Su madre biológica le había echado las cartas: los arcanos presagiaban viajes, flores y popularidad inusitada para María Silvia, una adolescente criada desde los ocho meses por su tía. Pero creer en el destino que el tarot señalaba era, por entonces, impensable. Hasta que llegó el día, en la playa La Herradura, en el que la suerte disfrazada de un guapo cazatalentos empezó a regalarle la primera de muchas sonrisas a esa joven de apenas 16 años.