Congresistas y dirigentes apristas acompañaron el recorrido del féretro del ex presidente Alan García. (Foto: Anthony Niño de Guzmán / GEC)
Congresistas y dirigentes apristas acompañaron el recorrido del féretro del ex presidente Alan García. (Foto: Anthony Niño de Guzmán / GEC)

Por Eduardo Dargent Bocanegra

El Apra ha tomado un camino de autodestrucción. Con su agresiva e irresponsable reacción frente a las investigaciones contra su dirigencia ha hecho una apuesta que será muy costosa políticamente. Una cosa es despedir a un líder querido, dándole el beneficio de la duda. Otra muy diferente utilizar una situación trágica para buscar limpiarlo de culpa y atacar a los rivales y fiscales.

El día del suicidio de García ya se sabía que Luis Nava era sindicado como el receptor de los fondos depositados en la cuenta de Miguel Atala en Andorra. No es cualquiera. Nava era una persona de total confianza de García. Reconocido por los propios apristas como quien controlaba el acceso a Palacio. Además, fue nombrado ministro en los últimos meses del gobierno en lo que hoy se lee como un claro blindaje. La noticia confirmaba que tanto decreto de urgencia y cercanía con Odebrecht no pasaban por una preocupación por la infraestructura del país.

Si no bastaban los datos que ya teníamos, que eran abundantes, esas revelaciones dejaban poco margen para la defensa de un Alan ajeno a los hechos. Ante similar evidencia en el caso de un rival político, digamos Ollanta Humala, ¿usted cree que Mauricio Mulder o Javier Velásquez denunciarían conspiraciones y manipulaciones? ¿O sacarían el cuchillo y tenedor para devorarlo?

Por defender al fallecido, olvidaron la autocrítica y al partido. En vez de reconocer la bomba atómica que Nava representaba, se hizo uso de un funeral para exculpar. Y atacar. Se responsabilizó a todo el mundo por un suicidio, desde fiscales, hasta opositores, pasando por opinólogos. Y luego se intentó manipular las declaraciones de Barata para declarar inocencias. Alguno llegó al absurdo de marcar distancia de Nava, como se hizo en su momento con Agustín Mantilla. Queda claro de ese 82% (Instituto de Estudios Peruanos) que cree que Alan se suicidó para escapar de la justicia que la estrategia no funcionó.

La estrategia es costosa y lo irán descubriendo mientras pasa el tiempo. Han construido un escenario en el que todo lo que venga será contrastado con los dichos de esos días. Las declaraciones de Barata la semana pasada, y las de Atala y Nava Mendiola hace pocos días, ya no solo golpean el legado de García. Gracias a la actitud de la cúpula, cada nueva revelación será un recordatorio de su altisonancia y negacionismo. Sus silencios de la semana pasada y la penosa conferencia de prensa de ayer muestran que ya lo están reconociendo. Una vez más, Alan García fue para ellos más importante que el Apra.

Para ser sincero, no me sorprende. De esa cúpula es poco lo que se puede esperar. Nunca controlaron a García, aceptaron el papel de segundones y decidieron caer con él. Habrá razones de todo tipo, desde miedo a las investigaciones hasta formas de lealtad trastocadas.

Pero los apristas honestos y comprometidos, que los hay y los he conocido, harían bien en cuestionar esta narrativa. Si quieren un futuro, deben demostrar que son algo distinto, mejor, que lo que hemos visto. La unidad que pregonan los de arriba es la mejor receta para su extinción. Les queda el deber del parricidio.