Una historia de azúcar y falta de transparencia
Si usted, estimado lector, tiene menos de 75 años, es probable que haya crecido escuchando que la principal razón para sufrir del corazón sea el consumo de grasas y colesterol y es probable también que nunca haya escuchado que el consumo de azúcar afecte la salud del corazón. Hoy veremos la sórdida historia de cómo el mundo fue empujado a aceptar esas creencias, historia que ha sido publicada la semana pasada en la revista JAMA Medicina Interna por investigadores de la Universidad de California en San Francisco.
La reconstrucción de los hechos es resultado del análisis de 346 documentos de los años cincuenta y sesenta pertenecientes a la Fundación para la Investigación del Azúcar (SRF por sus siglas en inglés), organización que como su contraparte de la época, el Instituto del Tabaco, tenía como misión defender a toda costa los intereses de su industria. En la actualidad, la SRF es la Asociación del Azúcar.
Corrían los años cincuenta y el mundo gozaba ya de los beneficios de la salud pública de la primera mitad de siglo, sin embargo, las enfermedades del corazón eran ya la primera causa de muerte y enfermedad. Un grupo de científicos, liderados por el Dr. Ancel Keys, pensaban que los culpables eran la grasa y el colesterol de los alimentos, mientras que otros, encabezados por el Dr. John Yudkin, pensaban que el culpable era el azúcar.
En 1954, el presidente de la SRF había dicho en su discurso anual que la industria azucarera debía sacar ventaja de estudios que culpaban a las grasas de las enfermedades del corazón. Inspirado, John Hickson, vice presidente de la SRF, tuvo en 1964 una brillante idea: ¿por qué no auspiciar un artículo científico escrito por los mejores nutricionistas de la época, en el que se concluya que las grasas eran culpables de los infartos cardiacos y que el azúcar no tenia nada que ver en el asunto?.
Para ejecutar su plan, Hickson reclutó como miembro del directorio de la SRF al Dr. Mark Hegsted, director del programa de nutrición de la Universidad de Harvard. Luego, alarmado por la publicación de dos estudios en los que se concluía que el azúcar era culpable de causar enfermedades del corazón, Hickson contrató a Fredrick Stare y Robert McGandy, también profesores de Harvard, para que analicen los estudios científicos que investigaban el papel del azúcar y las grasas como posibles causantes de enfermedades del corazón y redacten un artículo de revisión sobre el tema. Los honorarios fueron el equivalente a $48,000 dólares actuales.
Bajo el título “Grasas de la dieta, carbohidratos y enfermedad vascular arterioesclerótica”, el artículo fue publicado el 27 de julio de 1967 en la muy prestigiosa revista New England Journal of Medicine. En él, se exculpaba completamente al azúcar como causa de enfermedades del corazón y concluía que la manera de prevenirlas era disminuyendo el consumo de grasas en la dieta. Los autores reconocieron que su investigación fue financiada por becas del gobierno y algunas fundaciones, pero ocultaron el apoyo económico de la SRF. El impacto del artículo fue inmediato, grasas y el colesterol fueron desde entonces enemigos de la salud del corazón y el azúcar quedó limpio de polvo y paja.
Pero lo grave del asunto, y una muestra de las tácticas de la industria para defender su negocio, son las cartas encontradas en los archivos de Harvard por los investigadores de San Francisco. En ellas se revela que los nutricionistas de Harvard estuvieron en constante comunicación y recibieron claras indicaciones de la industria acerca de como debían conducir sus investigaciones. En una carta del 30 de julio de 1965 por ejemplo, Hickson le dice al profesor Hegsted “nuestro particular interés tiene que ver con las afirmaciones que culpan a la sacarosa de contribuir desmesuradamente con condiciones metabólicas que pensamos son causadas por las grasas” y agrega “tendré una gran decepción si este punto no es adecuadamente aclarado”. El profesor Hegsted le responde “Somos conscientes de su particular interés en los hidratos de carbono y los tomaremos en cuenta lo mejor que podamos”. Hickson dio también el visto bueno al manuscrito antes de la publicación.
Posteriormente, Hegsted dirigió la preparación de la primera guía de nutrición para Estados Unidos, publicada en 1980. En ella, el azúcar no fue mencionado como sospechoso, toda la culpa de causar enfermedades cardiacas fue atribuida a las grasas y el colesterol. La maniobra del vicepresidente de la Fundación para la Investigación del Azúcar, iniciada en 1964, había sido maestra, las grasas se convirtieron en el enemigo y el consumo del azúcar se disparó.
En la actualidad, todas las revistas médicas, incluyendo el New England Journal of Medicine, obligan a los autores a revelar todas sus fuentes de financiación, pero lo que no ha cambiado son las tácticas de la industria. Recientemente por ejemplo, la Universidad de Colorado le devolvió un millón de dólares a la Coca Cola porque se descubrió que el dinero había servido para crear una organización, que sin reconocer de donde venían los fondos, le echaba la culpa de la obesidad a la falta de ejercicio y no al azúcar. Actualmente, se reconoce que el exceso de grasas y azucares son culpables por igual en causar enfermedades del corazón.
En este contexto, recordemos que al reglamento de la Ley de Alimentación Saludable de Niños y Adolescentes le queda solo un par de semanas para ser promulgado por el Ministerio de Salud (MINSA). ¿Soportará el MINSA la presión de la industria?