A centímetros de Sneijder, a una vida de distancia de Blind
El universo no tiene sentido ahora. No sé dónde está arriba y abajo, qué está mal o que está bien. La confusión lo ha invadido todo porque he experimentado la más elevada de las felicidades y, al mismo tiempo, la más devastadora de las desilusiones. Y mi vida no volverá a ser la misma.
Ayer me tocó cubrir, por primera vez en mi existencia, un partido de fútbol. Y he tenido el privilegio de que mi primera vez, a diferencia de otras primeras veces, sea con un contendor de peso: el partido entre Holanda y Chile en el estadio Arena de Sao Paulo para definir quién enfrentará a Brasil en octavos de final.
Como si no pudiera darme por bien servida por haber podido viajar a Brasil para vivir el Mundial, la vida me dio otro regalo: acceso al área mixta, es decir, a la pasarela por la que tienen que pasar todos los jugadores entre las duchas y el bus para, si lo desean, hablar con la prensa. La vida tuvo un gran ayudante en Pedro Canelo, que me regaló su pase a esta zona mientras él se dedicaba a la conferencia de prensa de los técnicos.
No hay fotos ni videos porque está prohibido hacerlos, pero puedo decir que he estado parada a medio metro de esta maravilla de la naturaleza.
(Foto: Reuters)
En persona, a diferencia de lo que parece en la cancha, Sneijder es chato. La data muestra que mide 1.70, pero podría asegurar que es mucho menos que eso. Eso sí, sus ojos son un espectáculo.
El centrocampista del Galatasaray de Turquía habló poco, más que todo con medios holandeses y se retiró, pero durante el breve tiempo que dio declaraciones, me dedicó tres miradas a los ojos que han hecho que, de repente, todo lo que ha pasado en mi vida encaje a la perfección porque me llevó hasta el momento en que pude, mirándolo directamente, debatir conmigo misma respecto a si sus ojos son verdes o azules mientras me reflejaba en ellos.
Mientras esperaba que saliera Daley Blind, mi favorito dado que Van Persie estaba en las tribunas, descubrí una belleza que se había mantenido, hasta ahora, escondida a mis ojos.
(Fotos: Daily Mail)
Michel Vorm, uno de los tres arqueros que Louis Van Gaal trajo a Brasil, compite con las cataratas de Iguazú por el título de lo más hermoso que he visto hasta el día de hoy. Con un peinado perfecto hacia el costado, en su propia versión del corte oficial del Mundial (rapado a los costados y atrás y abultado en la parte de arriba), tatuajes tribales en los brazos que nunca se ven con la camiseta de manga larga que usa y una sonrisa de lado capaz de aliar metales, el arquero del equipo de Gales Swansea City, me cambió la vida cuando pasó por la pasarela de la zona mixta.
El otro golpe al futuro de mi percepción de la belleza masculina fue Mauricio Pinilla de Chile. Tan churro que la traición a la Patria es, no solo una posibilidad, sino una obligación. Ayer entró en el minuto 81 por Eduardo Vargas y le cambió el panorama a Chile a vista de la platea femenina con su pelo largo y su actitud de chico que te va a causar una depresión profunda a la primera oportunidad que le des.
(Fotos: Facebook oficial de Mauricio Pinilla)
Los 30 años se le notan al delantero del Cagliari Calcio de Italia en las pequeñas arruguitas alrededor del ojo, pero no hacen otra cosa que aportar a la fascinación que genera su mirada, esas de las que esconden promesas que una lamenta no se puedan concretar, porque está casado desde el 2011.
En medio de toda esta felicidad, empecé a notar que cada vez habían menos periodistas a mi alrededor. Al comienzo éramos como 100 y ahora solo permanecíamos unos 20. Los reporteros altos, rubios, con ojos azules y ese color de piel melón característico de los holandeses ya no estaban. Los únicos futbolistas que recorrían la pasarela eran suplentes chilenos.
Temí lo peor. Seguí la pasarela hasta el final y recién noté, tan distraída estaba, que afuera quedaba solo un bus. Mi corazón se detuvo. “¿Ya se fue el equipo de Holanda?”. La respuesta me ha condenado a la desazón desde la que escribo ahora, mientras Neymar hace su baile solitario ante Camerún y mis amigos brasileños me esperan en un bar de Vila Madalena.
No sé si algún día me recupere de no haber notado cuando Daley Blind pasó. No sé si algún día me perdone por no haber reparado en sus 1,80 metros cuando estuvieron por ahí, a metros de cruzarse por mi vida, a una mirada de distancia para deslumbrarme con sus brazos, sus piernas y su rostro.
(Foto: Instagram Daley Blind)
Solo puedo encontrar paz en la idea de que tal vez era demasiado para mí. Que nada hubiera sido lo mismo. Que hubiera quedado afectada para siempre, incapaz de encontrar belleza otra vez en el mundo, arruinada para otros hombres por su esplendor. Tal vez sea para mejor. Tal vez sea el peor error de mi vida. Pero lo que sí sé es que nunca dejaré de preguntármelo.