Tanto la mano como el pie del ser humano representan un triunfo de ingeniería compleja, exquisitamente evolucionada para ejecutar una serie de tareas. Nuestros brazos y piernas son extremidades pentadáctilas: tienen cinco dedos.
Cuando los primeros cuadrúpedos comenzaron a llegar del mar a la tierra, hace 380 millones de años, algunos tenían hasta ocho dedos, pero el patrón familiar de cinco pronto fue la norma, que desde entonces ha sido modificada en algunos grupos, como las ranas y los pájaros.
Pocas personas, salvo estudiantes de medicina, tienen la oportunidad de realizar una disección humana. Se puede aprender mucho de libros y cátedras, pero solo disecando el cuerpo humano se entiende verdaderamente cómo funciona.
En un salón especialmente preparado en la Universidad de Glasgow, el anatomist Quentin Fogg disecó hábilmente una mano y un pie, separándolos capa por capa para revelar sus secretos más íntimos.
LA MANO, EXTRAÑA Y MARAVILLOSA
La mano es una de las piezas más complejas y bellas de la ingeniería natural en el cuerpo humano. Nos da un poderoso agarre, pero también nos permite manipular objetos pequeños con gran precisión. Esta versatilidad nos distingue de todas las demás criaturas del planeta.
La mano tiene una de las disposiciones musculares más extrañas del cuerpo. Sus movimientos son mayormente controlados por músculos que no se encuentran en la mano, sino en el antebrazo.
Los músculos del antebrazo se conectan a los huesos de los dedos por largos tendones que pasan a través de una muñeca flexible. Esta musculatura remota le da a los dedos un movimiento y fuerza que no serían posibles si todos los músculos tuvieran que estar conectados directamente.
En efecto, la mano es simplemente una marioneta huesuda, atada por ligamentos y controlada por el antebrazo. Pero esa disposición nos permite hacer bastante. En un extremo está la impresionante fuerza de las manos de un montañista. A través del uso y entrenamiento habitual, un solo dedo puede llegar a soportar el peso del cuerpo entero.
En el otro extremo, un concertista de piano necesita gran finura, que viene de unos músculos dentro de la mano llamados "intrínsecos".
Algunos de estos músculos controlan específicamente el pulgar y el meñique, mientras que otros, como los lumbricales (llamados así por su forma de lombrices), no están directamente conectados con los huesos sino con tendones y permiten una maravillosa sutileza de movimiento.
LA JERARQUÍA DE LOS DEDOS
Nadie duda que el pulgar es el dedo más importante. Representa 40% de las capacidades de la mano y, por ello, si uno llega a perder uno, los cirujanos le amputarán sin titubear el dedo gordo del pie para reemplazarlo, sacrificando una parte del cuerpo por un bien mayor. ¿Pero de qué dedo podría uno prescindir, dado el caso?
Yo pensaba que el meñique sería dispensable pero, según me explicó el cirujano de manos Donald Sammut, es el dedo más importante, después del pulgar. Curiosamente, el dedo del cual se puede prescindir con mínimo inconveniente es el índice. Se puede incluir o excluir de cualquier cosa que hagamos con las manos.
PIEL ESPECIALIZADA
¿Cómo se sabe si algo es liso o rugoso, húmedo o seco, caliente o frío? La piel de las yemas de los dedos es muy especializada. Si se rebana la yema al medio, se ven células cerradas de grasa, que actúan como cojín protector para la enorme cantidad de terminaciones nerviosas debajo.
Hay cuatro clases principales de receptores cutáneos y responden a la luz, presión profunda, tacto, dolor y temperatura. Las uñas también juegan un papel crucial. Si uno no tuviera una rígida estructura contra la cual presionar, no sería capaz de juzgar con qué firmeza agarrar nada.
A primera vista, la mano parecería una parte más interesante de nuestra anatomía que los pies, pero el cirujano Kartik Hariharan me demuestró que las extremidades inferiores son igualmente complejas.
Grandes fuerzas
Compuesto por 26 huesos, 33 articulaciones, 19 músculos y 57 ligamentos, el pie es una de las pocas piezas de la anatomía que compite con la mano en complejidad.
Nuestros pies necesitan ser lo suficientemente fuertes para lidiar con algunas de las más grandes fuerzas experimentadas por el cuerpo, a la vez que ser capaces de movimientos tan exquisitos como una pirueta de bailarina.
En muchos sentidos, es gracias a los pies que hemos dearrollado manos tan extraordinarias.
La capacidad de caminar erguidos significó que los primeros humanos pudieron cubrir grandes distancias eficientemente, aunque también les dejó las manos libres para desarrollar su anatomía y capacidades únicas.
La disección reveló que la piel del pie es gruesa y resistente y bajo el talón hay un cojín de grasa especializada, empaquetado como plástico de burbujas para amortiguar y distribuir el peso del cuerpo.
En el núcleo del pie está el arco. Los metacarpianos crean espacio para una red resistente de músculos y ligamentos con un papel vital.
Absorben las fuerzas creadas cuando uno camina o corre. Pero el arco también actúa como resorte; almacenando y liberando energía cuando uno se impulsa con los dedos.
Hoy en día corremos con zapatillas acolchadas y quizás por eso tendemos a poner los talones primero. Así corremos el riesgo de lesionar nuestras articulaciones, ya que el impacto viaja a través de las piernas.
Los corredores descalzos hacen contacto con la bola del pie, y el arco luego disipa la energía del impacto.
QUE ME DESPEDACEN
Caminar exclusivamente en dos extremidades es relativamente raro en el reino animal. Estar parado parece un acto simple, pero no lo es. Pasan muchas cosas para que estemos de pie.
La propiocepción es el sentido que nos dice en qué parte del espacio están las diversas partes de nuestro cuerpo.
Incluso con los ojos cerrados podemos tocarnos la nariz con cualquier dedo. Órganos sensoriales en nuestros músculos y articulaciones le comunican al cerebro cuándo y exactamente adónde se mueven nuestras extremidades y cuán tensos precisan estar los músculos.
Es este continuo sistema de retroalimentación entre músculo y cerebro que detecta cambios minúsculos lo que nos permite mantener el equilibrio.
Nuestras manos y pies son maravillas biomecánicas. Más que cualquier otra pieza de la anatomía, son las que nos han hecho una especie tan exitosa. Nos permitieron salir de África para colonizar el planeta y dominar el mundo natural.
Nunca miraré mis manos ni pies de la misma manera y, en lugar de dejar que mis restos mortales se pudran bajo tierra o sean cremados, donaré mi cuerpo a una escuela de medicina para que alguien aprenda de la experiencia única de despedazarme.