¿Se deben tomar medicinas para bajar el colesterol?
“Una vigorosa caminata de cinco kilómetros
puede hacer más por la salud de una persona infeliz
que toda la medicina y psicología del mundo”
Dr. Paul Dudley White (1886-1973)
Nuestros dos últimos artículos se han centrado en el importante tema del colesterol, la comida y las guías de nutrición. Y ahora que los expertos dicen que el colesterol de la comida ya no es importante, mucha gente ha empezado a preguntarse ¿será necesario tomar las tan usadas medicinas para bajar el colesterol?
Un reciente artículo trata de responder esa pregunta de una manera indirecta y lo hace evaluando los instrumentos que se usan para saber si una persona tiene o no tiene riesgo de sufrir en el futuro una enfermedad del corazón y por tanto si debe o no debe tomar una medicina para bajar el colesterol.
Me explico mejor, para que se decida si una persona aparentemente sana, es decir aquella que no tenga ningún síntoma) tenga que tomar una medicina para prevenir un ataque al corazón“ por el resto de su vida”, muchos doctores usan instrumentos computarizados llamados “estimadores o calculadores de riesgo”. Estos calculadores de riesgo combinan diversos datos del paciente (edad, sexo, diabetes, presión sistólica y diastólica, niveles de colesterol, “colesterol malo” (LDL), colesterol bueno” (HDL) y el uso de cigarrillos) y dictaminan si la persona tiene riesgo bajo, intermedio o alto de sufrir un ataque al corazón en los próximos 10 años. El médico usa entonces esa evaluación para decidir si el paciente debe o no debe tomar la medicina para bajar el colesterol y las otras grasas de la sangre o lípidos.
El estudio en cuestión ha examinado la validez de cinco de esos calculadores de riesgo, el ASCVD de la Asociación Americana del Corazón/Colegio Americano de Cardiología, el score de Reynolds y otras tres calculadoras mas, desarrollados en los estudios de Framingham.
La investigación se hizo en 4227 personas norteamericanas de ambos sexos y de diversas razas y grupos étnicos entre 50 y 74 años de edad, a quienes se les calculó su riesgo de sufrir un ataque cardiaco al momento de entrar al estudio. Diez años después, se vio que sucedió verdaderamente con esas 4227 personas, es decir se compararon los casos de infarto cardiaco realmente producidos en ese tiempo, con el número de infartos que los calculadores de riesgo habían predicho que se iban a presentar.
Lo que se encontró fue sorpresivo, cuatro de esos calculadores de riesgo sobreestimaron groseramente el riesgo de padecer un ataque al corazón en las personas estudiadas. Por ejemplo el calculador ASCVD sobreestimó el riesgo entre 37% y 154%, especialmente entre los hombres.
Para ponerlo de otra manera, cuando el calculador ASCVD predijo que el 10% de las personas iban a sufrir un infarto cardiaco en los próximos 10 años, la realidad demostró que solo se produjeron 3%.
En resumen, los calculadores de riesgo de infarto cardiaco no sirven.
Y eso lleva entonces a discutir el tema de si es necesario o no el tomar medicamentos para bajar el colesterol porque le cuento que muchos médicos (y muchos pacientes por supuesto) están cuestionando esa práctica.
Resulta que los estudios que se hicieron para saber si los medicamentos para bajar el colesterol son útiles en prevenir enfermedades del corazón, se hicieron hace muchos años usando poblaciones homogéneas de gente blanca norteamericana y por lo tanto no son generalizables a todo el mundo.
A partir de esos estudios, se supuso entonces que las nuevas medicinas para bajar el colesterol (estatinas) debían ser entonces también útiles y que mejor si eran avaladas por los mencionados “calculadores de riesgo”.
El problema es que dichos medicamentos pueden tener serios efectos secundarios, muchos de los cuales ni siquiera son reportados por los usuarios, quienes toman esas medicinas con la fe de que “son buenos” y que “los va a salvar de un infarto cardiaco en el futuro”. Dolores musculares generalizados, debilidad completa (la gente se siente como “un trapo” y ya no puede hacer ejercicio), daño muscular y hepático, y pérdida de la memoria son algunos de los efectos secundarios más importantes de esas medicinas.
Pero si los instrumentos que se usan para estimar el riesgo están equivocados, como se demuestra en el estudio que comentamos, y encima los estudios iniciales en que basan su efectividad son antiguos y mal diseñados, ¿Cuál es el criterio que usan los doctores para recetar medicinas tan caras y con tantos efectos secundarios para prevenir un ataque cardiaco en personas sin síntomas actuales de enfermedad del corazón?
Lo cierto es que no hay respuesta a esa pregunta y en una sola cosa están de acuerdo los expertos: en que la herencia (historia familiar de infartos cardiacos en personas menores de 40 años en la familia) y pruebas de inflamación positiva serían las únicas condiciones para que la gente tome estatinas por largo tiempo.
Eso deja entonces millones de personas en el limbo, estoy seguro amable oyente que usted, que esta tomando religiosamente sus estatinas, puede ser una de ellas.
Vale decir en este punto que las medicinas para bajar el colesterol y la aspirina si han demostrado ser útiles en la prevención de un segundo infarto cardiaco, de tal modo que si usted amable lector ya ha tenido un infarto cardiaco, es conveniente que, además de practicar un estilo de vida saludable en alimentación y ejercicios, siga con esas medicinas.
Parece entonces que el tomar las caras y potencialmente dañinas estatinas para evitar el primer infarto cardiaco es un concepto que está en plena revisión. Si usted está tomando alguna de esas medicinas, le recomendamos que hable con su doctor y que éste lo convenza del porque se la está recetando, eso sí por favor, no la suspenda por su cuenta solo por leer esta columna.
Si las estatinas no deben ser tomadas para prevenir el primer infarto, mucha gente debe estarse preguntando entonces ¿y ahora que debo tomar?
Y como decía Cantinflas, “ahí está el detalle”, porque lamentablemente mucha gente cree que el organismo necesita de alguna sustancia para disminuir el riesgo de sufrir del corazón y busca en la chía, la maca, la uña de gato, la linaza, las pepas de papaya o cualquier otra sustancia, la “sustancia mágica” que los proteja de un infarto cardiaco.
Y eso ocurre simplemente porque la gente no puede o no quiere hacer lo que si se ha demostrado que puede funcionar para disminuir las enfermedades del corazón: comer saludablemente, hacer ejercicios diarios, dejar de fumar y no abusar del alcohol.
Es frente a esa incapacidad de no poder o no querer cambiar su estilo de vida, que la gente recurre a alguna sustancia para “quedar con la conciencia tranquila” y seguir desmandándose con su salud “protegiéndose” eso sí con su pastillita o con alguna hierba mágica.
Creo que es importante entender que las enfermedades del corazón son más probables que ocurran en una persona que tenga una o más de las siguientes características: mala alimentación (mucha cantidad de comida y mucha grasa), falta de ejercicio, obesidad, diabetes no controlada, presión arterial alta no controlada, uso de cigarrillos, abuso del alcohol, colesterol elevado y estrés no controlado.
Obviamente quien tenga un mayor número de esos factores, tendrá más probabilidad de enfermarse del corazón. Pero dele un repaso a esa lista y verá que muchas de ellas dependen de la educación y la voluntad de la persona: el comer saludablemente, el hacer ejercicios, el controlar la presión y la diabetes, el no fumar cigarrillos, el abusar del alcohol y el no saber controlar el estrés. Solo el colesterol en la sangre, hemos aprendido la semana pasada, no depende de la comida y parece que es un asunto enteramente genético.
Entonces, si una persona aprende y desarrolla voluntad para controlar los factores de riesgo controlables, muchos médicos creen que NO necesita tomar ni medicamentos ni hierbas para bajar su colesterol (con la excepción arriba mencionada de las personas con herencia familiar de un infarto en padres o hermanos menores de 40 años y aquellas que ya hayan tenido un infarto previo).
¿Se da cuenta estimado lector como la gente busca lo más fácil, es decir tomar una pastilla o una sustancia, en vez de hacer lo más difícil: cambiar los hábitos de alimentación y la vida sedentaria?
Cada persona debe conocerse bien, debe saber que está haciendo bien y que está haciendo mal con respecto a su estilo de vida y debe conocer también el estado de su salud y los valores sanguíneos de los lípidos de la sangre.
Solo así podrá decidir qué es lo que puede cambiar y que es lo que no puede cambiar y decidir si debe o no tomar una medicina para bajar el colesterol.