Ejecutivo y Congreso no pueden seguir dilatando indefinidamente la decisión de abordar las reformas fundamentales sin las cuales no tenemos futuro. Cada escándalo, cada hecho controvertido, aunque carezca de importancia, se convierte en motivo de broncas políticas que solo son una manera de huir de los temas de fondo. Es el reino de la evasión por medio del show mediático.
Los pretextos abundan y hacen su negocio los profesionales del antifujimorismo que rodean a PPK y a Zavala, y los desconfiados y revanchistas asesores directos de Keiko Fujimori. El hecho es que ella, por lo que sabemos, no quiere conversar. Y se requiere conversar, por ejemplo, para agregar al artículo 27 de la Constitución la frase: “La indemnización constituye protección adecuada al despido arbitrario”. Con eso se levantarían las expectativas, se reanimaría la inversión y habría empleo y empleo formal para todos.
Cualquier gesto de acercamiento puede ser malinterpretado, aunque nunca se sabe. Mi impresión, por ejemplo, respecto de la ceremonia de los 20 años del rescate de los rehenes, es que el presidente quiso genuinamente hacer un homenaje a Alberto Fujimori calificando de “eximia” su gestión en esa gesta y saludando a la “hija de don Alberto Fujimori”, tendiendo de paso una rama de olivo a Fuerza Popular para “voltear la página”. Pero algunos han interpretado que en realidad lo que quiso fue dividir a FP levantando al papá y minimizando a la hija cuando no la llamó por su nombre y cuando al día siguiente el vicepresidente Martín Vizcarra declara: “El líder indiscutible de Fuerza Popular es Alberto Fujimori”. Es decir, montarse sobre las arremetidas de Kenji para ahondar esa división en ciernes entre keikistas y albertistas.
El hecho es que ella no conversa. Claro, el presidente desperdició de manera imperdonable la reunión que tuvo con la lideresa de FP en casa del cardenal Cipriani, al no plantearle una agenda de reformas. No le propuso nada. Si tal hubiese hecho, Keiko Fujimori no se hubiese podido negar y hoy habría diálogo y estaríamos en otra etapa. Quizá todavía pueda llamarla.
Es cierto que hay buena comunicación entre funcionarios del gobierno y congresistas de FP. Pero, a la hora de los loros, los acuerdos se rompen con facilidad si es que no hay un compromiso de la propia Keiko Fujimori. Ocurrió, por ejemplo, con el D.Leg. 1333, necesario para facilitar el saneamiento de los terrenos en las APP. Fue aprobado por Letona y tenía la bendición de Miki Torres, pero se presentó una congresista de Frente Amplio con dos nativos, Alcorta asustó con que vendría un ‘baguazo’ y allí quedó todo. Fue derogado, pese a que no había amenaza alguna a las comunidades. Cualquier cosa es pretexto para no decidir ni asumir responsabilidad.
¿Piensan acaso pasársela los cinco años de este período gubernamental mirando de costado y distrayéndose en peleas de callejón solo para no enfrentar los problemas de fondo?
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