QUAPAQ CHAKA
Expedición Arqueológica, 500 años de vigencia cultural
Texto: Carlos Conan Muñiz
Fotos: Luis Pilares Frisancho
Después de muchos meses de incansable trabajo preparando la expedición Luis pilares jefe de la expedición y Carlos Conan Muñiz de Conandes expedition decidieron iniciar un viaje que con tanta ilusión habían preparado.
Ocho personas partieron desde Lima con el ánimo de encontrar aquellos míticos puentes colgantes, o al menos con lo que quedaba de ellos. El punto de partida seria Chincheros, una de las provincias de Apurímac que limita con Ayacucho. El equipo de canotaje dirigido por Fico Gallese y otros seis compañeros llegaron desde Cusco tras 12 horas de viaje para unirse a la expedición.
Reunidos en la playa, en una improvisada conferencia de prensa con las autoridades del Gobierno Regional, la Sub Región Chincheros, y la Coordinadora de Desarrollo de los Valles de los Ríos Apurímac y Ene (CODEVRAE) además de los Presidentes de las Comunidades de Ahuayro, Callebamba, Quebrada Blanca y Santa Fe de San Cristóbal, dieron la bendición para que los expedicionarios se lanzaran a navegar por primera vez el río Pampas sin imaginar lo que hallarían, superaría sus expectativas. Distribuidos en dos balsas y pese a las paradas que hacían para revisar los rápidos, siempre se sorprendían de la ruta que surcaban por el rio. Habían subestimado su caudal por ser la época de mayor estiaje.
Atrás iba quedando el extenso valle para ir encañonándose a medida que avanzaban. Navegaban concentrados y atentos a la voz de mando que indicaba hacía que lado remar.
Fico Gallese, una leyenda del canotaje, dirigía la expedición desde el bote carguero, llevando todas las cosas que utilizaríamos en el campamento cubierto por las bolsas secas Aquapac que nos daban la seguridad de que no entraría agua y mojara nuestras ropas; Luchín García capitaneaba la segunda balsa que llevaba a la mayoría de los expedicionarios; juntos avanzaban cautelosos hacia una región desconocida por ellos , pero que en el pasado fue uno de los bastiones del terrorismo, llamado “Oreja de Perro”.
Al mediar la tarde el trazo descendente de un antiguo camino anunciaba sutilmente que estábamos en lo correcto. Doscientos metros río abajo, al estrecharse el cañón, asomando su talla entre cactus y magueyes aparecían ante nuestros ojos las estructuras del puente colgante. Sus bases, a pesar de estar bañadas por el inclemente sol y el paso del tiempo permanecían aún intactas. Una explosión de júbilo nos embriagó a todos, estábamos en el lugar correcto. Este era uno de los puentes que había generado tanto terror a los conquistadores y del que las crónicas hacían referencia; y razón no les faltaba, atravesarlo a casi 80 mts de altura sobre el río, sacudido por los vientos gélidos de los andes, debió ser en su momento toda una proeza. Según George Squier, el viajero norteamericano que visitó nuestro país en el siglo XVIII le había consagrado varios dibujos, dos de ellos ilustraban lo que debíamos localizar. Al escudriñar los detalles de su construcción, observamos sobre uno de los muros que conformaban los estribos del puente una pieza de piedra tallada en bajo relieve con el nombre del Virrey Toledo y fechada en algún año de mil quinientos y tanto. Estudios posteriores darían cuenta que el año de 1596 se realizó una “Inspección General de los Puentes” ordenada por el Virrey García Hurtado de Mendoza.
Después de varias horas de intenso remar decidimos acampar en la primera playa saliendo del cañón, bautizándola como campamento Pampis y así quedó. Empezamos armar nuestras carpas National Geographic para protegernos de la lluvia que se venía; inflamos nuestras colchonetas Coleman y nos cambiamos con ropa seca térmica, ya estábamos listos para pasar una noche muy amena y divertida, cotejando documentos, intercambiando ideas e impresiones pero sobre todo los hallazgos que habíamos encontrado.
Tras este descubrimiento, navegamos cinco días más, casi 150 kilómetros hasta llegar al puente de Kutinachaka en la provincia de Andahuaylas. En nuestro trayecto encontramos hasta seis bases de puentes, algunas muy impresionantes, lo que demostró la gran importancia de esta región en los planes políticos de los antiguos pobladores. Habíamos cumplido satisfactoriamente los objetivos de la primera parte del proyecto.
En un mundo en el que todo lo ves por Google Earth, este lugar es una maravilla, aquí las montañas son fabulosas, de colores. Este lugar es prístino, con enormes bancos de arena, hay armonía con el mundo y nosotros somos con él. No hay rastros de plásticos, no hemos visto botellas flotando en el río ni acumuladas en las orillas; y estos animalitos con el que nos hemos encontrado, (nutrias, zorros, patos) demuestran lo inalterado de esta valle.
Quince días después de nuestra salida del río Pampas en la provincia de Andahuaylas, se inició la segunda etapa de expedición. Hallar las bases del puente más grande del Tahuantinsuyo. Partiríamos a caballo desde Mollepata, poblado al pie del nevado Salkantay en el Cusco, punto de partida para iniciar el camino Inca que conduce a Machupicchu. Seguiríamos el antiguo camino hasta donde se pueda. Luego continuaríamos a pie por el cauce de las quebradas que se precipitan desde los nevados hasta el río Apurímac. La ruta había sido trazada dos siglos atrás por los documentos publicados por Clemens R. Markham, aunque en mayor detalle por George Squier.
Con la venia de Antonio Chacón Estrada, Alcalde de Mollepata y su cuerpo de regidores partimos de la plaza principal. Esta vez nos acompañó el Coronel de caballería PNP Arístides Gonzales, jefe de la Región Policial Sur y parte de su escolta. Dos días avanzamos en dirección al profundo valle, hasta alcanzar la quebrada Chochocca de ahí caminamos cerca de 8 horas, hasta que un enorme derrumbe del cerro Nihuabamba intentaba ponerle fin a nuestras pretensiones. Logramos sortear el obstáculo, empequeñecidos por el tamaño de las moles que habían quedado y los enormes bancos de arena y piedra, solo para ver con asombro como todo el caudal de la quebrada desaparecía en una especie de laguna de arena. Fortunato Cáceres, nuestro guía y arriero nos advirtió que retornemos, que era muy peligroso continuar, un paso en falso y la arena movediza nos succionaría argumentaba. Incrédulos intentamos avanzar, solo para comprobar que en los siguientes pasos la arena arrancaría uno de los calzados a uno de los expedicionarios. Hora de replantear estrategias, decidimos Avanzar tendiendo sogas y arneses. Una vez alcanzado el extremo del derrumbe y sorteando un abismo de cien metros aproximadamente, una nueva dificultad aparecía. El poderoso caudal de agua blanca en el interior del derrumbe que era expulsada con gran fuerza justo en medio de la ruta por donde era más viable descender. Marco Pérez, guía de alta montaña y especialista en escalada de roca, nos pidió replantear la expedición. Demasiado riesgo, nada justificaría un accidente, además de que las rocas podrían soltarse y caer sobre nosotros en una nueva avalancha. Replanteada las formulas reiniciamos el ascenso aguas arriba, hasta el campamento. Llegamos con los últimos rayos de sol y con la frustración de haber estado a solo un par de kilómetros de nuestro objetivo. La noche fue de discusiones, a la luz de la luna ensayamos y revisamos mapas explorando nuevas posibilidades para emprender una nueva estrategia.
20 días después, con un equipo mínimo de personas y tras un penoso descenso desde la montaña Tillke, a casi cuatro mil metros sobre nuestro objetivo concretamos el hallazgo. Parados sobre un estrecho anden comprobamos que las bases que conformaban las bases del antiguo puente de Mawkachaca o Presidentiyoc, se mantenían intactas. Lamentablemente gran parte del camino había sido dañado por los derrumbes. El fuerte viento que azotaba a esa hora el cañón nos obligó a partir lo más rápido posible no sin antes comprobar frente a nosotros, en el lado que corresponde al departamento de Apurimac, podía verse el andén donde se anclaban las sogas e incluso el túnel y el camino que asciende hasta el poblado de Curahuasi, llegando a culminar la expedición arqueológica que tanto habíamos esperado.
Fue una experiencia única dividida en tres partes, que nos llenó de mucha paz, aprendizaje y amor hacia nuestro Perú.