Juan Manuel Chávez: “Una crítica buena o mala le sirve a un escritor pero nunca debe ser su norte a seguir”
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Publicada originalmente en 2009, “Ahí va el señor G” no es solo una más de las obras de Juan Manuel Chávez. Para el escritor nacido en 1976, estamos frente a una novela especial y compleja, que hoy tiene un segundo aire bajo el sello argentino Campo de Niebla.
En esta entrevista, Juan Manuel Chávez comenta algunos detalles sobre la aparición de esta obra llena de remezones (geográficos y emocionales). En la misma, el Señor G –un canalla incapaz de mirar más allá de sus narices– debe enfrentarse a la su peor enemiga: la memoria.
“Ahí va el señor G” se presentará este viernes a las 8 en la librería boutique Books & Co. del Centro Comercial El Polo, Surco. Los comentarios estarán a cargo de Zoila y Selenco Vega.
¿Cuál crees que fue el gran acierto “Ahí va el señor G” hoy que la ves reeditada en Argentina?
El gran acierto del libro, creo yo, fue plantearme que cada capítulo sea distinto del otro. Hay uno sobre un diálogo telefónico, otro con la biografía de un personaje, otro sobre la venganza de un personaje cuando es aún niño frente a otro, etc. Son capítulos muy distintos que hicieron posible un producto tan híbrido como este.
¿Y un error que quizás hoy quisieras cambiar o retirar de la novela si lo pudieras hacer?
Es complicado. Esta es una nueva edición y tuve la propuesta de la editorial para analizar y hacerle cambios al libro. Sin embargo, creo que un texto publicado hace ocho o diez años ya tuvo ciertos lectores, y sería una injusticia con ellos cambiarle el final, quitarle algún personaje o hacer crecer a otro. Aunque si tuviera que ajustar cuentas, quizás sí haría más vil al Señor G para que, por contraparte, lo quisiéramos más, siendo canalla como es.
¿Te encariñas con los personajes canallas como el Señor G?
Creo que soy un buen tipo, con defectos y virtudes, pero sí me provoca mucho inspeccionar las formas de la ruindad y la maldad. El señor G no es un personaje ruin todo el tiempo, no es un personaje plano, pero sí necesito mostrar esa otra cara de lo que somos, de lo que a veces ocultamos bajo la alfombra.
-Comparemos los años en que se publicaron ambas ediciones, la peruana y la argentina. ¿Es más fácil publicar un libro hoy?
He tenido buena fortuna. Era aún un universitario cuando gané el Copé de Plata y la primera mención del Premio Nacional (de Novela Federico Villarreal). Así que siempre tuve una buena recepción de las editoriales. No obstante, creo que hoy existen otras oportunidades muy diversas que hacen, no sé si más fácil, pero sí más llevadero el esfuerzo de sentir que tu trabajo puede verse reflejado en un libro impreso para el consumo del público.
-¿Pero acaso esa mayor cantidad de posibilidades para publicar no genera un riesgo de que la calidad baje?
O lo contrario. Es decir, si una industria crece tenemos más ritmo, pero también podemos afinar lo virtuoso. Yo sí creo mucho en el crecimiento de las industrias, cinematográfica, teatral o libresca, para poder generar muchas más oportunidades y a partir de ahí encontrar también mucha más potencia. Así que yo veo esto como algo positivo.
-¿Y se debe afinar esto desde las editoriales y los editores o desde el Estado?
Son dos cosas. Creo que el editor tiene que ser muy profesional. Él debe asegurarse de que el autor reciba su pago por derechos y, además, de que el (trabajo del) autor también sea realmente editado. Es decir, que llegue un profesional a tu novela original en Word y agarre a tres patadas tu libro. Que saque, cambie, negocie y se pelee contigo. El editor debe defender su nombre como profesional del libro que lleva adelante tu publicación. Del otro lado, el Estado debe seguir fomentando premios y realizando licitaciones públicas para poder fichar nueva literatura peruana que sea leída por los chicos en las escuelas. Creo que el rol del Estado debe hacer una búsqueda muy seria de cuáles son los títulos que vayan marcando hacia adelante las lecturas de los escolares.
-¿Publicar fuera de tu país es casi tan satisfactorio como ganar premios?
En 2006 se tradujo mi libro de ensayos “Un camaleonte tra due specchi” por la editorial Donzelli Editore de Italia. Fue un momento de absoluta emoción, un triunfo personal. Diez años después (hoy) ocurre algo parecido pero ya no me creo el cuento. Ya estoy grandecito. Sé que este no es un trabajo sino el disfrute de escribir. Y cada salida de un libro es la puerta para seguir escribiendo ese que tienes en un Word y que sigue siendo un original inédito. Ahora, ¿qué significa para mí publicar afuera? Saber que mi libro puede tocar otras sensibilidades que culturalmente no habría imaginado. Y eso sí es magnífico. Pensar que un libro de hace ocho años sigue siendo significativo para alguien es valioso porque sientes que aquella comunicación que iniciaste ayer, hacia el futuro aún tiene interlocutores.
-Esta reedición de “Ahí viene el señor G” en Argentina te ha permitido conocer de cerca el circuito editorial. Desde el contacto con el editor hasta la forma en cómo se presenta un libro. ¿Nuestra realidad es muy distante?
Pasó algo alucinante. El libro se presentó en Argentina y entre el público había dos editores: uno de Miami y otro de Barceona observando y juzgando el interés hacia el autor y la publicación. Es decir, mercados como el argentino o el mexicano permiten que haya un lucimiento mayor de quien está dentro de ese círculo literario para poder saltar a otras oportunidades de publicación. Por otro lado, sí existe un afán por saber lo que está pasado al otro lado de los Andes. Y me parece genial que nos sigan leyendo, buscando. Es una gran noticia para nosotros.
-¿Con qué escritores peruanos cercanos a tu edad podrías identificar mayores similitudes?
Con gente que he compartido mucho trabajo como Daniel Alarcón. También con Sandro Bossio, que leyó este libro cuando yo vivía en Italia. Él dio apuntes, hizo ajustes y cambió cosas. Además, nunca he dejado de leer con la misma atención de siempre el trabajo de Luis Hernán Castañeda, Diego Trelles y Alexis Iparraguirre. Eso sin dejar de lado a autoras como Irma del Águila, a quien he seguido con tanta atención como a Zoila Vega y Claudia Salazar.
-Teniendo en cuenta las críticas que surgieron a la primera edición de “Ahí va el señor G”. ¿Cómo tomas tú estas opiniones desde la prensa cultural o desde los especialistas en literatura?
Yo lo tomo muy en serio, ya sean los positivos o los negativos. No quiere decir que esto dinamite mi estado anímico para escribir. Ya no me ‘bajonea’ anímicamente. Pero sí considero que es muy útil incluso aquel reparo desalmado que pueda hacer un crítico al que le caes muy mal y que sencillamente te encuentra todos los defectos posibles. Incluso ahí puede permitirte releer aquello que estás haciendo hacia adelante. Confío en que la crítica seria, la juguetona y la dinamitera le viene bien a un escritor para enterarse, pero nunca debe ser un norte a seguir o un alimento para nuestro ego ni para nuestras caídas.