Buen Norte
Sí, sé que al hablar del norte del Perú es inevitable pensar en sus lindas playas casi tanto como en su extraordinaria comida, y está bien, pero hay algo más que eso. Sobre todo en estos tiempos en que parte de la oferta turística propone el circuito tumbona-piscina-bar, planteamos ampliar un poco nuestros horizontes, y animarlos a descubrir lo que guarda este territorio. Para ello hicimos una expedición en dos camionetas 4×4 en busca de mar, playas desérticas, fauna salvaje, manglares, bosque seco y arqueología.
La expedición se denominó ‘Know to Protect’ (Conocer para proteger) y fue una iniciativa de Andrea Lavarello, hija de Alberto Lavarello, empedernido propulsor de los deportes de aventura en el Perú. Ella presentó la idea a Pangaea Project, del explorador Mike Horn, una agrupación suiza que es de las más innovadoras de las organizaciones de desarrollo de liderazgo con la creencia de que todos los jóvenes, independientemente de su situación económico o circunstancias de la vida, pueden ser miembros positivos en su comunidad y en el mundo como lideres efectivos para garantizar que nuestro planeta pueda ser respetado por todas las generaciones futuras. Gracias a ellos se puede reunir a jóvenes de todo el mundo para realizar este tipo de viajes y experiencias.
Para empezar, Andrea viajo a Suiza para tener un adiestramiento en varias disciplinas de deportes de aventura con la finalidad de poder crear luego una propuesta que se realizara en el país para generar conciencia ambiental entre los jóvenes. Gracias a este proyecto se pudo convocar a varios chicos de Francia, España, Argentina y Brasil, así como a población local.
EL COMIENZO
Como en toda buena aventura, ella comenzó planificando, preguntando y soñando. La organización fue hecha por Andrea en coordinación con Pangaea Project. Para ello vino el coordinador y fotógrafo ruso Dimitri Sharomov. La logística para esta expedición la puso Altamira Adventures, empresa dedicada desde hace más de 15 años a la representación y venta de equipos para aventura y exploración, a la logística de viajes de aventura y al diseño de rutas y expediciones. Esta vez todo estuvo a cargo de Michael Tweddle y Alberto Lavarello.
Además de Altamira Adventures apoyaron el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) y otros.
LA EXPEDICIÓN
La travesía empezó en el Santuario Nacional Manglares de Tumbes, concretamente en el puesto de control El Algarrobo. Desde allí se realizaron caminatas, tanto al bosque seco como a los canales dentro del santuario. El mangle es una vegetación anfibia que forma bosques, y son un ecosistema que alberga mucha fauna, por ejemplo el cocodrilo americano, el perro conchero o mapache y la nutria del noroeste, pero sobre todo lo que abundan son aves: la espátula rosada, los flamencos, el Martín pescador, la garza azul, la fragata, etc. Desde aquí la expedición tomó la carretera Panamericana rumbo al sur por unas tres horas para llegar a la playa Los Órganos.
Tuvimos mucha suerte, llegamos justo en plena temporada de avistamiento de ballenas y elegimos a nuestros amigos de Pacifico Adventures para realizar una excursión. Para poder hacer este tipo de paseos es bueno reservar con anticipación en esta época. Lo mejor es salir muy temprano desde el embarcadero de Los Órganos. Un magnifico bote nos esperaba, chalecos de reglamento y a deslizarnos sobre el agua, (se recomienda llevar cortavientos). A la media hora avistamos un grupo de delfines que se alimentaban y, luego, las ballenas jorobadas que en un grupo de cinco avanzaban hacia el Ecuador. Pudimos ver cómo los machos daban de aletazos contra el mar en su ritual de cortejo. Sencillamente sobrecogedor.
Después de tener una extraordinaria experiencia con las ballenas, ya retornando hacia la costa por la tarde, fuimos al muelle de El Ñuro. Desde ahí es posible no solo ver a las tortugas marinas, también es posible nadar a lado de ellas… una experiencia única.
Por último, decidimos entrar a una relativamente “nueva” área reservada, totalmente distinta, la Península de Illescas. Posee algún parecido geográfico con Paracas y, para remitirnos a un lugar más conocido, dimos una gran vuelta hasta llegar al todavía precario puesto de control donde se guarecen solo dos guardaparques, grandes conocedores de la zona, muy deseosos de mostrar lo que tienen. Avanzamos por el desierto hasta la zona que habíamos elegido para hacer nuestro campamento para poder descansar.
Al día siguiente hicimos una caminata para ver lobos marinos, pingüinos, piqueros, patas azules, y la cereza del viaje, ¡el cóndor! Sí, el Cóndor de Illescas. Es increíble cómo esta ave de los Andes hizo su hogar en las costas. Tuvimos la suerte de ver no uno sino varios cóndores volando a nuestro alrededor, moviendo sus alas cerca de donde estábamos… ¡Increíble!
La ruta fue más larga de lo que pensamos. Lamentablemente duró solo 20 días de pura aventura en los que estuvimos recorriendo 6.000 kilómetros, esquivando lo cotidiano, entrando a la inmensidad del desierto, caminando a través de la selva, surcando un río, navegando por el océano. Fuimos 11 personas las que compartimos esta experiencia en la que pudimos ver la naturaleza hermosa que tiene Tumbes pasando por Colán, Órganos Illescas, Chaparri, Gocta, Corosha, Abra Patricia y Tarapoto.
Después de recorrer todos estos lugares ya era hora de volver a casa con un solo pensamiento en la mente -“¡Que suerte que vivo en el Perú porque es un país increíble!”- cuando en medio de la Panamericana apareció un grupo de gallinazos. Uno de ellos era muy grande, demasiado grande, pues ¡era un cóndor juvenil! Al ver este espectáculo consideré que era un bonito gesto de despedida. Gracias, querido Norte, volveremos pronto.
Mayor información:
• Altamira Adventures (Tel 4451286-4477256)
• www.altamira-adventures.com
• www.conandes.pe