Salud pública después de la epidemia
Imaginemos que una bomba, lanzada sobre una ciudad, explota en el centro de ella, causando gran destrucción. Sabiendo que el artefacto lanzado no es una bomba cualquiera, sino que es una bomba atómica, ¿qué estragos causará esa bomba a cientos o miles de kilómetros de distancia del lugar de la explosión? ¿Cómo deben actuar las autoridades de salud de esa ciudad? ¿Deben centrar todas sus actividades solamente a la ciudad afectada o deben estudiar también el efecto de la bomba sobre lugares mas alejados de la explosión?
Del mismo modo, y llevando esa analogía a la epidemia de COVID-19 que viven el Perú y otros países, ¿qué tipo de investigaciones en salud pública deben llevarse a cabo para entender mejor la epidemia y evaluar el impacto de la pandemia en la comunidad en general? En otras palabras, además de contar el número de casos positivos al virus, de hospitalizaciones, de pacientes en unidades de cuidados intensivos (UCI) y el número de fallecimientos, ¿qué otros elementos de salud pública deben estudiarse en la comunidad para tener una idea cabal del impacto de la pandemia? Un artículo publicado la semana pasad en la Revista Médica de Nueva Inglaterra propone algunas estrategias que resumiremos en esta nota.
Impacto de la infección
En primer lugar, el impacto de cualquier epidemia se mide con tres elementos principales, el número de personas que se infectan, el grado de contagiosidad de la enfermedad y la gravedad de la enfermedad que se produce como consecuencia de la infección.
En el caso del COVID-19, no hay datos claros sobre el número de personas infectadas. Y eso ocurre por un sesgo causado porque al principio de cualquier epidemia, el contaje de las personas infectadas coincide con el número de los pacientes mas enfermos que acuden a los centros de salud. En otras palabras, al principio, solo los mas enfermos son contados como casos de la enfermedad, y los fallecidos son reportados como un porcentaje de ese número. Por ejemplo, si 100 personas enfermas acuden a los hospitales y 5 fallecen, decimos entonces que el porcentaje de mortalidad es de 5%.
Pero debido a que el COVID-19 puede ser una enfermedad que no causa síntomas, esos datos no reflejan la realidad. Imaginemos que por cada persona que se enferma, hay 10 que no presentan síntomas. En ese caso, habrían 1000 infectados (900 sin síntomas y 100 con síntomas). En ese caso, el porcentaje de mortalidad sería de 0.5%, ya no de 5%. Enorme diferencia.
Y esa es -de acuerdo a los autores del artículo que comentamos- una de las tareas mas importantes de los especialistas en salud pública: Diseñar estudios que permitan evaluar el verdadero impacto de la enfermedad en diversas comunidades de un país.
Cuatro preguntas básicas
Los autores proponen cuatro preguntas fundamentales, las cuales deben ser contestadas por las autoridades de salud pública de cada país.
La primera esta relacionada a medir la severidad de la enfermedad. Eso obliga a saber cuántos son asintomáticos, cuántos muestran signos leves, cuántos muestran síntomas mas intensos y cuántos se agravan.
La segunda esta relacionada al poder de contagiosidad que tiene el virus. Hasta ahora se sabe que una persona puede contagiar entre 2 y 3 personas. ¿Se cumple ese parámetro para todas las poblaciones?
La tercera esta relacionada a determinar quienes son las personas que contagian y diseminan el virus, los llamados “vectores” ¿Quiénes contribuyen mas a los contagios y diseminación de la enfermedad, los asintomáticos o los enfermos? ¿Contagian por igual los niños y las personas mayores? ¿Cuándo y durante cuánto tiempo está presente el virus en las secreciones respiratorias?
La cuarta se refiere a determinar quiénes son las personas mas susceptibles a complicarse por la enfermedad. ¿son solo las personas de edad avanzada con enfermedades preexistentes y personas de cualquier edad con disminución de su inmunidad?
Si bien es cierto esas cuatro preguntas han sido contestadas con el estudio mas grande que se ha hecho al respecto en China, en el que se analizaron los datos de mas de 72,000 personas, es importante tener datos locales.
Para el caso de Perú por ejemplo, de las 18 personas fallecidas, el 28% son mujeres y 72% son varones. Esos datos son diferentes de los de China (35 y 65% respectivamente) o Corea del Sur (39 y 61%). Los datos peruanos son mas parecidos a los de Italia, en que 80% de los fallecidos son varones.
Del mismo modo, los datos peruanos nos indican una profunda diferencia con los datos chinos o europeos, los cuales muestran que la mayoría de las muertes ocurren en personas mayores de 70 años. De los 18 fallecidos hasta el cierre de este artículo, 66% ocurrió en personas menores de 69 años y 17% en menores de 50 años. ¿Será que la población peruana mas joven es mas vulnerable o que estamos protegiendo bien a nuestra población anciana?
Por otro lado, aun no conocemos el impacto del nuevo coronavirus en la salud de niños con anemia y desnutrición, condiciones tan prevalentes en el país.
Corolario
La evaluación de salud pública de una epidemia es una ciencia dinámica, cuyos alcances dependen del rápido y oportuno diseño de intervenciones y de la recolección minuciosa y análisis de datos obtenidos en el campo.
Considerando que el Perú ha sentado un precedente histórico en el manejo de una epidemia (primer país en decretar una cuarentena obligatoria de la región) los datos que se obtengan de la experiencia, contribuirán sin dudad al enriquecimiento de la salud pública global.