All the things we are: sobre la diversidad y la unidad en el metal
Artículo que escribí hace unos años para una exposición universitaria sobre la identidad, solo el prólogo.
“El heavy metal ha ido desarrollando una gran diversidad de estilos desde sus orígenes a comienzos de los setenta. Esta diversidad abarca desde Black Sabbath y su inconfundible influencia bluesera hasta el grindcore de Repulsion o Exhumed, pasando por Motley Crue, Iron Maiden, Morbid Angel, Ministry, Therion o Cannibal Corpse. Estas bandas y millares de otras más reúnen una gran variedad de estilos, quizás la más grande variedad jamás recogida dentro de un solo género.”
Sin embargo, la concepción unitaria del heavy metal, o si se quiere más concretamente, la concepción de la identidad headbanger, permanece entre aquellos quienes nos confesamos seguidores acérrimos de esta música. ¿Qué es pues lo que nos otorga tanta unidad pese a la diversidad? En primer lugar creo que tiene que ver con el reconocimiento de cierta tradición o herencia cultural-artística-ideológica común a todo el movimiento, desde el glam hasta el grindcore. Unas bases que tienen en la identificación con ciertos símbolos, por el lado cultural; en la energía sonora, por el lado de lo musical; y en la idea de poder, en el aspecto ideológico, sus principales baluartes. De acuerdo con Weinstein, el heavy metal constituye un collage de elementos diversos interrelacionados de manera compleja entre sí, pero que no obedecen a una jerarquía necesaria, de allí que los headbangers individuales tomen de este collage los elementos que prefieran, aunque cabe agregar que esta libertad de elegir se encuentra limitada por un ideal de autenticidad básico sin el cual la cultura misma no puede existir.
Por lo anterior es que los headbangers en general gustan de varios de los estilos desarrollados dentro del metal; casi todos aceptan el legado clásico representado en el heavy metal tradiconal y a este legado le agregan el thrash o el death o el glam o cualquier otra combinación. Son pocos los que aprecian el abanico completo, pero los hay también. Sin embargo, se produce una suerte de articulación entre todas estas formas que permiten reconocer una línea matriz final, a partir de la cual el headbanger toma posición y se adhiere. Esto no es gratuito. Los integrantes de la subcultura permanentemente realizan críticas a los diferentes estilos y bandas, y no faltan confrontaciones dialécticas como las que protagonizaron el glam y el thrash en la década del ochenta. Pero esto se realiza dentro del movimiento y como parte de un debate interno (ahí se percibe el sentimiento de pertenencia). La existencia de estos debates, que usualmente giran en torno a la autenticidad de las bandas como legítimas exponentes del metal supone un acuerdo común de base sobre cierta tradición musical: discutir si Poison (USA) era metal o no, o si el metal auténtico era el de Manowar, supone que se pretende saber lo que es el metal y que es posible entonces trazar fronteras.
La construcción de una identidad del metal pasa necesariamente por la aceptación de su diversidad. De hecho al hablar de heavy metal, hablamos de un conjunto de vertientes, en ocasiones tan disímiles que cuesta identificarlas como un género en común.
Existe una forma del metal bastante comprometida con los medios estándares de difusión, originalmente representada por las megabandas de los setentas, Black Sabbath, AC/DC, Deep Purple o Kiss. Estas bandas se comprometieron desde temprano con los medios de comunicación y aunque muchas veces no fueron sus engreídos, de hecho no presentaban una postura antitética con ellos. En la década del ochenta, bandas como Mötley Crüe, Dokken y Lita Ford pusieron de moda una forma de glam rock metalizada que, valiéndose de los videoclips tuvo un enorme impacto comercial. Giras multitudinarias, apoyadas por la entonces poderosísima MTV, arrasaron el mundo. Quizá el ápice más relevante de esta época haya sido el concierto por la paz en Moscú, en 1988, cuando la URSS aún vivía y pasaba por los “vientos de cambio” de la Perestroika y el Glasnot de Gorbachov. Bandas como Cinderella, Bon Jovi, Ozzy Ozbourne, Scorpions y Skid Row congregaron a 70 mil fanáticos en el estadio Lenin. Fue el paroxismo de este movimiento y toda una hazaña para la capitalista industria del entretenimiento.
La llegada de los 90 y del grunge acabó con dicho auge. El ostracismo en el que cayó el glam metal fue, hasta cierto punto, impredecible. Sin embargo, el metal tiene una profunda vocación underground. En los 70, la NWOBHM tuvo un inicio subterráneo y en los ochenta, fue el surgimiento del thrash metal y luego del death el que manifestó está tendencia anticomercial. Bandas como Slayer, The legacy (luego Testament) y Exodus inauguraron una forma más punk de hacer metal, y no me refiero tanto al sonido, que de eso también tenía, sino el do it yourself que caracterizó esta movida de bandas. De la noche a la mañana y sin Internet se creó toda una red internacional de trueque y distribución de cassettes por todo el mundo. Esto sirvió para la expansión del metal en sociedades más conservadoras y lejanas. Las escenas sueca, noruega, brasilera, australiana y demás fueron nutridas por este consumo constante de demo tapes caseros y rudimentarios que creó la fama subterránea de decenas de bandas, así como las inevitables bandas o demos de culto. Como ejemplo mencionaré a la banda Poison (la de Alemania, no la glam de EE.UU.) que tenía una fuerte influencia de Venom y que mientras existió nunca llegó a grabar un disco. Su fama se construyó a partir de demo tapes; hoy aún es venerada y sus ensayos y demos han salido editados en vinilos como si se tratase de producciones en toda regla.
De hecho, esto creó toda una conciencia de auténticidad artística y llevó a una confrontación dogmática con el glam y algunas de las bandas más famosas del metal con el naciente thrash. Otras tendencias más extremas del metal, expresadas en el grindcore de Napalm Death, Repulsion o Impétigo, contribuyeron a crear una escena más radicalizada. Hoy en día, la cantidad de sellos peqeños que editan discos o splits numerados de solo 500 o mil copias, expresan la vitalidad de esta tendencia. Bandas como Sabbath (Japón), Nocturnal o Toxic Holocaust tienen toda una carrera a base de demos, ensayos y pequeñas producciones, con uno o dos larga duraciones como máximo.
Sin embargo no podemos dejar de notar que, muy a su pesar, seguramente, la difusión voluntariosa de la red de intercambio de demo tapes subterránea actuó solidariamente con la extrema comercialización del glam, algo que debe haber creado una dinámica dialéctica entre auténtico e inauténtico que terminó dotando al movimiento de una unidad en medio de su diversidad, una unidad siempre en cuestión y sujeta a demandas internas acerca de hasta dónde llegan sus límites pero que ultimadamente le dieron una coherencia interna que aún se preserva. De esa forma, a manera de contrapunto se fue construyendo una amalgama rica en ortodoxias y heterodoxias que se reconstruyen unas a otras y que han contribuido a crear este enorme panorama musical que es el metal de nuestros días.”
Todo comenzó con ellos, acá en su época con nuestro Dio
La herejía glam
La respuesta neoortodoxa, el thrash
El metal rock and roll
El death metal toma la vanguardia
El post metal
El glam metal, la nueva generación
Black metal hecho por chicas
Extremismo death
También hay metal de piratas
El heavy metal es rock and roll