El mar nos hace felices, así no nos mojemos. El solo hecho de contemplarlo, olerlo y escucharlo ya nos ofrece sensaciones que extrañábamos, tras largos meses de miedo pandémico, y también de frío limeño y mojado. Y si nos sumergimos, el beneficio es doble: la piel, los huesos, la circulación, los músculos, todo nos dará las gracias al terminar el día.
Haz la prueba: si tienes niños en casa, llévalos a mirar el mar, como versa Martín Adán. Si hay arena, un balde. Si hay piedras, también.
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1. No has tenido verano en enero
Y tampoco tuviste un verano pleno el 2020, pues la pandemia llegó para quedarse, desde mitad del soleado marzo pasado. El miedo, la crisis, las varias cuarentenas hicieron su parte. Cuando pudimos salir, no había muchas alternativas al aire libre, con parques cerrados y playas clausuradas. Eso cambió en junio de este año, cuando se reabrieron los balnearios.
Si a eso le sumas que en Lima lo común es tener sol pero escondido arriba de nuestro manto de nubes costeras, que aparezca medio rayo UVB es un milagro de octubre. Invitación perfecta para saltar de la cama, arrimar la laptop y buscar la manga corta.
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La playa en invierno tiene sus ventajas. No tienes que llevar ropa de baño, ni siquiera toalla ni sombrilla ni cooler ni nada. Si no quieres o tienes frío, no te metes al mar y lo contemplas desde la orilla. Tampoco te vas a quemar los pies en la arena , sino sentirla como tibia caricia.
2. Nadie se aglomera
La regla número uno que se quedará de por vida luego del Covid-19 es: no te aglomeres. Eso quiere decir que te la piensas dos veces antes de ir a sitios donde puede haber demasiada gente. Sobre todo en lugares cerrados, pero también en espacios públicos. No está de más exagerar en la prevención. Eso sin contar que podrías llevar tu propia botella de agua y no comprarla en el kiosco de la playa.
Y si no hay mucha gente alrededor, puedes sacar mejores fotos al paisaje. Que dicho sea de paso, luce más despejado y probablemente más limpio.
3. Necesitas vitamina B
Demasiados meses bajo techo se corrigen con baños de sol. La piel los necesita para producir la vitamina B, un micronutriente que favorece la absorción del calcio en el organismo. Principalmente ayuda al desarrollo de los huesos en los niños y a otras funciones biológicas relacionadas con el metabolismo y el sistema inmunitario.
Todo esto, claro está, protegiendo la piel con bloqueadores, ropa y sombreros. La radiación ultravioleta no descansa en los meses de invierno; al contrario, las nubes dejan pasar el 80 por ciento de los rayos ultravioleta y el daño es acumulativo, según datos del Centro Oncológico Preventivo (COP) Metropolitano de EsSalud.
4. El mar cura, en invierno también
Los beneficios del mar sobre la salud son ampliamente comprobados: la piel se oxigena, las heridas cicatrizan, los dolores reumáticos y derivados se calman, ayuda a prevenir infecciones respiratorias, despeja la mente, ayuda a la concentración, además de su efecto antiestrés y antiansiedad.
El agua fría, además, tiene propiedades regenerativas y mejora la circulación sanguínea.
Aun si no nos metemos al mar, siempre regresaremos a casa más despejados y contentos.
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5. Deporte, en octubre y todo el año
Muchos capitalinos han incluido en sus rutinas diarias su contacto con el mar, privilegio que no siempre aprovechamos. Hay los que salen a nadar solos o en mancha, los que van a pescar desde los muelles y también los pescadores artesanales en sus botes; el ejército de surfistas que se interna varias horas, cual horario de oficina, a perseguir olas; los que hacen paddle surf caminando sobre las aguas, entre otros.
Y si no vas a mojarte, puedes disfrutar la arena para practicar yoga, meditación, streching, correr. O simplemente aprovechar el sábado para terminar ese libro pendiente, con el agradable sonido de la naturaleza marina. //