Mientras que en Puno dos policías fueron asesinados con sus propias armas por una turba, en la centralista Lima tenemos a las fuerzas del orden, llámense Dirección Nacional de Inteligencia e Inteligencia de la Policía Nacional, haciendo el más infame de los trabajos en una democracia verdadera y sólida: espiar, reglar, ‘chuponear’ comunicaciones y correos a los opositores o ‘enemigos’ del régimen. Todo este desaguisado –hecho de manera chabacana y torpe– se paga con nuestros impuestos. En lo económico los resultados son y serán desastrosos. En lo institucional el grito y el enfrentamiento son preocupantes.
Por eso resulta ridículo y denota falta total de liderazgo que el propio mandatario insista en que no pasa nada. Es decir, los reglajes (conocidos) a Jorge del Castillo, Cecilia Tait, Natalie Condori, Marisol Espinoza y Alan García son tonterías de la oposición, pamplinas. Es el síndrome del rey desnudo. Lo que parece ocurrir es un desbande en los servicios de inteligencia del país, las razones siempre son múltiples, desde una convicción democrática al inevitable ‘recurseo’.
Para muchos este es un gobierno de maneras y pensamiento militar. El respeto por otros actores políticos se troca en enemistad guerrera. Acatar sin dudas ni murmuraciones que el período de gobierno es de cinco años le es difícil. El proyecto de reelección conyugal fue el deseo, fracasado, de permanecer en el poder. Ante un nuevo proceso electoral, se busca manejar, desacreditar a los rivales que detestan el presidente y su círculo de poder.
Querer digitar los resultados vía el espionaje y así desacreditar y chantajear a quien consideran un blanco apetitoso constituye una manera de irrespetar el período de cinco años. El chisme político, que siempre acierta, indica que fue una persona del Gobierno quien filtró la información sobre las congresistas, para desacreditarlas. Pero la prensa vio ante sus ojos algo peor: reglaje, seguimiento, ilegalidad. Resultó un bumerán.
Para el régimen cualquier opositor político o periodista crítico no es un ciudadano, es solamente un adversario al que se debe eliminar, pues busca “desestabilizar al Gobierno” como lo consigna el documento de inteligencia del reglaje al ex presidente García (como antaño se alquiló una habitación de un hotel cercano para ‘chuponearlo’). También implica un desconocimiento de las reglas democráticas e ilustra una visión militar de lo que es gobernar. Pero el Perú no es un cuartel y quienes ya vimos este estilo y vivimos ‘chuponeos’ varios no lo queremos.
La fuerza de choque del Ejecutivo, el ministro del Interior, es un militar formado en telecomunicaciones y operaciones psicológicas. Es quien le achaca al Apra el indecente espionaje que salió a la luz. Por eso resulta poco confiable que esté en el cargo durante el proceso electoral. Ante el pedido de cambio de Gabinete, un clamor, el presidente dice nones. Sin duda sabe que lograr el voto de confianza en el Congreso será prácticamente imposible.
El presidente Humala insiste en negar lo evidente. Intenta desmarcarse del fujimontesinismo diciendo que no hay prensa chicha. Parece que no lee los estridentes titulares que vemos todos, todos los días.