Entre el mainstream y el underground: ¿una verdadera disyuntiva para el metal?
En una reciente entrevista, la cantante de la banda finlandesa de heavy metal tradicional Battle Beast, Nitte Valo, señalaba que hoy en día no hay un mainstream del metal como lo hubo antes con grupos como Iron Maiden o Metallica. Esta aseveración me hizo pensar en la relación del metal con los medios de comunicación y su representación en el imaginario de los headbangers. A comienzos de los 70 la representación imaginaria del heavy metal se confundía con la del rock en general y no pasaba de una etiqueta un tanto superficial de cierta tendencia agresiva y oscura de unas cuantas bandas, muchas que a la larga tuvieron poco que ver con el metal. Sin embargo, a partir de la NWOBHM, el metal adquirió otra identidad. Pasó a designar a un movimiento dentro del rock, que reivindicaba su ethos duro y rebelde, que un puñado de bandas inglesas empezaba a emplear como signo diferenciador de otros géneros y estilos populares entonces, como el punk o el glam rock. Muy pronto, algunos de estos grupos y otros de los Estados Unidos y Alemania que se adscribieron pronto a esta tendencia empezaron a alcanzar notable fama y propaganda mediática. No solo música, también una iconografía y un look asociados, inspirados en el look tradicional del rock pero con elementos tomados del punk y del glam, así como de los motociclistas Hell Angels comenzaron a configurar una entidad en el imaginario social colectivo, siempre tendencioso a la simplificación y generalización. Las más importantes bandas de heavy metal se volvieron populares y su aparición era constante en los medios. La verdad es que el grueso de la población no gustó mucho de la música, pero los escándalos, la imagen polémica y las frecuentes asociaciones con el satanismo dieron réditos entre los adolescentes de entonces. El metal era negocio.
Se creó un mainstream metálico/hard rock. En este el rey era Ozzy Osbourne, pero al lado de él, Black Sabbath, como su banda de origen conoció nueva fama. Iron Maiden creció como la cabeza de una nueva camada de bandas entre las que se hicieron notablemente famosas Def Leppard y Venom (más por su imagen que por su música, minoritariamente consumida). Esto benefició a grupos más antiguos que gozaban de una fama más bien local como Judas Priest o Motörhead, o revivió carreras de grupos de rock que de alguna forma podían ser compatibles con algunas de las coordenadas del metal y que le habían influido, como Alice Cooper, Kiss, Ted Nuggent y Aerosmith. Estas últimas bandas siempre habían tenido la vocación de llegar a ser superestrellas del rock (era el ethos dominante entonces, hasta que el punk lo cuestionó). Esta vocación, no desmentida por lo hecho por Black Sabbath, Judas Priest ni el mismo Ozzy, caló muy hondo en la inminente escena angelina de hard rock /heavy metal (Mötley Crüe fue el más conspicuo exponente y beneficiario de esto) y luego en la posterior escena glammer/sleazy/AOR/hard rock/blues/metal a la que genéricamente se la llama glam. Las posteriores escenas de thrash, death y black metal desarrollaron posiciones más ambivalentes al respecto.
En los 80, estas tendencias se convirtieron, al lado del pop rock convencional, en el sentido común musical de entonces. La MTV fue la expresión mediática de tal situación. Por supuesto, tras estas evidentes y conocidas manifestaciones musicales, subyacía una poderosa y rica cultura llamada desde el 79 headbanger. Las lecciones del punk fueron bien aprendidas y los seguidores del metal crearon formas de difusión y promoción alternativas. Antes la dinámica comercial del rock (y de todo) era 1. Formar una banda. 2. Tocar mucho en cada oportunidad disponible. 3. Esperar que te descubran (algún agente discográfico, los cazatalentos). 4. Firmar con un sello. 5. Fama y éxito (o fracaso y derrota, pero buenos recuerdos). Las bandas eran, comparativamente hablando, muy pasivas y los sellos eran mediadores totales entre el artista y el gran público. Los sellos son empresas y quieren ganancias monetarias así que la posibilidad de éxito comercial es el objetivo que hace que las disqueras graben a los grupos, si esa posibilidad no es clara, no se produce el “descubrimiento” y ahí moría el payaso. La promoción musical de géneros poco populares quedaba relegada a la labor del Estado y los Ministerios de Educación (difícilmente el metal podría haberse beneficiado de esta opción). El punk enseñó que eso discriminaba formas legítimas de expresión cultural y artísticas así como usurpaba al público su derecho (y necesidad) de elegir libremente lo que quería escuchar, más allá de sus posibilidades comerciales que al final no era más que una mera especulación a priori basada en los prejuicios de los “cazatalentos” de los sellos.
Las bandas de la NWOBHM optaron por grabar sus propios demos no para enviarlos a los sellos (algo que sí hacían de todas maneras) sino para su difusión en sus incipientes grupos de seguidores, los headbagers. Había nacido el underground del metal. De esta forma se dio pábulo a una subcultura alterna al mainstream metálico de entonces; por supuesto algunas bandas emergieron de tal underground y alcanzaron el éxito del mainstream. Iron maiden debe ser el caso más emblemático. Esto demostró que había todo un mercado variado que deseaba consumir productos específicos grupalmente orientados y que si bien no eran generalizables a toda la población, sí agrupaban a sectores importantes muy aprovechables por empresas medianas o pequeñas. Así nacieron los sellos del metal como Metal Blade, Megaforce, SPV Steamhammer, Nuclear Blast o Earache. Así, desde el punto de vista del alcance mediático, se crearon dos universos metálicos, los que estaban fichados en las multinacionales de la música, los grandes y estrellas mediáticas, el mainstream; y las bandas de mediano o minoritario éxito, el underground.
Es esperable que sea en el segundo segmento que se encuentren los trabajos más interesantes y arriesgados y que por ello no han concitado la atención de los grandes sellos. Algo que muchos quieren ignorar es que el querer saltar del underground al mainstream suele ser un deseo de todas las bandas y algo que los artistas rara vez rechazan por permanecer fieles a la autenticidad. Hay bandas que han alcanzado el éxito masivo sin sacrificar su calidad artística, pero han tenido que cambiar sus formas de promoción y difusión, además de la inversión que hacen en estos rubros.
Un mainstream metálico fue reconocible hasta los primeros años 90, cuando el grunge y sobre todo el apoyo de la industria musical a esas agrupaciones dejaron sin piso a las bandas del mainstream del metal. Para esa época, dicho espacio de extrema popularidad ya había sido monopolizado por las bandas de hard rock/glam, algunos clásicos del primer metal y de la NWOBHM y algún representante nacido en el thrash, básicamente Metallica. Solo Guns N’ Roses y Metallica permanecieron dentro del mainstream pero la permanente inactividad de los primeros los fue relegando. Solo Metallica, el nuevo Metallica, permaneció en la cresta de la popularidad. Quizás los Crüe lograron algo de esto, pues siguieron vendiendo bien en los 90.
El metal no murió para nada, el underground metálico se enfocó en el death metal, el death doom y el black metal y ante la desaparición del mainstream se volvió a las bases vivas del movimiento. La Internet permitió desde fines de los 90 generar un canal de difusión mundial independiente y reconstruir la red de distribución de discos. Pero no fue posible reconstruir un maistream. En varios sentidos casi todo el metal que se hace es underground. Solo Metallica, Ozzy y Iron Maiden figuran entre las estrellas del actual mainstream, (escandalosamente mediocre hoy por hoy; recordemos que artistas destacados y revolucionarios en su época como Elvis Presley, Beatles, Chuck Berry o los Rolling Stones eran parte del mainstream en el pasado).
Muchos dirán que es genial que no haya un metal mainstream, siempre comercial e inauténtico. A ellos les señalo que la mayor parte de grupos por muy buenos que sean se han desesperado por alcanzar el tipo de estrellato que representa el mainstream, por las ventajas económicas y de reconocimiento que indudablemente significa. Años atrás (1992) leí una entrevista en la que los Slayer se lamentaban de no habar casi sonado nada en las radios. Lo que pasa es que por las mismas características de mucho del metal underground, es casi imposible que estos grupos alcancen esa forma de estrellato. Sin embargo hoy en día es underground todo, heavy, thrash, power y hasta el glam. Pero algo más importante es necesario recalcar. La presencia de un número de bandas de metal en el mainstream e incluso la existencia de un mainstream metálico no fue mala; pues permitía al metal alcanzar a una población muy grande, de la que la escena underground terminaba nutriéndose y a la que por razones definitorias no podía llegar, pues si a alguien le gustaba Ozzy entonces escuchaba Black Sabbath y de allí Judas Priest, Quiet Riot y ya en un tiempo, alguno, el más curioso y devoto, estaba en Queensrÿche, Savatage, y de allí Helstar y Overkill y Exodus y … un headbanger más. Si no ¿cómo creen que existimos hoy? El mainstream es por lo tanto una puerta abierta a la cultura del heavy metal y no un mero instrumento de la alienación y la inautenticidad del artista. Un mainstream metálico sano y sólido contribuye a la fortaleza del heavy metal como cultura.
Mötley Crüe alcanzó el estrellato tempranamente. Acá en 1983.
Pero la vitalidad del thrash metal a mediados de los 80 vivía en el underground. Acá la gran banda Hallow’s Eve en 1986
Guns N’ Roses y Metallica llegaron a probar las mieles del estrellato y giraron en 1990. Ambas agrupaciones tuvieron profundas raíces en el underground. Acá Duff, Slash, Hetfield, Ulrich y Sebastian Bach (Skid Row) interpretando Whiplash
Hay jaleo al final