Temas polémicos
Hay una suma de temas que generan un debate en cuya sustancia se entremezclan razonamientos, principios, fe y temor. Desde la unión civil a la eutanasia o del aborto al suicidio o la infidelidad, cada caso tiene una respuesta particular.
Asumamos, solo un instante, que el sujeto pensante se despercude de su fe y debe construir un supuesto en el que ciertos temas se justifiquen solo por la razón, por la pura razón práctica sin artificios:
1. Juan era plenamente feliz, pero de pronto una sucesión diabólica de desgracias lo apartan de su fe. Su matrimonio languidece en medio de un infierno, el amor de su vida, Amalia, le ha cerrado las puertas sin visos de retorno (platónico al fin), ha sido humillado por enésima vez, su hijo está en el linde de la muerte y él lo cree, pierde el empleo (que era su pasión y sostén para seguir), es un pintor frustrado cuyos cuadros son objeto de indiferencia y sabe que lo serán por siempre, ha llegado a los 40 sin pena ni gloria, sin ilusiones obcecadas, con más martirio que esperanza y, por demás, está convencido que su vida será corta.
Nada atisba en el horizonte: ni amores, ni cargos, ni belleza, ni deslumbres ni fama ni gloria, nada que llame a aguardarse con entusiasmo. Es, como en Pessoa, aquel sujeto que espera a alguien al pie de una puerta de un muro sin puertas. Nada.
Recuerda haber leído en una carta del propio Arguedas sobre la justificación del suicidio. El escritor se había volado el cráneo en la Universidad Agraria al borde del retiro, y el retiro era un anticipo de su propia lápida. Juan habita un desierto construido por otros, será un desempleado, un parado cuyo sino será inexorablemente doblar las rodillas, hurgar en las páginas de empleo, pasar hambre y rogar para pasarla, aún cuando pasarla sea sellar papeles o compaginar folios. Está acostumbrado a que no les respondan el correo, al vilipendio y la indiferencia, al No como vocablo, a no convencer a nadie. Suya es la derrota que se planta a sus pies como arenas movedizas.
Juan jamás ha convencido a nadie de nada, nunca tuvo el control, marchó a la deriva por los abruptos caprichos del mar. Cree, por tal, que quitarse la vida es, en medio de su oscuridad, el supremo acto de libertad, su única victoria sobre la vida y la muerte, la única decisión efectiva y real sobre su propia existencia, quizás su único o mayor logro.
2. Pedro y Joaquín se aman y creen que el amor no hace la diferencia entre los géneros. La unión civil les suena como un simulacro, un mal menor en una sociedad conservadora ¿Se casaron Juan y Alicia por asuntos patrimoniales? ¿Lo hicieron acaso por previsiones de herencia y seguros? ¿No es toda unión formal una voluntad común de construir un camino juntos bajo el signo espiritual e institucional de la familia? A Pedro y Joaquín poco les llama el título “unión civil”, que suena más a una simulación matrimonial o a un contrato típico del Código Civil. Ellos quieren casarse para ser familia, así, a secas, más allá de los platos, los muebles, el seguro y las cuentas de ahorro. Lo suyo no es un tema de administración ¿Por qué Juan y Alicia sí y Pedro y Joaquín no?
3. Los dolores son persistentes, Martín no tiene cura, pero le aguarda un mes de padecimientos extremos. Los huesos le revientan en el cuerpo. Los ojos saltan sobre sus cuencas, la fiebre le roba las ganas. El dolor es intenso y perenne. No hay morfina ni milagro que lo calme en medio de un declive con sello de desahucio. Sí, Martín morirá sin remedio a tenor de la ciencia ¿Por qué no habría de ponerle fin a su dolor y ganarle al tiempo la correría? ¿Por qué el principio y la fe de los otros vale más que el deseo de Martín de cesar su trajín?
4. La infidelidad es una traición. Luisa está impedida de separarse por razones amplias y complejas que no vienen al caso discutir. Solo debe someterse a una vida en común con Alfredo. Este la injuria y la reprende, le es desleal, ebrio habitual, irrespetuoso por naturaleza, corre por las callejuelas en busca de mujer los fines de semana. Ella lo sabe y como él no está librada de las apetencias naturales del cuerpo y de los ideales románticos. Observa al mecánico con ojos de lascivia, al carnicero con lúbricas ensoñaciones, al cartero con el impulso fantástico de arrastrarlo hasta el lecho. No lo hará. Quiere romper los barrotes para soltarse al disfrute del cuerpo o acaso a las dilecciones extremas del amor romántico, pero se abstiene. La fidelidad es la sustancia de todas las enseñanzas morales de antaño. Luisa solo sueña y se apretuja entre sus mantas, mientras es medianoche y su marido está por llegar.
PS. La polémica sigue y cada lector tendrá una respuesta. En lo particular, la libertad solo es válida cuando se refiere a la disposición de lo propio y no de lo ajeno. En el caso de una mujer y su concebido, son vidas autónomas y diferenciadas en su esencia por lo que este no es un órgano ni una extremidad de la madre sino una vida independiente que no se puede detener desde el ámbito de libertad y conciencia del otro, así sea de quien lo lleve en sus entrañas.
El autor de esta nota tiene una posición al margen y en proceso sobre cada tema, ubicada entre matices y miedos, entre procelosas mareas de conflicto y desazón ¿Cuál será en definitiva la verdad frente a la realidad incontrastable de la vida?.
Si usted tiene una respuesta desde la razón práctica y la utilidad que encamina al hombre hacia la buena ventura y la felicidad, sea bienvenida. Yo me guardo las mías.