Por: Jorge Riveros-Cayo
Desde Tarapoto, en la región San Martín, hasta el valle de Utcubamba, en la región Amazonas, el viajero recorre 371 kilómetros para contemplar una amplia gama de aves, entre colibríes y tanganas. Este es un viaje en el que se pueden ver maravillas naturales como los renacales y aguajales de Tingana, el bosque de protección Alto Mayo, el entorno de la catarata Gocta o sitios arqueológicos como Kuélap o Revash.
Fernando Angulo Pratolongo, una de las autoridades del mundo de las aves en nuestro país, nos dice al respecto: “Hasta hace diez años 95% de los observadores eran extranjeros, mayormente de Norteamérica y Europa. Ahora también vienen de Argentina y Brasil, y muchos de China”, explica. “Lo mejor de todo es que ya hay pajareros peruanos viajando por el Perú. La cantidad es baja, pero se incrementa. No solo son académicos sino aficionados que les gustan las aves. Es una señal de que vamos por buen camino”.
La primera parada en la ruta es Tingana, un bosque donde abundan los renacales y aguajales, que están protegido por comunidades de colonos que habitan en sus cercanías. Los paseos en bote entre los riachuelos que se internan en el bosque permiten la observación de diversos tipo de aves como el tinamú ondulado. Los guías son expertos para identificar, no solo aves sino todo tipos de animales que se encuentran entre los árboles.
Continuando con el viaje, la carretera serpentea en ascenso por el bosque de protección Alto Mayo, hasta llegar a la estación biológica Lechucita Bigotona. También está la estación Huembo, muy cerca al abra Patricia, que se ha vuelto un lugar predilecto de los observadores de aves porque se pueden ver una gran variedad de colibríes, en especial el colibrí cola de espátula.
En Cocachimba, el pueblo desde donde se divisa la catarata Gocta, se puede iniciar una caminata hacia la base de la tercera caída de agua más alta del mundo. Bajando por el Valle de Uctubamba se puede llegar hasta Leymebamba. Termina el recorrido en el Café Kenti, frente al museo, ahí tienen bebederos donde se agrupan colibríes de todos los tamaños y colores atraídos por la azúcar líquida que les colocan.