La exposición a largo plazo a niveles elevados de contaminantes atmosféricos, especialmente a las partículas finas (PM2,5), parece tener una influencia significativa en los resultados de las personas hospitalizadas por COVID-19, según un amplio estudio observacional multicéntrico que se presenta en el Congreso Europeo de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas (ECCMID) celebrado en línea este año.
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Los investigadores descubrieron que cuanto mayor es la exposición, mayor es el riesgo. Cada pequeño aumento (ug/m3) en la exposición a largo plazo a las PM2,5 se asoció con más del triple de probabilidades de recibir ventilación mecánica y el doble de probabilidades de permanecer en la UCI.
“Nuestro estudio llama la atención sobre las desigualdades sistémicas que pueden haber conducido a las marcadas diferencias en los resultados de la COVID-19 en función de la raza y la etnia”, afirma la doctora Anita Shallal, del Hospital Henry Ford de Detroit, en Estados Unidos. “Las comunidades de color tienen más probabilidades de estar situadas en zonas más cercanas a la contaminación industrial y de trabajar en empresas que las exponen a la contaminación atmosférica”.
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Según la Asociación Americana del Pulmón, Detroit es la duodécima ciudad más contaminada de Estados Unidos en cuanto a contaminación por partículas finas (PM2,5) durante todo el año.
La contaminación del aire ambiente -incluidos los contaminantes potencialmente dañinos como las PM2,5 y los gases tóxicos emitidos por las industrias, los hogares y los vehículos- puede aumentar la inflamación y el estrés oxidativo en el sistema respiratorio, exacerbando las enfermedades pulmonares preexistentes. La contaminación atmosférica se ha relacionado con peores resultados de salud, incluido un mayor riesgo de muerte, por virus respiratorios como la gripe.
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Para examinar la asociación entre la contaminación del aire y la gravedad de los resultados de la COVID-19, los investigadores analizaron retrospectivamente los datos de 2.038 adultos con COVID-19 ingresados en cuatro grandes hospitales del Sistema de Salud Henry Ford entre el 12 de marzo y el 24 de abril de 2020. Los pacientes fueron seguidos hasta el 27 de mayo de 2020.
Los investigadores recopilaron datos sobre el lugar donde vivían los participantes, así como datos de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos y otras fuentes sobre los niveles locales de contaminantes, incluyendo PM2.5, ozono y pintura con plomo (porcentaje de casas construidas antes de 1960). Exploraron la asociación entre los resultados de COVID-19 y la exposición a las PM2,5, el ozono, la pintura con plomo, el tráfico, los residuos peligrosos y los vertidos de aguas residuales.
Descubrieron que los pacientes de sexo masculino, de raza negra, obesos o con problemas de salud más graves a largo plazo eran mucho más propensos a ser ventilados mecánicamente e ingresados en la UCI. Lo mismo ocurría con los pacientes que vivían en zonas con mayores niveles de PM2,5 y pintura con plomo.
Incluso después de tener en cuenta factores potencialmente influyentes, como la edad, el IMC y las enfermedades subyacentes, el análisis reveló que ser varón, ser obeso y tener problemas de salud de larga duración más graves eran un buen factor de predicción de la muerte tras el ingreso. Del mismo modo, un mayor nivel de PM2,5 era un factor independiente de predicción de la ventilación mecánica y la estancia en la UCI, pero no de un mayor riesgo de morir por COVID-19.
“La conclusión principal es que vivir en un barrio más contaminado es un factor de riesgo independiente de la gravedad de la enfermedad por COVID-19 -afirma la doctora Shallal-. Aunque no está claro cómo contribuyen los contaminantes atmosféricos a una mayor gravedad de la enfermedad, es posible que la exposición a largo plazo a la contaminación atmosférica pueda deteriorar el sistema inmunitario, lo que conduce tanto a una mayor susceptibilidad a los virus como a infecciones víricas más graves”.
“En un doble golpe, las partículas finas de la contaminación atmosférica pueden actuar también como portadoras del virus, aumentando su propagación -añade-. Es urgente seguir investigando para orientar la política y la protección del medio ambiente, a fin de minimizar el impacto del COVID-19 en las comunidades altamente industrializadas que albergan a nuestros residentes más vulnerables”.
Los autores señalan que su estudio fue observacional, por lo que no puede establecer la causa. Añaden que, aunque ajustaron varios factores influyentes, sigue siendo posible que otros factores que no pudieron controlarse por completo, como la gravedad de la enfermedad en el momento de la presentación, contribuyan a los resultados observados.
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