Manilla Road y Omen: Noche Ortodoxa del Metal
La noche del 3 de julio fue en todo sentido especial para Lima. Dos bandas esenciales en la historia del metal más ortodoxo tocaron en un show excepcional, Omen y Manilla Road. Ambas bandas centradas en lo que se ha dado en llamar epic metal, pero con aproximaciones bastante distintas, tocarían en un show que de hecho prometía bastante, gracias a la larga tradición que ambas ostentan. Además los créditos peruanos, Cobra, también estaban citados como banda de apertura.
La expectativa era grande, en nuestro medio, Omen tiene una pequeña gran reputación y es una banda de culto de los heavys más tradicionales, pero para nada una banda masiva (es una lástima hasta cierto punto), Manilla Road es un verdadero desconocido por estos lares, no ha sido nada frecuente que los headbangers locales cultiven su trabajo y es más bien ante la expansión de los medios de comunicación del metal en la Internet que en la última década la gente se informó mejor y sus discos ya son más oídos. Bueno, claro eso es por acá, porque internacionalmente hace muchos años que se ganaron el respeto de la comunidad headbanger, aunque lejos del éxito más masivo de otros.
Cuando llegué, un poco retrasado la verdad, Cobra ya estaba en media res de su show y pude ver la aún muy magra asistencia en el pequeño local. Los peruanos se encontraban interpretando Denim Attack y me acerqué a la mesa del merchandising que en estas ocasiones de pequeños shows suelen estar muy nutridas, y lo estaba, había polos de Omen, Manilla Road, así como reediciones en CD de varios de los discos de estos últimos, Metal, The Deluge, Open the Gates y una tentadora edición doble del Crystal Logic, así como LP’s, todo a precios realmente de feria (CD a 30 soles, el doble a 50, el Mystification en doble vinilo gatefold con las dos ediciones del disco remasterizadas a 50 soles). Una de las mejores mesas de merchandising que he visto en Lima. Mientras Cobra tocaba, era posible ver entre el auditorio a integrantes tanto de Omen como de Manilla. Cobra cumplió con su auditorio y pese a ser muy pocos aún los asistentes fueron más que un mero calentamiento, la gente ya los admira. Mientras los conocidos de siempre nos saludábamos para una nueva sesión de heavy metal auténtico, el público iba entrando muy lentamente al local.
Sin mucho preámbulo pasadas un poco de las 10, Omen inció el show, la alineación estaba compuesta del clásico motor de la banda, el señor guitarrista Kenny Powell, el recuperado baterista Steve Wittig (de los discos ochenteros originales), Andy Hass al bajo (que está con el grupo desde los 90) y el también recuperado para las voces Kevin Goocher, quien ya apareciera en lo que viene siendo hasta ahora la última placa del grupo, Eternal Black Dawm, del 2003. Una alineación que puede ser considerada auténtica y no como la última vez que vinieron en 2009 en la que se notaba que era un Omen reencauchado, pues solo Powell estaba y el resto eran músicos de apoyo.
El show se centró en sus primeros trabajos. El tema de inicio de la noche fue el que abre el Battle Cry de 1984, Death Rider, que conectó automáticamente con la audiencia que comenzó a corear de inmediato. Goocher lució en estos primeros temas unas hombreras de armadura muy curiosas y un polo con puntas en los brazos. Se veía un poco gracioso, sobre todo porque está bastante subido de peso como para lucir como un guerrero, pero el espíritu es lo que cuenta. El segundo tema de la noche fue la genial Dragon’s Breath, (Ooooh Dear Lord/ sabe us from all/ From the Death/ Dragons Breath). Goocher se movía por el escenario realizando mímicas según la intención de la letra que iba cantando, y Powell hacía fintas con sus guitarras posando para las cámaras de todos. Ya desde el segundo tema comenzaron a jugar con la idea de que dos integrantes, el baterista y el vocalista eran “vírgenes” en Sudamérica.
De ahí continuaron con Ruby Eyes of the Serpent, tema que no tocaron en su primera presentación y que Powell prometió que tocaría la próxima vez que estuviera en Lima, cumplió. Le sucedió The Axeman cuyo paroxístico inicio fue coreado por todos. 1000 Years Reing fue un salto a su trabajo más reciente, Eternal Black Dawm, único en el que cantaba Goocher. Last Rites se convirtió en una nueva visita a aquel álbum debut, que resultó el más ejecutado.
Después hubo una breve pausa en la que Steven Goucher nos preguntó si estábamos listos para una canción de amor, aunque en sí, aclaró, no era una canción de amor, luego dedicó el tema a las damas de la asistencia (escasas como de costumbre) y comenzó Be my wench (Sé mi amante o concubina). Después de este tema nos pusimos un poco más líricos y emotivos con el inicio acústico de Don’t Fear the Night, del Warning of Danger. In the Arena volvió al Battle Cry, y fue uno de los temas más ovacionados y gritados. Luego volvimos al Warning con la speedica Termination.
Para terminar su presentación, la banda tocó el tema Battle Cry en una explosión en la que todos saltábamos y coreábamos y Powell se extendió con un solo velocísimo. Luego siguió Teeth of the Hydra. El encore obligado los hizo volver a interpretar el último: Die by the Blade. El gran final lo dio Kenny al poner su guitarra a un lado y lanzarse sobre el (escaso) público, al igual que la vez pasada. Parece ser su costumbre. Luego Googher y Wittig señalaron ya no ser más southamerican virgins anymore El público quedó satisfecho con la presentación ya que los mayores clásicos de la banda se interpretaron. Del Battle cry, se interpretaron 8 de 10 temas; del Warning of Danger, 4 de igual número y solo un tema del The Curse y del Eternal Black Dawm.
La posta ahora pasaba a los que son los cabezas de cartel oficial, Manilla Road, grupo que en este contexto, no debemos engañar, no eran la principal atracción dado que apenas y son someramente conocidos en nuestra escena, a diferencia de lo que pasa con Omen, que no es que los conozcan millares, pero algo más sí. Y eso que el trabajo de Manilla es mucho más original, ambicioso y prolongado, pero son cosas de la vida.
Sin embargo hay que decir que la presencia de Manilla Road es enorme en el escenario. El tío Mark Shelton se para con su vincha ceremonial alrededor de su frente y con su guitarra y sin hacer mucho aspaviento domina con discreción el show. Su compañero, Hellroadie Patrick es uno de los secretos mejor guardados del metal actual, pues tiene una voz potente y eficiente (Shelton ya canta poco debido a una laringitis crónica con la que lucha desde los 80) que realza en varios estilos, pero sobre todo el profundo, la música de Manilla Road.
Su set se me hizo algo corto. Al igual que Omen centraron su presentación en su trabajo más clásico con alguna pincelada previa y posterior, los discos más citados fueron Crystal Logic, Open the Gates y Mystification. Masque of the Red Death y Death by the Hammer de su Mystification de 1987 fueron los temas de apertura. Lamentablemente en estos, sobre todo al inicio, el sonido empeoró notablemente de lo que habíamos oído con Omen (que tampoco fue brillante). Continuaron con otro tema de su periodo intermedio, esta vez del The Deluge, la pesada y la vez thrasher Hammer of the Witches.
El estilo de Hellroadie es aproximativo, se acerca al público y se inclina hacia él y nos canta la letra como si nos contara una historia, en una voz potente y a la vez susurrante. El siguiente tema nos hizo retroceder un poco más, hacia el Open the Gates, con otro tema brujeril, Witches Brew, una pieza más épica y melódica. De ahí volvimos con algo más directo, Mystification, el tema. El público, pese a que en su mayor parte no era un conocedor de la discografía de >Manilla Road, estaba enteramente enganchado. No había pogo ni desorden entre la gente, sino una casi reverente expectación.
Only the Brave fue la única excursión de la banda en su más reciente trabajo Mysterium (2013), el tema no desentonó. Seguidamente nos vimos transportados a lo más antiguo de ellos que nos ofrecerían, Cage of Mirrors, de su segundo trabajo, Metal. El tema es profundamente setentero y tiene mucho que ver con la onda psicodélica original que manejaban. Sus cambios de tiempo son pocos pero casi completamente diferentes, parecen dos temas que se intercalan. Así fue el metal también. El Open the Gates reapareció con Road of Kings y el tema homónimo y estuvieron entre los más coreados por la gente. Luego volvimos al The Deluge con Divine Victim.
Para el final tuvimos un ataque de Crystal Logic, The Riddle Master, The Veils of Negative Existence, Necropolis y Crystal Logic. De todas ellas, la mejor recibida fue Necropolis, que comenzó con una historia, en la que nos decía que paseando por Lima, una hermosa ciudad, según él, caminaron tanto que se perdieron y así entraron en el tema que cantó el mismo Shelton (solo esa voz puede él). Con este la gente saltó en un estallido físico que ya se hacía extrañar bastante. Pese a que llegaron a 14 temas, el show no fue largo (habrá durado poco más de una hora).
Shelton en sí cantó poco, al completo solo dos temas, Cage of Mirrors y Necropolis. En los demás o no intervino o cantó solo algunas secciones, sin embargo Hellroadie Patrick es un excelente aporte a las voces. Se notaron, al menos a mí que estaba muy cerca (aunque el local es pequeño), algunas descoordinaciones con la batería, quizás no tenían buen retorno. Quien me pareció preciso en su aporte y seguro como pocos fue su bajista, Josh Castillo un joven (debe tener menos de 30) que conocía a la perfección los temas y mantuvo mucha cohesión en el escenario.
Con respecto del sonido en general, no me pareció de los mejores. En Omen estuvo regular, en Manilla Road, no me gustó, los dos primeros temas sonaron mal y luego mejoró un poco, o de repente mis oídos se acostumbraron, no sé. De todas maneras, la presencia de dos notables bandas como esas es algo inolvidable. Luego del show, los Manilla Road, se pusieron en la puerta y se despidieron uno a uno de los asistentes dándonos las manos y las gracias por haber ido; yo por supuesto le di las gracias en retorno por habernos dado tanto buen metal por tantos años. Mientras en las proximidades, los Omen caminaban tomándose fotos con todo el mundo y firmando lo que les dieran. Estos momentos son los que hacen que una sienta que en el metal formamos parte de algo más grande que nosotros mismos, una escena, una identidad que va más allá de las culturas y los idiomas, un espíritu.
De paso es necesario agradecer a Danger Steele y a los hermanos Almonte por arriesgar en shows con bandas clásicas del metal en los que es obvio que no es que están volviéndose ricos, a juzgar por las magras asistencias. También esto debe hacernos pensar en lo necesario que es que la gente se comprometa más con los conciertos tanto de bandas locales (que son bastante baratos) como los con bandas internacionales. Es necesario que conozcamos más del metal y de su cultura. No podemos ser headbangers del Big 4 y Iron Maiden y nada más. Hay un universo de Metal allá afuera. Hay que hacer que esté acá adentro de nosotros.