para poder postular como candidata de izquierda en el 2021, en consecuencia, son arrimarse al Frente Amplio (del que viene huyendo por sus pugnas con Arana), a Juntos por el Perú y el Partido Humanista (donde tendría que someterse a una competencia interna y transar con Yehude Simon) o bancarse la pequeña fobia antisemita de Cerrón. Y, según parece, ha optado por esto último.

Una decisión costosa, pero que, después de todo, no carecería de un cierto pedigrí zurdo porque, parafraseando a Lenin, la líder de Nuevo Perú podría decir que, salvo la inscripción, todo es ilusión.