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Fernando Vivas

Entre tantos nombres manchados en los últimos días, hay que rescatar uno para analizar en qué diablos se habría metido: , ex primer ministro de , ‘codinome’ ‘Curriculum Vita’ según trascendidos de Jorge Barata, habría recibido dos pagos de US$30 mil asociados al proyecto de la carretera Cuñumbuque-Zapatero-San José de Sisa, ejecutados –el asfaltado y los desembolsos– cuando era presidente regional de San Martín.

Antes de ver cómo llegó al gobierno de Vizcarra y pechó al Congreso en nombre de la reforma política y –¡qué roche!– de la lucha anticorrupción, veamos cómo llegó a esa carretera de 45 km en el corazón de una región que había estado enervada por la coca.

Villanueva Arévalo (Tarapoto, 1946) estudió la primaria en su ciudad natal, pasó al colegio Guadalupe en Lima y estudió Administración en la Universidad Federico Villarreal.

Hombre de izquierda (postuló sin éxito al Congreso en la lista de Alfonso Barrantes en 1985), se corrió hacia el centro, fundó su propio movimiento regional y, por fin, llegó a la presidencia regional en el 2007.

Práctico y planificador (trabajó en el extinto Instituto Nacional de Planificación), convocó a técnicos limeños para que lo asesoraran y logró, en pocas temporadas, que se hablara del “milagro de San Martín”.

Entre el 2006 y el 2011–leo en un informe del grupo Propuesta Ciudadana–, la región experimentó un extraordinario crecimiento que duplicó algunos promedios nacionales. Por ejemplo, el ingreso por habitante creció en 115% frente al 46% nacional y el empleo adecuado subió en 185% frente al 82% nacional.

La producción de cacao, en ese mismo lapso del 2006 al 2011, aumentó en 252%. Ese dato es el toque místico del milagro, pues coincide con la erradicación de cultivos de coca. Sin embargo, faltaba algo mucho más concreto en San Martín, infraestructura y conectividad vial, y lo sabían asesores como Raúl Molina, quien años después fue su jefe de gabinete en los tres meses y medio que estuvo en la PCM de Humala (del 31 de octubre del 2013 al 24 de febrero del 2014) y su viceministro de Gobernanza, cuando fue primer ministro de Vizcarra (Molina sigue en el cargo).

Siguiendo el razonamiento planificador, el gobierno con sede en Moyobamba apostó por pavimentar una carretera en el valle del Bajo Mayo para ayudar al transporte de esos productos –cacao, café, frutales– que habían conquistado otro récord para la región: ser la de mayor crecimiento agrícola. Y, ¡zas!, Odebrecht se hizo cargo y suscribió el contrato de ejecución el 10 de diciembre del 2008. Y el exitoso presidente regional, que ya era un ‘celebrity’ en el gremio de las autoridades regionales antes de Vizcarra (presidió la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales en dos períodos) quiso reelegirse y proseguir una carrera que llegara –¿por qué no?– a Palacio, con su aura de viejo chamán sabio y astuto. Un conocido suyo me contó que cuando Alan García lo acompañó a inaugurar la carretera en febrero del 2010, le preguntó cómo había logrado el rápido apoyo del MTC. Villanueva le respondió que, para demostrar a los supervisores que la vía, entonces trocha, era muy transitada y convenía pavimentarla, invitó a choferes para que transitaran y la congestionaran. Fue una criollada en aras del progreso. Lo del presunto pago brasileño no lo es.

Odebrecht me odia
Villanueva fue coqueteado por Humala cuando aún era presidente regional. Apenas dejó el cargo, se enroló en la PCM humalista y poco pudo hacer, porque las decisiones ya estaban tomadas por el presidente y su esposa. Una pública discrepancia con Nadine Heredia y el ministro de Economía, Luis Castilla, sobre un posible aumento del salario mínimo, apuró el fin de su opaca presencia.

Con un grupo de expresidentes regionales como Vizcarra, intentó cuajar una plataforma electoral para el 2016, pero una operación al corazón lo dejó un tiempo fuera de circulación y la iniciativa se disolvió. Cada líder buscó su grupo y él se ubicó en la lista de César Acuña.

En diciembre del 2017, apoyó a PPK ante el primer intento de vacancia, pero en pocas semanas del verano del 2018 se pasó al extremo opuesto, apostando todas sus energías a tumbarse al presidente. A los periodistas que le preguntábamos por qué estaba tan seguro de la apuesta, nos decía que apenas había conversado con Vizcarra, pero estaba seguro de que sería un buen sucesor. También aseguraba que no sería primer ministro. Si lo fue, contó luego, era porque el presidente lo convenció.

En los primeros meses de su gestión en la PCM, se lo veía cerca al presidente y compartiendo decisiones claves como la del referéndum, conversada y pulida entre ambos. Pero, luego, su ritmo más pausado, algunas declaraciones poco felices y la intromisión del círculo íntimo del presidente marcaron una clamorosa distancia que acabó con su renuncia en febrero pasado. ¿Le habrá dicho Villanueva a Vizcarra que había un tema relacionado con que podría saltar en cualquier momento? Es un misterio de los varios que incubaron ambos.

Villanueva se tomó tres días para replicar [ver nota vinculada] al trascendido con historias colaterales de un pleito con Odebrecht. Le hice una sola pregunta sobre un tema que no tocó en su conferencia, y que serviría para confirmar si aquí se cumple el patrón del Lava Jato de aportar a candidaturas: ¿Recibió, en su campaña para reelegirse en San Martín en el 2009, algún aporte de personas que pudieran estar vinculadas a esa empresa? No me ha contestado.

Nota* Luego de publicado este artículo, nos llamó el congresista Villanueva para decirnos que no reparó en la pregunta que le hicimos. Nos dijo que no recordaba haber recibido algún aporte de campaña de Odebrecht o de alguna persona que presumiera que podía estar ligada a esa empresa.