Reseña de Michael Monroe - Horns and Halos - Spinefarm - 2014
Si hay un artista que aún sabe cómo mantener vivo el espíritu del rock en pleno siglo XXI ese es Michael Monroe, una de las personalidades más atrayentes y fascinantes del universo del hard rock. Desde su aparición en la escena a comienzos de los 80 como cantante de los inolvidables y fundamentales Hanoi Rocks nunca ha parado ni un segundo de arder en el fuego de la música más ácida, callejera, divertida y sarcástica que quepa oír. Con aquella banda, se convirtieron en la más auténtica expresión del glam hard rock ochentero y los padres del sleazy angelino, que se haría tan popular en esa década de la mano de sus indiscutibles hijos L.A. Guns y los Guns ‘N’ Roses.
Lamentablemente, aunque llegaron a gozar de cierto nivel de éxito, nunca alcanzaron las cotas de popularidad de sus discípulos, probablemente por su aire tan libre y su espíritu contrario a los compromisos espurios, aunque su pinta de putas baratas de carretera gringa puede también haber contribuido a ello. Para 1987 era obvio que la fama no iba a llegar y es cuando nuestro querido Monroe comienza una carrera como solista de lo más interesante y arrolladora, llegando a niveles musicales incluso superiores que con los ‘Hanoi’, pero sin igualar el éxito mediático de ellos, ni tan siquiera alcanzarlo. Es cuando le ocurre ese extraño fenómeno que uno no sabe si es bueno a malo, cielo o infierno, que es convertirse en artista de culto.
Leo que como solista ha editado ya nueve discos y dos más en sendos proyectos, debo admitir que no he escuchado todos. Yo lo conocí cuando ya como Michael Monroe editó su segunda placa Not Fakin’ it (1989, recuerdo un reportaje en la Metal Hammer). Su aspecto tan glam que me hacía recordar a una señora hipermaquillada ochentera me repelió un poco porque yo ya andaba acercándome a las tendencias más thrashers del metal, y el glam comenzaba a complicárseme un poco (por supuesto esa también fue una etapa que superé, hoy oigo glam y hard rock sin ningún complejo). Sin embargo no podía negar que el espíritu rebelde a lo Stooges o UK Subs de los 70 me atraía mucho.
Con los años he seguido intermitentemente su carrera, de la que recuerdo sobre todo sus proyectos. Uno, semiabortado, con el guitarrista Steve Stevens (Billy Idol), Jerusalem Slim, un trabajo realmente polémico y bueno, pero del que renegó por considerarlo demasiado metálico. Incluso, llegó a realizar una antigira desalentando la compra de ese disco. Parece que en el estudio de grabación dejaba los temas a lo UK Subs, y en la noche Stevens (que la hacía de productor) le metía más solos y duplicaba las líneas de bajo, por lo que en la mañana sonaban a Mötley Crüe. Se entiende.
El otro, los gloriosos Demolition 23, banda que formó con su excompañero de los Hanoi Rocks, el bajista Sami Yaffa. No hay suficientes palabras para describir el indomable espíritu punkrockero que anima ese homónimo y solitario disco, que algunos han catalogado como el mejor de rock a secas de la década de los 90. Esto tiene más mérito si consideramos que el disco se hizo a contrapelo de toda la ola alternativa/grunge que asolo aquellos años.
En lo personal lo último que le había escuchado era un sensacional en vivo llamado Another Night in the Sun – Live in Helsinki (2007, Monroe en realidad se llama Matti Fagerholm y es finés) que es un monumento a toda una carrera y que es 150% recomendable. Hay un disco en estudio luego, Sensory Overdrive pero no lo he oído (2011). Recién llega a mí este excelente Halos and Horns, del cual recién voy a hablar.
Se trata de un álbum que reúne las tendencias que ha ido ensayando y que han contribuido a crear el estilo de Monroe. El rock and roll, el punk, el post punk, el blues, el heavy metal, el sleazy hard rock todos se dan cita para definir el sonido de un disco que compuesto por tipos que pasan de los 50 años pero que exuda el espíritu inconforme de un adolescente dispuesto a hacer lo que quiera con el mundo.
Para demostrar lo anterior oigan el segundo tema Ballad Of The Lower East Side, te deja sin palabras todo ese sarcasmo y desencanto transformado en música para seguir viviendo y matando. O Stained Glass Heart, con ese aire a rock de los 80, ácido y melancólico. Una mención especial la tiene el trabajo en guitarras de Steve Conte, ex New York Dolls que pone el alma a todos los temas y de Dregen (Backyard Babies, exHellacopters, no faltaba menos), que le da el soporte. Algo a lo que contribuye también su amigo de toda la vida, Sami Yaffa que se ha dejado caer por este disco y que al parecer está formando parte de la banda de manera definitiva.
Se trata, en pocas palabras, de un disco auténtico, arte de verdad, música de verdad, el rock de siempre, el que no se debe ir.
Notable trabajo de Michael Monroe que no se debe dejar pasar pues es refrescante en medio de tanta sobreproducción. Algunas bandas de metal deberían seguir este ejemplo.