Periodismo: entre la falsa crónica y la verdadera noticia
En la noticia periodística un hecho es presentado en su estado actual y, por tanto, como un fragmento de la realidad. En la crónica el hecho es la vista del bosque, la plenitud, la comprensión evolutiva de una noticia que en todos sus tramos nos presenta la realidad tal cual. En principio, la crónica debería ser la verdad en su conjunto, esto es, la verdad total.
Un periodismo de noticias es solo parcial, un periodismo de crónicas atiende todo el fenómeno y se aproxima a la verdad, que es “plena” en su sustancia. Sin embargo, en ocasiones la verdad de una noticia puede evolucionar agregando visos de falsedad con los que el periodista se puede dejar engañar.
“La señora XY fallece por la rotura de un aneurisma”. Este puede ser un hecho noticioso completo en sí mismo, que se agota en su actualidad. Pero la nota es pasible de distorsión por la presunción sobreviniente de un crimen que se pretende sustentar en conjeturas.
Al margen de las razones que pudieran revelarse más adelante, la fallecida se convierte luego de varios meses en la víctima de un supuesto maltrato conyugal y su viudo en el perseguido de una opinión pública ávida de novedad. El rumor fuerza (sin mayor rigor) a la exhumación del cadáver. Pronto, la necropsia subsecuente sostiene que la muerte fue consecuencia de una paliza.
Una mala crónica garabateará sobre la verdad del hecho noticioso: “Según dio cuenta el reporte de la muerte de XY, esta falleció por la rotura de un aneurisma, pero la verdad salió luego a flote. Según la necropsia, tras la exhumación del cadáver, la señora presentaba lesiones de consideración mortal. Ella murió como consecuencia de una golpiza que le habría propinado su cónyuge, pues se habla de una supuesta violencia habitual en el hogar familiar”.
En el esquema lógico, la afirmación contenida en la crónica carece de validez y conduce a la conjetura y la conjetura es la trampa del periodismo.El primer error es afirmar sin contraste con el antecedente médico (tomografía e informe) que la muerte se debió a la lesión. Además y en el supuesto, la existencia de lesiones coincidentes no exime de la posibilidad real de que, al margen de ellas, la muerte se debiera a la rotura del aneurisma. El segundo error es atribuir la responsabilidad de la supuesta lesión mortal a un sujeto específico, dado el indicio de las características de la vida conyugal (apenas sobre la base de testimonios de lado).
En los hechos, la necropsia ignora el historial clínico, el cuadro de síntomas pre muerte y las tomografías previas de rigor. Así, pretende borrar los antecedentes de un plumazo y atribuir la muerte a razones distintas a las consideradas inicialmente. La historia del hecho noticioso cambia, pero cambia mal en la crónica porque detrás de la exhumación faltan aquellas preguntas que todo periodista se debe hacer: ¿Por qué si la señora murió hace tres meses, se esperó silenciosamente para introducir la sospecha de la muerte por lesiones? ¿Por qué la necropsia contradice una fotografía, es decir, una tomografía que da cuenta de la causa de la muerte? ¿Se puede reconstruir la realidad desde hechos nuevos, desestimando el antecedente? ¿Vale más una necropsia realizada varios meses después de la muerte (ya oscuro y acartonado el cadáver) que una tomografía practicada poco tiempo después de producida la supuesta lesión mortal?
La falta de preguntas puede llevar al periodista a apoyar una engañosa evolución de los hechos y a construir una falsa crónica bajo el imperio de la voz mayoritaria. La opinión pública nunca se hace preguntas, es obligación del periodista hacérselas en solitario y en el papel. La crónica debe ser un rompecabezas completo de varias notas, pero es de las mejores crónicas discriminar las piezas. Una buena crónica puede, así, ir a contracorriente, ser antipática, servir a la verdad más que al circo, invalidar todo para tornar al hecho noticioso anterior y dejarlo allí.
Duda razonable, discriminación de piezas, presunción de inocencia, suspicacia sobre la evolución de los hechos, árbol de preguntas y análisis de verosimilitud han de ser las herramientas de la crónica periodística que no se deja engañar.