Una conversación con Jorge Eslava sobre su novela "Sol tan lejos"
Siempre es una experiencia grata charlar con Jorge Eslava. Literato, arquero, pero sobre todo maestro. Por sus aulas han pasado varias promociones de distintas edades. Esos alumnos pueden dar fe de su capacidad para repartir reflexiones diáfanas.
En esta ocasión, el motivo es la aparición de “Sol tan lejos”, penúltima novela de la saga literaria sobre Sol, un personaje que empezó siendo parte de cuentos y que terminó transformándose en uno de los personajes (adolescentes, juveniles y ahora adultos) más interesantes de las letras peruanas en la última década.
En esta ocasión, la historia muestra a una Sol universitaria que desea independizarse económicamente de sus abuelos y encuentra un trabajo como fotógrafa en una ONG de Derechos Humanos. Esta aventura (y travesura) propia de su edad la pone en aprietos.
La protagonista de esta saga creada por Jorge Eslava, sin embargo, también tendrá la chance de continuar su formación como un ser humano progresista y con ideales claros.
Aquí nuestra entrevista con Jorge Eslava
-En la novela hay términos como Comisión de la Verdad, conflicto armado interno, violencia política, entre otros, que generan aún cierto rechazo en parte de la población. ¿Por qué cree usted que –después de tantos años de terminada esa etapa de nuestra historia—parte de la sociedad no acepta aún denominaciones como estas?
Se me ocurren dos respuestas: Poca sensibilidad y poco conocimiento. Sobre la primera: no estamos bien educados para la sensibilidad social. Creo que tenemos poca capacidad para celebrar lo bueno y para compadecernos del otro que ha sufrido. Hemos terminado atrincherándonos en pequeños grupos. Los más favorecidos la pasan bastante bien a veces, y de espaldas a lo que acontece con la gente que ha sido maltratada por diversos fenómenos, desde la violencia política hasta los desastres naturales. No hemos desarrollado un órgano sensible que nos permita compadecernos con los que sufren. Y la segunda razón tiene que ver con la ignorancia. Hay un desconocimiento de la historia, y no solo la reciente. Sabemos que para los quechuas el pasado está adelante, les permite avanzar y crecer. Si nosotros mirásemos el pasado con esos ojos, no solamente de curiosidad sino también de admiración, pensaríamos en un futuro distinto del que se plantea ahora.
-¿En las novelas anteriores sobre Sol está siempre presente el ámbito educativo como en esta?
Sí, porque si no aparece el ámbito educativo ‘institucionalizado’ como es la escuela, está el otro reducto educativo, que es la casa. En el vínculo de Sol con los abuelos, quien se erige como maestro es el abuelo. Es él quien educa frente a la bondad de su esposa. Es el abuelo quien debe decir ‘no’ o reprimir y a veces sancionar o disgustarse. Y en la escuela sí aparece la figura de las maestras que marcan una guía, pero también las relaciones con los alumnos. Cuando se piensa en la escuela normalmente se tiende a pensar en la maestra o en el maestro, pero la escuela es una atmósfera generada desde el local que lo habita: estudiantes y compañeros. Por ejemplo en los desastre naturales que han ocurrido hace poco. Si bien está la voz orientadora de los maestros, también están las opiniones de los estudiantes. Y cada uno ha vivido ese drama de manera particular.
-¿Comparte algún rasgo el personaje del Che con lo que fue Jorge Eslava profesor de escuela?
Sin duda. Diría más. No sé si para bien o para mal del personaje, la dimensión del Che compromete no solo mi papel como profesor de colegio –yo también estudié en San Marcos y esta fue una escuela fundamental para mí—sino también en la relación de pareja. Esto transparenta bastante mi relación con mi enamorada, novia y con la mujer que me acompaña ya hace cuarenta años.
-¿Cuán importante es la imagen de Philippe para Sol? Porque es como una presencia intermitente dentro del relato…
Hubo un fenómeno curioso con el desarrollo de Sol porque cuando ella nace con los cuentos yo no imaginé ni remotamente que (su historia) se iba a convertir en una saga. Luego, como me encariñé con el personaje, que tiene rasgos muy cercanos a los de mi hija, y escribí “Sol en la escuela”, y de ahí salté con garrocha hasta “Clave de Sol”. O sea, del final de la primaria la llevé apresuradamente al final de la secundaria, donde apareció el Che. Pero luego escribí una precuela, donde la sitúo a mediados de la secundaria y donde aparece Philippe. ¿Por qué aparece él? Porque el Che le da (a Sol) mayor densidad, complejidad y una preocupación intelectual, social. Pero yo quería un desarrollo también de un órgano más etéreo que es la sensibilidad. Y Phillipe, un personaje muy cosmopolita, muy culto, que ha viajado por varios países, podía entregarle a Sol ese espesor de sensibilidad que yo quise para ella.
-¿Por qué cree que las películas con temas delicados que apelan a la memoria del terror que vivió nuestro país no pueden romper la taquilla? Sirven para ganar premios pero no arrastran público masivo…
A partir de tu pregunta es doloroso comprobar que el fenómeno social y político vivido en nuestro país interesa más en el extranjero que acá. Es doloroso porque eso revela cuánto queremos ocultar de nuestro pasado. El informe de la CVR se publicó en un solo tomo. El Ministerio de Educación recomienda la lectura del informe, por lo menos del resumen en las escuelas, pero no se hace. Por desconocimiento o por temor de los maestros o de las instituciones. (No se hace nada) que vaya a rozar o a encrespar a nuestra casta política. Con ese propósito de cerrar los ojos a la historia terminamos desconociéndola. No sé cómo les irá a las novelas sobre el tema, pero en los últimos 15 años –y tendríamos que incluir una película de finales de los 80, visionaria y corajuda como “En la boca del lobo”—el cine ha ocupado un espacio de vanguardia para abordar el tema de la violencia política. Efectivamente, son películas que vienen precedidas de premios. Fácil hay diez o doce películas sobre el tema, pero acá, salvo un sector intelectual que acude y comenta, no permanecen mucho tiempo en cartelera. Y creo que responde a esa poca voluntad de enfrentarnos a una herida que todavía está abierta.
-¿Por qué en la novela no llega a concretarse nunca un momento íntimo sexual? ¿Pensó quizás que podría manchar las entregas previas?
Hay una situación cuando ella entra a la carpa de él y se produce una especie de aluvión, como si se saliera el mar. Ese es un poco el oleaje, las corrientes, el choque de las olas. Eso produce el acto amoroso pero está planteado de una manera lírica, que es como yo creo vive toda la experiencia Sol. Pero no creo que el sexo pueda manchar la historia. Sol es una persona bastante honesta. En “Sol en su piel” hay una escena de masturbación femenina pero también está tratada de manera lírica. Ese momento de masturbación femenina no lo conozco en ninguna otra novela peruana, y junto con el que hablamos de la playa, he querido tratarlos de una forma bastante sutil y poética.
-¿Le parece que vamos a convertirnos en una sociedad con más jóvenes progresistas como Sol o más bien con jóvenes más conservadores?
Contestaré de acuerdo al ánimo de los últimos acontecimientos. No sé por qué me resisto a aceptar la sociedad de jóvenes reales. Sigo pensando en la entelequia de lo que debería ser esta generación. Es decir, mi deseo de cómo me gustaría ver a mis hijos o a mis alumnos. Creo que esto no corresponde necesariamente a la realidad. Hay una alta dosis de subjetividad, porque en gran medida sigo viviendo en un país de la utopía. Probablemente esta fe que tengo en la utopía me permite seguir creando.
-¿Cuánto llegamos los hijos a saber realmente sobre la vida y el pasado de nuestros padres?
Muy poco. Y es penoso que ya de adultos, y a veces de manera tardía, nos enteramos de algunos aspectos de la vida de nuestros padres que si los hubiésemos sabido antes quizás los habríamos perdonado o comprendido. Es natural que seamos duros con los padres, no está mal. Lo que sí está mal es ser duros sin conocer el expediente principal de ambos. A veces, por la propia personalidad de nuestros papás o por circunstancias de la vida, hemos conocido apenas unas páginas de ese gran libro que es cada uno. Yo perdí a mi padre hace algunos años y vengo conociendo aspectos de él sobre los cuales me hubiera gustado conversar. Creo que esta voluntad de muchos escritores de volver a la figura del padre, de revisarlo, es como pasar en limpio algunos sentimientos que podrían haber tenido hacia ellos.
-¿Cuál es el futuro de la saga sobre Sol?
Esta novela tuvo algunos tropiezos y la escribí, como me pasa con todos mis libros, en un estado febril. Nunca me toma más de tres semanas escribir una novela. Y siempre lo hago de vacaciones luego de haber ‘craneado’ una historia. Estaba convencido de que este libro cerraba la saga, pero no sé si será por el cariño que le he tomado al personaje o por la necesidad de que este redondee su comportamiento con la sociedad, ahora la quiero llevar a la educación. Probablemente Sol se convierta en una maestra en cinco o seis años más, pues hoy se debate en varias profesiones que pertenecen a las ciencias sociales. Y cualquier persona que elige una de estas profesiones está ‘condenada’ al magisterio. Entonces será una profesora -como nos ha pasado a muchos– que se va a decepcionar rápidamente de sistema educativo peruano –sobre todo en sectores acomodados—y frente a esta desilusión emprenderá una nueva aventura quizás en un colegio de provincias, en una escuela rural. Hace muchos años, en los peores momentos del conflicto armado, hice un trabajo para una ONG que tenía una línea de desarrollo en escuelas rurales. Tenía que escribir libros y fue una oportunidad para entrevistarme con profesores y alumnos de comunidades de Cusco y Puno. Esa experiencia, que fue un periodo bastante duro en mi vida, ha reaparecido y probablemente sea el escenario que ponga punto final a las experiencias de Sol.