La sequía y la inseguridad empujan a los refugiados somalíes hacia Etiopía
Por Sergio Martín, coordinador general de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Etiopía
La continua sequía y los conflictos interminables han hecho que la vida sea una pesadilla para muchos somalíes en su propio país. Para aquellos que se encuentran cerca de la frontera con Etiopía, la ciudad de Dolo Ado ofrece la seguridad, la alimentación y la atención sanitaria que se les niega en casa. Médicos Sin Fronteras (MSF) dirige una clínica vital tanto para aquellos que huyen del caos como para la comunidad local.
Niños reciben el desayuno en el centro de recepción de refugiados en Dolo Ado ©Philippe Carr/MSF
Mohamed Shiniyey Mussa sigue sonriendo a pesar de las lágrimas que le caen a su hijo pequeño por la cara mientras lo vacuna la enfermera de MSF. Junto con su esposa y sus 10 hijos, hace poco que ha terminado el arduo viaje desde Kormay, su ciudad en Somalia, y ahora está sentado en el centro de acogida de refugiados de Dolo Ado, una ciudad fronteriza de Etiopía. Este es el principal punto de entrada para los refugiados somalíes que huyen de la sequía y de la guerra civil en su país.
“Nos vimos obligados a hacer este viaje”, explica Mohamed. “No ha llovido mucho en nuestra región en los últimos años y en nuestra granja podemos cultivar muy poco. No da para toda la familia. Los hombres armados de Al Shabab no hacen más que empeorar la situación, ya que a menudo se meten en nuestras propiedades y nos roban la comida y el dinero”.
Hambre y miedo, armas de guerra
Otras familias que también han cruzado la frontera cuentan historias similares. El grupo radical Al Shabab, que ha estado luchando contra el Gobierno durante la última década, controla parcialmente las tres regiones afectadas por la sequía: Gedol, Bakol y Bay, en el este del país. Los enfrentamientos han cortado los suministros de comida en la región y han hecho del miedo y el hambre armas de guerra.
“Muchos han visto a sus parientes asesinados por colaborar con las fuerzas del Gobierno, a veces por algo tan simple como ofrecer agua a unos soldados o tratar de detener el saqueo de algunos de sus cultivos”, relata Mohamed. “Quienes van a buscar comida a las regiones vecinas están obligados a regresar a punta de pistola y a esperar. De acuerdo con los líderes locales de Al Shabab, la lluvia vendrá solo si Dios lo quiere. Si la lluvia no cae, todo el mundo tiene que asumir las consecuencias”.
Para los que llegan a la ciudad fronteriza de Dolo, se trata de una última esperanza. Allí pueden encontrar lo que les falta en Somalia: seguridad, atención médica y alimentos. Ahora bien, el viaje tiene un precio. En auto, un viaje de dos días puede costar más de 2.000 birr etíopes (unos 89 dólares). Para aquellos que no se lo pueden permitir, la única alternativa es caminar. Los más jóvenes y los más ancianos son los que más sufren en estas duras condiciones, y muchos llegan con signos de desnutrición.
Un médico de MSF utiliza ultrasonido en una mujer embarazada para examinar la salud de su bebé ©Philippe Carr/MSF
Los cinco campos de refugiados de las afueras de Dolo Ado se han convertido en un santuario para los somalíes que huyen de la violencia en su tierra natal. En el lado etíope de la frontera, no se han producido ataques armados significativos en años. Pero la gente se mantiene alerta ya que se ha oído hablar de ataques armados en el lado keniano de la frontera, que se han cobrado muchas vidas.
La importancia de Dolo Ado resulta clara cuando observamos que hay pocos centros de salud en un radio de 150 kilómetros en el lado somalí de la frontera. Además de los recién llegados al centro de acogida, en los últimos 10 años hasta 240.000 refugiados se han asentado en uno de los cinco campamentos de Dolo Ado y han podido recibir atención.
MSF cuenta con dos puestos de salud en los campos y dirige servicios clave en un centro de salud de Dolo Ado. También lleva a cabo su actividad en el centro de recepción de refugiados, donde se evalúa el estado de los recién llegados y las autoridades de Etiopía deciden quién puede quedarse y quién debe volver a Somalia.
“Mientras que muchos de los refugiados se quedarán permanentemente en el campo, muchos otros viajarán de nuevo al otro lado de la frontera cuando la sequía se acabe y haya más seguridad”, asegura Chris Eweillar, responsable de operaciones de MSF en Dolo Ado, “A menudo, las mujeres atraviesan la frontera con sus hijos mientras que sus maridos se quedan al otro lado y se ocupan de sus hogares. Cuando las cosas mejoren, les harán saber que la familia tiene que regresar”.
Sanidad para refugiados y comunidades locales
El centro de salud que recibe apoyo de MSF en Dolo Ado es de vital importancia para los refugiados y para la comunidad local. Algunos de los que viajan desde el otro lado de la frontera llegan cansados, desmoralizados y deprimidos. “Atendemos con especial cuidado a los menores, ya que pueden sufrir ansiedad severa no solo por la experiencia por la que han pasado en casa, sino también por la llegada a este nuevo entorno”, explica Kadar Muktar Moali, responsable de salud mental de MSF en Dolo Ado.
Departamento de salud mental en Dolo. El juego es un factor importante para lograr que los niños puedan vencer el trauma que han experimentado ©Philippe Carr/MSF
“En realidad MSF forma parte de la comunidad en Dolo”, afirma Chris Eweillar. “La mayoría de nuestros trabajadores sanitarios provienen de la región, y no solo son competentes en su propio campo de la medicina, sino que también hablan el idioma local y entienden la cultura”.
Sin embargo, muchos están preocupados por el futuro. Con la amenaza de cierre de Dadaab, el campo de refugiados situado en Kenia, que ha acogido a somalíes durante décadas, Dolo Ado puede convertirse en la única alternativa de asilo.
También existe el temor de que las elecciones de este año en Somalia acrecienten la violencia, puesto que Al Shabab ha declarado que las detendrá cueste lo que cueste. La ecuación es simple: el aumento de la violencia y la sequía incesante implican que más personas están asumiendo riesgos para huir de esta situación de inestabilidad.
La relación entre los refugiados somalíes y los etíopes es buena. Además, la población local tiene también herencia somalí y sigue las mismas tradiciones que los recién llegados. Los ancianos de la comunidad se esfuerzan mucho por mantener los vínculos fuertes. Gran parte de la población local se ha dado cuenta de que ellos también se han beneficiado de los servicios gratuitos de salud que el Gobierno y las organizaciones no gubernamentales internacionales han establecido en la zona para los refugiados.