Más vale tarde que nunca
La COP 20, que se inició el último lunes en Lima, deberá enfrentar enormes retos de alcance global; entre ellos, el de lograr aumentar de manera importante la ‘velocidad’ en la disminución de la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), ya que de continuar al actual ritmo y cantidades de estas emisiones, nos hallaremos a fin de siglo –o antes– en medio de una verdadera catástrofe ambiental en todo el planeta.
Debido a una sumatoria de hechos acaecidos, la velocidad en la implementación de medidas para bajar la emisión de GEI no ha tenido la prioridad y la rapidez que la actual situación amerita. La negativa de EE.UU., China e India para adherirse al Protocolo de Kioto en 1997, y el alejamiento posterior de Canadá y Japón, demoró desde sus inicios los esfuerzos de las naciones en implementar las medidas correctivas desde aquel entonces.
Otro factor que ha hecho que no vayamos más rápido en la ejecución de medidas para descender las emisiones de GEI fue la difusión de la tesis de que la causa principal del actual calentamiento global no son las actividades humanas (como la emisión de GEI), sino la existencia de “ciclos climáticos”, naturales, que siempre han existido en el planeta, y de los cuales los seres humanos no somos responsables. No se puede descartar que la difusión de esta idea haya sido apoyada por los grandes intereses de empresas y países extractores de productos pertenecientes al patrón fósil (como el petróleo).
Luego de que el tema del calentamiento global estuviera en primer lugar en la agenda internacional, el advenimiento de la crisis financiera del 2008 lo desplazó de un día para otro de dicho sitial, haciéndolo desaparecer prácticamente de la vitrina global. Recién se está recolocando en la agenda mundial debido a las nuevas evidencias del Quinto Informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas, hecho público recientemente.
La dependencia de muchos países de los mercados de EE.UU. y China dificulta la presión que se podría ejercer sobre estas dos potencias económicas y calentadoras de la tierra (ambas suman el 45% de las emisiones de GEI). Esta poca capacidad de presión de los estados podría ser reemplazada por diversas formas de boicot desde las sociedades civiles a los productos o mercancías provenientes de los países responsables de la contaminación actual. Estos planteamientos ya se vienen escuchando en varios escenarios.
Finalmente, habría que resaltar el acuerdo bilateral entre EE.UU. y China para disminuir voluntariamente sus emisiones suscrito en días pasados, que constituye una valiosa línea de base para avanzar en la COP 20.
Por lo mencionado, la COP 20 tiene como una de sus responsabilidades forjar acuerdos para imprimir una mayor velocidad en la implementación de medidas dirigidas a disminuir de manera drástica la emisión de GEI, especialmente entre los países más contaminadores del mundo.
Conseguir los fondos necesarios para lograr este objetivo también será de vital importancia para poder mantener nuestra esperanza en un futuro sin grandes nubarrones.