Terremoto en Ecuador: “Ante los embates de la naturaleza, ningún lugar es seguro”
El sábado 16 de abril Ecuador fue sacudido por un terremoto de magnitud 7.8 en la escala de Ritcher y sus consecuencias no dejan de hacer temblar a la población. Muchas familias duermen fuera de sus casas por miedo a nuevas réplicas y a lo largo de los caminos de las zonas más afectadas pueden verse refugios improvisados donde las comunidades que allí se alojan no saben cuánto tiempo más tendrán que esperar para dejar de vivir en condiciones precarias.
Los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) brindan atención médica básica a personas afectadas tras el terremoto en Pedernales @Albert Masias/MSF
Cuatro equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) se desplazaron a Ecuador luego del terremoto, y se encuentran trabajando en las zonas más afectadas de Manabí y Esmeraldas. Hasta el momento, han realizado consejerías individuales o familiares para 70 personas, 17 consejerías grupales de las que han participado 137 personas, 81 actividades de psicoeducación con 914 personas, y 108 consultas médicas. También se ha realizado la donación de un kit de desastres así como de un kit de heridos completo.
Nancy Muñoz, 35 años, es una de las personas afectadas tras el terremoto que se encuentra viviendo en el Refugio Nuevo Milenio, en Chamanga, provincia de Esmeraldas. Compartimos su testimonio:
Nancy Muñoz, 35 años. Refugio Nuevo Milenio, Chamanga @Albert Masias/MSF
“Tenía una casa en la parte baja de Chamanga y en su momento creí que era una de las mejores de la comunidad, estaba segura que nada la podía afectar. Pero ante los embates de la naturaleza, ningún lugar es seguro y ningún lugar es el mejor.
Al momento del terremoto estaba ayudando a mi madre en su tienda, cuando de repente todo empezó a moverse. Quisimos salir corriendo pero nos dimos cuenta de que una de mis sobrinas de tres años no estaba por ningún lugar. Hasta que luego de buscarla, la encontramos mirando dibujos animados en una de las habitaciones. Felizmente la pude rescatar antes de que una pared de la casa se le cayera encima.
Ante la emergencia, todos los vecinos caminamos hacia las partes altas de Chamanga. En el albergue al que llegamos, al principio había 120 familias entre niños, adultos, personas con discapacidad y personas de la tercera edad. Pero muchos luego se fueron con familiares o amigos y quedamos 95 familias. Aquí, los niños están muy intranquilos, quieren volver a sus casas. Una niñita de tres años me preguntó un día: ¿Por qué pasó esto? ¿Por qué se dañó mi casa? Yo quiero irme al cielo. Esos pensamientos nos arrancan lágrimas y creo que aquí necesitamos mucha asistencia en salud mental.
Chamanga es muy tranquilo y seguro, y siempre imaginé que estábamos muy lejos de cualquier riesgo, ya que aquí no tenemos volcanes como en otras provincias de las sierras. Nunca hemos vivido una situación igual. Esta zona es un brazo de mar y tenemos todas las especies de aves y animales. Es un lugar rico en naturaleza. Pero a partir del terremoto, nuestra población quedo devastada en un 80 por ciento.
Mi casa, además de ser mi hogar, era mi fuente de ingreso económico. Alquilaba piezas y bodegas para solventar la economía de mi familia y educar a mis dos hijos que están estudiando en Santo Domingo y en un colegio en Ciudad del Carmen. A ellos les pagaba la comida y el arriendo. ¿Cómo le voy a decir a mis hijos este año que no estudien?
Muchos nos hemos quedado sin trabajo y aún no tenemos voces oficiales que nos digan que va a pasar con nuestras viviendas y cómo reactivar nuestra economía, y eso nos desespera. Vamos a tratar de sobrellevar la situación y esperamos que podamos rearmar nuestras casas lo antes posible y vivir en la comodidad que teníamos”.