El 26 de enero de 1983, cuando ocho periodistas y un guía fueron asesinados en Uchuraccay (Huanta), acusados de ser miembros de Sendero Luminoso, los lugareños tenían cuatro tiendas, tocadiscos, máquinas de coser y un modesto Dodge que transitaba por sus calles. Hoy, cuando han pasado más de tres décadas desde el crimen, hay nuevas tiendas, artefactos y algunos otros carros. Sin embargo, nada parece sacar al pueblo de la pobreza, de los malos recuerdos y sobre todo del dolor de quienes vieron a los suyos masacrados por la violencia.
“La tragedia de Uchuraccay es que nada ha cambiado. Sigue con presencia mínima del Estado, en desventaja competitiva con la costa e incluso con Huamanga, en la misma Ayacucho”, afirma el periodista y escritor Jaime Tipe, quien junto a su hermano y colega Víctor acaba de publicar "Uchuraccay: el pueblo donde morían los que llegaban a pie", la más reciente investigación sobre este caso.
— ¿A qué conclusiones llegó su investigación?
Víctor: Lo de Uchuraccay no fue una situación inesperada. Respondió a un contexto que, desde diciembre de 1982, hacía preveer que la población se levantaría contra Sendero porque había asesinado al presidente de la comunidad.
— En el libro hay documentos y testimonios sobre ello.
Jaime: Sí. El 2007, para su tesis en la U. de Wisconsin, el historiador Ponciano del Pino encontró un acta del 1 de enero de 1983, en la que la comunidad acuerda enfrentarse a Sendero. Ese día había llegado una patrulla [de las Fuerzas Armadas], que los insta a atacar a todos los que lleguen a pie. Para entonces, en Huaychao, a donde iban los periodistas, ya se había matado a 7 senderistas; nunca hubo ningún detenido. Cinco días antes de su propia muerte, los periodistas dieron cuenta de que en Uchuraccay habían matado a 5 más.
— ¿Prueba esto que los comuneros no confundieron a los periodistas con subversivos?
Jaime: Sí. No fue una reacción respaldada en la confusión. Sonó hasta gracioso, por ser generoso con el Estado, cuando se dijo que la gente confundió una cámara con un arma. Ucharaccay temía represalias por atacar a esos 5 senderistas. Inducidos o motivados por las FF.AA, acordaron rechazar a Sendero y ser inimputables.
Víctor: La impunidad tuvo respaldo político. Los militares enviaban a constatar esas muertes, pero no a detener a los responsables. El presidente Belaúnde felicitó públicamente a los comuneros de Huaychao por asesinar senderistas.
— ¿Cómo ve Uchuraccay esta parte de su historia?
Jaime: Es un estigma. Son tan conscientes de él que, cada año en la romería al mausoleo de los periodistas, piden perdón. Las nuevas generaciones siguen ese ejemplo. No lo van a olvidar porque les marcó la vida para bien, al visibilizar las condiciones extremas en que vivían, y para mal porque después de esos sucesos Sendero hizo asesinatos selectivos. La Comisión de la Verdad estableció que 135 comuneros murieron por esta violencia.
— ¿Qué podría aprender el país de esta historia?
Víctor: Memoria. No regresemos al pasado con ideas como Movadef [Movimiento por Amnistía y Derechos Fundamentales], que con un discurso moderado dice más de lo mismo. Quienes no sepan que ocurrió en el Perú por la violencia, podrían encontrar aquí relatos que no deberíamos revivir.