Tremendo foul del fútbol norteamericano a la salud pública
Sin duda que el año pasado ha sido terrible para la FIFA. Sus esquemas de corrupción han sido develados por el gobierno federal de los Estados Unidos y sus mas altos dirigentes están presos, acusados de crimen organizado, conspiración para delinquir y lavado de dinero.
Estoy seguro que el 2015 será recordado también como el año en que empezó la decadencia de otra poderosa organización deportiva: la Liga Nacional del Fútbol Norteamericana (NFL), decadencia que estoy seguro empezará como consecuencia de la recientemente estrenada película “Concussion” o “conmoción cerebral”.
No se preocupe, no voy a arruinarle la película, solo me limitaré a resaltar algunos aspectos que tienen que ver con la salud pública.
La película describe el típico vía crucis por el que tiene que pasar un científico cuando “se atreve” a desenmascarar a alguna poderosa organización por sus actividades en contra de la salud pública. El ejemplo mas claro es el de la industria del tabaco, que durante años de años atacó a los científicos que denunciaban las enfermedades y muertes causadas por el cigarrillo. En un artículo previo de esta serie describimos como en la actualidad, la industria de bebidas azucaradas y alimentos procesados sigue ese mismo camino y dimos ejemplos de otros casos en la historia.
Todo empezó cuando Mike Webster, un famoso jugador de futbol norteamericano -deporte en el que enormes hombres “protegidos” con cascos juegan con una pelota ovalada mientras chocan salvajemente entre ellos- murió en setiembre del 2002 a la temprana edad de 50 años. La causa de muerte fue un masivo ataque cardiaco.
En la autopsia de Webster, el Dr. Bennet Omalu, un médico patólogo e inmigrante nigeriano, confirmó el infarto cardiaco, pero guardó el cerebro porque le llamó la atención que durante sus últimos meses de vida, Webster se había convertido en un mendigo sin hogar y había desarrollado adicción a oler pegamentos.
El examen microscópico del cerebro de Webster reveló una sorpresa extraordinaria, las muestras del cerebro del deportista tenían grumos microscópicos de proteínas tau, idénticas a las de la enfermedad de Alzheimer. Cuenta Omalu, que cuando le enseñó las muestras a su jefe de patología, este le preguntó ¿por qué me enseñas el cerebro de un anciano con Alzheimer?, a lo que Omalu le respondió: no es ningún anciano, es el cerebro de Mike Webster y el murió a los 50 años.
Fiel a la tradición de los patólogos de consultar un caso difícil con algún patólogo especialista, el Dr. Omalu y sus jefes decidieron consultar las muestras cerebrales con el Dr. Steven DeKosky, jefe de patología neurológica de la Universidad de Virginia y gurú de la patología cerebral. El Dr. DeKosky confesó que nunca había visto algo igual, que era completamente diferente de la “demencia pugilística” o daño cerebral de los boxeadores, y los alentó a que le pongan un nombre a la nueva enfermedad, que publiquen sus hallazgos en una revista científica y que sigan buscando mas casos.
Lo primero fue fácil, la condición fue bautizada como Encefalopatía Crónica Traumática (ECT) y se atribuyó a repetidos golpes en la cabeza. Lo segundo costó mas trabajo pues luego de tres largos años de revisiones, la revista Neurosurgery publicó el reporte en julio del 2005. El manuscrito, “Encefalopatía Crónica Traumática en un Jugador de fútbol de la NFL” había sido revisado por 18 científicos, cuando normalmente solo era revisado por dos.
Pero lo tercero fue mucho mas difícil, especialmente después de que se publicó el artículo científico. Los médicos y dirigentes de la NFL, al mismo estilo mafioso de la FIFA, empezaron a conspirar para destruir la reputación científica del Dr. Omalu. A través de una agresiva carta publicada en la misma revista le pidieron que se “retracte” de su estudio y que diga que todo lo que escribió fue mentira. Para un científico, amable lector, eso significa el fin de su carrera y el Dr. Omalu no estaba dispuesto a hacerlo.
Con la ayuda de sus mentores, respondió la carta y la cosa quedó en suspenso hasta que a los pocos meses, Terry Long, un ex jugador que sufría de severos cambios de personalidad, cometió suicidio tomando un veneno. El cuerpo llegó a la morgue del Dr. Omalu y el cerebro mostró también ECT. Era el segundo caso y fue publicado en la misma revista con el titulo “Encefalopatía Crónica Traumática en un jugador de fútbol de la NFL: Parte II” en noviembre del 2006.
Ese mismo mes, el ex jugador Andre Waters se suicidó disparándose un tiro en la cabeza y en la autopsia, su cerebro mostró también ECT. El era un jugador muy violento y era ya el tercer caso de la enfermedad. Tristemente, en sus últimos meses de vida, Webster, Long y Waters fueron rechazados por sus familiares por “su mal comportamiento”.
Pronto apareció el cuarto caso, cuando el ex jugador Justin Strzelczyk de 36 años murió escapando de la policía en una persecución de alta velocidad y su cerebro mostró también ECT. Esta muerte hizo que el diario Los Angeles Times investigara y encontrara que 18 jugadores del equipo Steelers habían muerto en extrañas circunstancias.
A todo esto, la NFL hizo lo que toda organización mafiosa hace cuando quiere confundir a la opinión publica: formó una comisión investigadora compuesta por su propia gente, cuya primera acción fue organizar una reunión para analizar los “probables” casos de Encefalopatía Crónica Traumática, reunión a la que no invitó al Dr. Omalu, descubridor de los casos. El encubrimiento siguió cuando rechazó su propio estudio, el cual había encontrado que los jugadores de fútbol sufrían de demencia, cinco veces mas frecuentemente que los no jugadores.
Pero la cosa se puso fea para la NFL cuando el Congreso norteamericano organizó en octubre del 2009 una audiencia especial para analizar la relación entre los golpes en la cabeza y el desarrollo de la ECT. Debido a que los dirigentes de la NFL negaron tajantemente toda relación entre los golpes y la ECT, esa reunión fue comparada con la clásica audiencia de 1994 en que los ejecutivos de las compañías de tabaco negaron también enfáticamente que el cigarrillo causaba cáncer.
Hasta que por fin, en noviembre del 2009, la NFL admitió por primera vez que los golpes en la cabeza que sufrían sus jugadores podía causar grave daño cerebral y ese mismo mes, ex jugadores enjuiciaron a la NFL buscando resarcimiento económico a su sufrimiento.
A pesar de esa aceptación, la NFL continuó boicoteando los estudios y fue recién en junio del 2010 que desmanteló su Comité de Daño Cerebral Traumático Leve, presidido por un reumatólogo, y lo reemplazó por uno nuevo presidido por un neurólogo.
En febrero del 2011 sucedió un hecho terrible, el ex futbolista David Duerson se suicidó con un tiro en el pecho y dejó un mensaje de texto a su familia para que su cerebro sea donado y estudiado. El estudio confirmó que también tenia ECT.
En la actualidad, los estudios de cerebros de ex jugadores de fútbol se hacen en el Centro para el Estudio de Encefalopatías Traumáticas de la Universidad de Boston. Su mas reciente estudio de 91 cerebros donados por familiares de ex jugadores de fútbol de la NFL, ha revelado que 87 de ellos tienen Encefalopatía Crónica Traumática.
En el 2013, la NFL llegó a un arreglo fuera de corte en el que, sin admitir culpa, se comprometió a pagar 765 millones de dólares a la asociación de ex jugadores, suma que posiblemente aumente a mil millones de dólares.
Corolario
Si quiere saber que pasó con el Dr. Omalu, debe ver la película, pero para tener una idea de quien es el, busque un magnífico reportaje sobre su persona en el programa Frontline de la cadena PBS.
Con respecto a la NFL, el escándalo ha demostrado que gracias a médicos corruptos y dirigentes desalmados, miles de jugadores han seguido golpeándose a pesar de que ellos sabían que los golpes les estaba dañando el cerebro. La NFL calcula que 6.000 de sus 20.000 jugadores retirados sufrirá de demencia en el futuro.
En la actualidad la opinión publica esta dividida en si los niños deben seguir jugando futbol americano, creo que la película hará que miles de padres de familia ya no los dejen, hasta el presidente Obama ha dicho que si el tuviera un hijo, no lo dejaría jugar. Por su parte, Jacob Bell es el primer jugador activo que ha abandonado el deporte afirmando “ganamos tanto dinero, tanta gloria y tanta fama que nuestro ego crece a expensas de un juego tan violento que terminará matándonos en el futuro”.
Disfrazadas de “tradiciones” o movidas por el poder del dinero, no hay duda que primitivas partes del cerebro humano necesitan espectáculos barbáricos para divertirse. Las peleas de gallos, las peleas de perros, las corridas de toros, el boxeo y el futbol americano son algunas de esas actividades atávicas, todas ellas equivalentes al circo romano en el que se lanzaban cristianos a los leones para la “diversión del pueblo”.