Nuevo Orden Mundial
La editorial estadounidense Penguin Press acaba de publicar “World Order”, el polémico libro del nonagenario ex secretario de Estado y consejero de seguridad nacional de Estados Unidos Henry Kissinger, en el que da una mirada a los problemas planetarios que enfrentan los líderes actuales.
El documento, más que una revisión del caótico escenario internacional, pareciera ser la declaración política de un observador acucioso y antropocéntrico que mira el planeta desde su atalaya de invierno.
El libro es una extensión y profundización del artículo que publicara en “The Wall Street Journal” hace unos meses, en el cual planteaba su tesis de que la Guerra Fría no era tan mala como parecía, de que una crisis de liderazgo se yergue y de que un caos mundial parece ser la característica más saltante de nuestra época. Desde que Estados Unidos ha perdido su liderazgo y es sensible su relativización en las grandes crisis mundiales, se ha creado un vacío que ninguna potencia está en condiciones de reemplazar.
Su aguda visión abarca un amplio espectro, desde La Paz de Westfalia, sin dejar de citar la serie de analogías que se dan entre la estrategia musulmana y la Guerra de 30 años. Analiza la agresión de Vladimir Putin hasta los sofisticados mecanismos de negociación de Irán y tienta la conclusión de que “valores históricos divergentes pueden acomodarse en un nuevo orden mundial”.
Es un libro totalizador en el que también aborda el proceso de globalización, con el que muchas naciones no estuvieron de acuerdo, y también el concepto de orden instituido y que se confirmó con los problemas suscitados en Asia, Medio Oriente, Ucrania y otros estados.
Kissinger dice que en la actualidad existe una colisión, que ha adquirido grandes proporciones, entre la economía internacional y las instituciones políticas que rigen los destinos de los estados y que constituyen una fuente de debilidad para el objetivo de instalar un orden mundial.
Afirma que por ello el orden mundial se enfrenta a una paradoja, cuya resolución depende de la globalización, la cual irónicamente produce una reacción política contraria a sus expectativas. A pesar de la serie de organizaciones internacionales de carácter financiero, político y de seguridad no existe ninguna, con el suficiente prestigio, que asuma el rol de cooperación en los temas esenciales entre las grandes potencias.
Con el agravante de que el nuevo orden necesita una estrategia imaginativa y coherente que desempeñe, como se había dicho, un rol cooperativo, integrador y coherente y algunos estados no están decididos a renunciar a principios de fuerza o a radicalismos que se pueden convertir en amenazas para el resto del mundo.
Es interesante que la ex secretaria de Estado Hillary Clinton haya abordado el libro en mención y haya dicho que comparte con Kissinger los grandes principios que él postula y que es la ruta por la que Barack Obama ha transitado en los últimos años para construir una arquitectura global de seguridad y cooperación para el siglo XXI.
Añade: “La política exterior no es una historia con un principio o un final, sino es un proceso de desafíos constantes”. Clinton no hace más que recurrir a la concepción del presidente John F. Kennedy de que la política exterior de EE.UU. está basada en el compromiso de ofrecer permanentemente solución a los problemas globales.
Clinton dice: “El liderazgo no debe ser solo militar o diplomático, sino en la defensa de los derechos humanos y en la creación de sociedades libres y más desarrolladas… porque un sistema internacional que sea duradero tiene que relacionar el poder con la legitimidad… Cualquier sistema de orden mundial, en la actualidad, para ser sostenible también debe ser aceptado por la ciudadanía”.
Ciertamente es un libro importante que devela la concepción de este polémico actor político y que explica los alcances históricos de este desafío.