¿Por qué la mayoría de los baños públicos en nuestro país están sucios?
Una de las ventajas de viajar por diversos países es el poder comparar las condiciones de vida del lugar en el que uno reside con los lugares que uno visita. Inevitablemente, uno compara el clima, las condiciones del medio ambiente, el tránsito vehicular, la cortesía de las personas, la comida, etc.
Quizá sea por mi formación de salud pública, pero no lo puedo evitar, algo que inevitablemente siempre comparo en el lugar que visito es el estado de los baños de las áreas públicas, sean estas de restaurantes, bares y, obviamente, de aeropuertos. Me fijo en cosas elementales como si hay agua corriente en los caños, si los wáteres están limpios y funcionan, si hay jabón en el lavabo y si hay papel higiénico o papel para secarse las manos.
Esos básicos elementos me dan una idea de la salud pública del lugar que estoy visitando y parto de la premisa de que tanto los pobladores como los dueños de esos locales y sus autoridades saben que mantener la limpieza de los baños públicos es un hecho fundamental de derechos humanos.
Obviamente, cuando visito un país determinado, trato de visitar el mayor número de lugares públicos para evaluar las características antes mencionadas. Se me ha hecho casi una obsesión. Es más, por mi profesión, muchas veces he comparado incluso los baños de los hospitales que he visitado.
He tenido la suerte de estar en países de Europa, de América del Norte, América Central, América del Sur y Asia y mi inspección de los baños públicos puede dividirse en dos grupos: los sucios y los limpios.
Los baños limpios están invariablemente en Europa y Norteamérica; y los baños sucios, en América Central, América del Sur y Asia. Pero aquí ocurre un fenómeno muy interesante. En Europa y Norteamérica, los baños son limpios incluso en los lugares más alejados y las ciudades más pequeñas, así como en los restaurantes de barrio o los aeropuertos más transitados. En estos lugares, es excepcional encontrar un baño sucio, pero debo confesar que sí los he visto.
Pero en América Central y en América del Sur, solo los restaurantes y hoteles de cierta categoría tienen baños limpios. Si usted va a un bar o restaurante pequeño de barrio, o incluso al baño de una escuela, de una posta médica o incluso de un hospital, ya las cosas cambian drásticamente. En estos lugares, no hay agua corriente, y si la hay, no hay jabón, y si lo hay, no hay papel para secarse y los wáteres tienen objetos flotantes y no funcionan y el papel higiénico brilla por su ausencia.
¿CUESTIÓN CULTURAL?
En los países desarrollados, la norma es la limpieza de los baños públicos; la excepción, la suciedad. En los países en desarrollo, la norma es la suciedad de los baños públicos; y la excepción, la limpieza.
Y refiriéndonos al Perú, ¿cuál es su experiencia, amable lector, con respecto a la limpieza de los baños públicos que usted ha visitado? Estoy seguro de que ha comprobado que en lugares públicos “caros y de prestigio” la limpieza es mayor que en los lugares más modestos. ¿Ha entrado usted al baño de una posta médica o de un hospital del Estado y ha visto en qué deplorables condiciones están? ¿Ha entrado al baño de un restaurante pequeño en Lima o en provincias?
¿Por qué ocurre este fenómeno? ¿Por qué en los países desarrollados las condiciones higiénicas son más homogéneas y por qué en los países pobres las condiciones higiénicas muestran tan enormes desigualdades?
Algunas personas dirán “es la cultura pues doctor”, mientras que otros dirán “son las regulaciones más exigentes de esos países pues doctor”. Pero en el fondo ambas son lo mismo, la cultura de un pueblo, en este caso la actitud del público con relación a la higiene, es la que va a determinar el tipo de regulación de salud pública que promulgan sus autoridades (porque estas también son parte del pueblo).
En otras palabras, si se tienen autoridades para quienes la higiene del pueblo no es lo importante, entonces lógicamente su preocupación no estará encaminada a corregir ese problema. Podemos decir entonces que la cultura del gobernante es la que determina la cultura de la sociedad. Parafraseando a César Vallejo cuando dijo que “todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él”, podríamos decir “toda actitud con respecto a la salud pública viene del pueblo y va hacia él”.
Este asunto de cultura de un pueblo y la salud pública se ilustra en el caso de la India, el país del mundo en el que más gente defeca en las calles y en el campo que en un baño o en una letrina. De las mil millones de personas que defecan al aire libre en el mundo, 800.000 viven en la India, país en el que 130 millones de hogares no tienen un baño.
Pero lo interesante del caso es que una reciente encuesta de la Universidad de Princeton ha revelado que, aunque los indios tengan una letrina en su casa, especialmente si esas letrinas fueron instaladas por el gobierno, 40% de los hogares tiene a un miembro de la familia que prefiere defecar al aire libre y no usar su letrina.
La cosa se pone más interesante cuando se analizan los datos de la encuesta con respecto al sexo de los que la respondieron. Los hombres piensan que el uso de una letrina es “para las mujeres y las personas débiles y enfermas”, ellos piensan que los “hombres machos” defecan en las calles o en el campo. Es decir, el no usar un baño o una letrina es un asunto enteramente cultural.
El primer ministro indio, Narendra Modi, quien piensa que construir letrinas es más importante que construir templos, ha prometido construir 5,2 millones de letrinas en los próximos 3 meses, pero los expertos dicen que ese esfuerzo no valdrá de nada si no se cambian los patrones culturales de los habitantes, que piensan que defecar al aire libre es “más sano” porque incluso su antiguo texto “Leyes de Manu” lo dice así. El resultado de la defecación al aire libre en la India ocasiona la muerte de un niño cada dos minutos y medio.
Es odioso compararse con otros países del mundo, ¿pero cuál será la cultura del peruano y de sus autoridades que permiten que en pleno 2014 los baños públicos sean una desgracia? ¿Será que nos hemos acostumbrado a que nos traten mal y no sepamos exigir limpieza? ¿Será que el pueblo y sus autoridades piensan que tener un baño limpio es un asunto que está fuera de su realidad y solo pertenece a otro mundo? ¿Será que mientras las autoridades tengan un baño limpio en el trabajo o en su casa no les importa que su gente viva en suciedad?
FALTA DE LIDERAZGO
¿Cuáles serán las características del peruano que permiten que en pleno siglo XXI el baño de un lugar público (incluidos postas médicas, hospitales y dependencias del Estado) esté tan sucio y descuidado?
He tenido oportunidad de discutir este asunto con por lo menos cuatro o cinco alcaldes de importantes distritos de Lima, con cuatro ministros de Salud e incontables autoridades. Todos ellos escuchan, se asombran, admiten que es cierto, y pronuncian la clásica frase “Tenemos que hacer algo”. Nadie ha hecho nada. Alguno me dijo: “Lo que pasa, doctor, es que la gente se roba los papeles”.
Mientras tanto, los baños públicos siguen sucios, las mujeres que tienen deseos de usar un baño en un lugar público “tienen que aguantarse hasta llegar a la casa”, los hombres entran al baño sucio, “apuntan a distancia” y orinan en el suelo y los niños que van a un restaurante o a la posta médica y entran al baño salen pensando que esa suciedad “es normal” y crecen pensando que en el Perú todos los baños son sucios. ¿Cambiaremos algún día esa realidad?