El valor del reconocimiento
¿Cuándo fue la última vez que reconoció el trabajo de uno de sus colaboradores? Seguramente recuerda su sonrisa al escucharlo, su agradecimiento y cuando lo vio partir feliz de saberse reconocido y valorado. ¿Recuerda cómo se sintió usted entonces? Seguro que también se sintió muy bien.
Sin embargo, muchas personas dudan antes de reconocer el trabajo de otros: “¿Habré hecho bien en decirle que todo quedó bien? ¿Debí esperar a que termine todo el proyecto? ¿Y si ahora baja la guardia? ¿Y si deja de esforzarse al saber que la recompensa es tan fácil de obtener? O peor aun, ¿qué pasa si se la cree, me pide aumento o comienza a sentirse imprescindible? ¿Y si comienza a buscar otro trabajo?
Así, muchos optan por no reconocer a su gente o lo hacen rara vez, cuando un trabajo fue excepcionalmente bueno, al terminar un proyecto o cuando no les queda otra. Para muchos, el reconocimiento es un momento que se da una vez al año, en época de bonos o cuando se hacen las evaluaciones de desempeño. “Total –se justifican–, se les paga para hacer bien su trabajo cada día”.
Un ejecutivo me decía que no suele reconocer a su gente porque nunca hacen las cosas tan bien como él o como él espera que las hagan. Siente que es importante que sepan que él espera que hagan bien su trabajo por propia responsabilidad. Que la valla es alta y que no quiere ablandarlos ni menos darles mensajes confusos sobre sus expectativas de ‘performance’.
Sin embargo, un empleado bien motivado puede ser un trabajador excepcional. Es más, el reconocimiento del jefe es uno de los principales componentes del salario emocional y contribuye directamente a la satisfacción del equipo y al clima laboral. “Para el 66% de las personas el reconocimiento influye muy significativamente en su desempeño, mientras solo el 15% menciona el sueldo” (Watson Wyatt). Por otro lado, “el 79% de las personas que dejan un trabajo lo hace por falta de reconocimiento” (Society for Human Resource Management).
El desempeño óptimo viene directamente de las ganas de hacer bien las cosas. Por ello, quien se siente reconocido en su trabajo se siente más comprometido y puede rendir mucho más.
Reconocer equivale a aceptar, a aprobar, a validar, a valorar al otro. Es un acto de generosidad intrínseca, de respeto, de agradecimiento. Dar eso a nuestros colaboradores o familiares no siempre es fácil; es más, ¡muchas veces hasta nos cuesta dar reconocimiento a nuestros seres queridos! Nuestra cultura no es muy proclive al reconocimiento del otro: podemos ser especialmente tacaños a la hora de reconocer y aceptar a los demás. Cambiar esa actitud es algo que a los peruanos nos ayudaría a ser mejores, más inclusivos, mejores líderes.
Dar reconocimiento puede ser tan sencillo como decir lo justo en el momento apropiado. Es el ánimo a mitad de camino que premia al esfuerzo y la actitud y no solo al resultado final. No tiene que traducirse en recompensas materiales, aplausos o grandes celebraciones. Muchas veces basta una sonrisa y el aprecio honesto hacia el otro por su colaboración.
Es el tiempo y la atención que se le dedica para expresarle nuestra satisfacción por su apoyo o entrega. Es darle al otro esa energía que viene de saberse valorado. Las personas necesitamos mucho de esa aceptación y aprobación, que son alimento del alma, aunque cada quien lo necesita en su medida especial y particular. Dar reconocimiento es una práctica clave de liderazgo y no requiere de tanto esfuerzo. ¿A quiénes felicitará hoy?